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apretones

no uno sino dos, eran los setabenses que habían conseguido ver reconocida su valía en las más altas esferas hasta el punto de ser llamados a ocupar cargos de enorme responsabilidad en la administración autonómica. Fueron dos los concejales del Excelentísimo Ayuntamiento de Xàtiva, una socialista, otro de Unidas Podemos, quienes a la hora de hacer los fichajes del principio de la legislatura fueron reclutados para ocupar puestos al más alto nivel, el de director/a general que no es moco de pavo ni está al alcance de cualquiera. Ambos se ven ahora desahuciados de sus despachos ante el dictamen de la Conselleria de Transparencia que declarará, al parecer, la incompatibilidad de ambos puestos desde la óptica razonable de que es preferible evitar esa acumulación de responsabilidades, otrora tan habitual que hacía imposible que cupieran todos los cargos de algunos personajes en la misma tarjeta de visita

Indudablemente se puede suponer que ostentar una dirección general debe implicar un trabajo de mil demonios, por la posición que ocupa en el escalón jerárquico de la conselleria que corresponda. No llegan al centenar el total de direcciones generales en toda la Generalitat Valenciana. Y son, sin duda, una pieza esencial para conseguir que ese monstruo que es la administración, un paquidermo que a veces parece (y es) algo torpe se mueva en la dirección que pretende quien ha logrado subirse a su lomo.

Pero los cargos políticos los ocupan personas, deseablemente humanas, que deberán hacer una fácil o difícil elección según sus preferencias y escala de valores. Trabajar para la Generalitat supone manejar una cuota de poder bastante respetable que permite hacer realidad proyectos ambiciosos y transformadores. Sin mencionar, eleganci al margen, la sustanciosa remuneración que conlleva. Implica también meterse en la burbuja de la Administración, aislarse de la gente y convertirse en personaje, lejano e incomprendido. Trabajar para un ayuntamiento significa estar muy cerca de la ciudadanía que te conoce de cerca y te huele de lejos y que si te aprecia o te desprecia te lo hace saber con claridad. Ser concejal es tener raíces firmemente ancladas en la realidad con un acotado marco de competencias y, si se está en la oposición, dedicado a una penosa pero necesaria actividad de fiscalización y control que es cansina y escasamente valorada.

La nueva situación. Así se explican dudas y resistencias a pesar del acierto del criterio adoptado, a la vista de los excesos de un pasado reciente. Ciertamente era poco democrático y escasamente operativo que algunas personas acumularan en sus dos manitas, por muy capaces y solventes que fuera „y no siempre era el caso„ una retahíla de cargos públicos cuya lectura podía dormir al auditorio. Cargos por los que además percibían unas retribuciones globales, a veces escandalosas, más aun siendo de dominio público que para un ser humano sin poderes paranormales era imposible abordar todo el trabajo que supondría desempeñar esos cargos con responsabilidad. Por poner un ejemplo, no era ético ni estético que Mª Dolores de Cospedal llegara a acumular en 2009 tres fantásticos sueldos como senadora, secretaria general del PP y abogada del Estado, más aún si su rendimiento en las tres funciones era más bien discutible.

Así que habiendo tanto talento desaprovechado en casi todas las formaciones, de personas dedicadas a la política, que no encuentran dónde y cómo llevar a la práctica sus buenas ideas, es bueno simplificar el organigrama y asignar a cada persona, un cargo y un sueldo, para evitar dislates y abusos. Ya lo dice el refrán: quien mucho abarca, poco aprieta. Y aquí hacen falta apretones y mucha dedicación.

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