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LA LECCIÓN DE CAVADAS Y LA AUSENCIA DE RUBALCABA

en 1963, en el Royal Variety Performance de Gran Bretaña y ante la reina Isabel II, en el transcurso de un concierto benéfico de los Beatles, John Lennon dijo, con su ademán irónico, «los del gallinero pueden aplaudir; los de los palcos con que hagan sonar sus joyas basta». El impacto de aquella frase es extrapolable al contenido de toda la conferencia del Dr. Pedro Cavadas como inicio de curso de la Universitat de València en Ontinyent. Si a mitad de septiembre la DANA anegó de agua Ontinyent, el 29 de octubre otro diluvio, pero verbal, inundó las conciencias del personal que llenaba el recinto del teatro Echegaray.

Aunque su especialidad es la de un prestigioso cirujano, para la ocasión reconvirtió su pericia médica en léxica y oral. Pero sin tapujos; a carne viva fue abriendo en canal las interioridades de nuestro sistema de vida. Para regocijo de los lúcidos y ladrillo indigesto para lo acomodados en trance de hipocresía. Comenzó humilde, sin formalismos al uso, aludiendo a sus 54 años „que cumple esta semana„ y a su memoria, que pese a sus referencias al Alzheimer, resultó portentosa.

El repertorio de frases-epitafio fue torrencial. De todos los colores y para todos los gustos. Gravitó sobre la ética y la sanidad. Y para hacer boca recurrió, sin lecturas semánticas, a un texto hecho: «¿No me estará usted dejando pasar porque soy una señorita? Le estoy dejando pasar porque soy un caballero», contó. A partir de esa forma de entender los modales comenzó a desembuchar palabras que sonaban a lapidarias inscripciones. Y que ubicó en zonas africanas orientales desalentadas: «El que busca ayudar a alguien, es por su propio beneficio». Una advertencia de que estábamos ante una charla incomoda. «Lo siento, pero lo que diferencia a una persona de otro es lo que le divierte». Y siguió: «Los abrazos y sonrisas están bien, pero solo creo en algo sólido; nunca he visto que nada gaseoso resuelva nada». Sacudiendo al personal para que no cayera en las meras apariencias. Desmitificó las religiones cuando aludió a «los creyentes» ya que «la mayoría de los misioneros están lejos de su Jefe; sus motivos son distintos a los míos pero chutamos a la misma portería», asestó. «Necesitamos muy poco para llevar una vida digna. Solo tres cosas sólidas a las que hay que dedicar la ayuda humanitaria: comida, paz o seguridad y sanidad». Una sólida expresión que viene a ser como el abc de la solidaridad. A la que añadió una irrefutable coletilla: «la educación». Frente a una resignada evidencia: «el mundo real es feo; la ilusión y el entusiasmo, que son lo más sagrado que hay, ni se compran ni se venden». Pero la mejor fue ésta: «el que abandera algo, normalmente quiere o tu pasta o tu voto», dijo, tal vez sin ser consciente de estar retratando a más de uno.

Ni mencionarlo Nos extrañó a algunos, aunque no tanto, que no se hiciese ninguna referencia a que Cavadas acudía a Ontinyent en sustitución del gran estadista socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. El pasado el 10 de mayo el alcalde, Jorge Rodríguez, decía a propósito de su súbita muerte, en una red social: «Hui vivim en un país millor i és, en bona part, gràcies als seus esforços. Fa poques setmanes, mitjançant un amic, haviem acordat que este any obrira el Curs Acadèmic al Campus d'Ontinyent», dejó escrito.

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