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Xàtiva en enero de 1920

I naugura el país la década estrenando un gobierno de coalición de izquierdas inédito desde tiempos de la Segunda República. Una especie de reedición actualizada de aquel Frente Popular del 36, que en Xàtiva fue imposible, pero que sí lo ha sido en el panorama nacional, con un PSOE escorado al centro y coaligado con un Podemos, que presume ser la verdadera izquierda, con guiños a unos nacionalismos periféricos más independentistas que nunca, y con una derecha dividida que compite por monopolizar los valores patrios, y defender el régimen de 1978, y la validez de aquella ley fundamental propuesta por la Transición, que en su cuarenta cumpleaños, se considera para una parte del electorado ya anticuada y necesitada de grandes reformas.

Frente a la novedosa coalición del presente, que tanto ha costado conseguir pero que queda en nada, si lo comparamos con la década de los años 20, que fue un tiempo de eterna inestabilidad parlamentaria con once gobiernos diferentes en cinco años, desde 1917 hasta 1923, lo que llevó al colapso del sistema político, que sólo se solucionó con la dictadura de Primo de Rivera. Un tiempo en que España se debatía entre el terrorismo anarquista y el pistolerismo de la patronal, mientras se miraba con terror la guerra civil desatada en Rusia, en la que el bando bolchevique iba ganando a los partidarios de la democracia liberal. Una nueva revolución socialista venía acabar con los valores de la revolución francesa. La clase obrera asaltaba el poder y ponía en duda la libertad, los derechos individuales, y las constituciones de signo liberal.

En Xàtiva gobernaban los liberales demócratas, seguidos de los conservadores, y los republicanos que buscaban aliados entre un partido socialista de Pablo Iglesias, que en la Costera competía con el anarquismo, por conquistar la conciencia obrera, aunque el marcado apoliticismo de los últimos, les apartara de la lucha electoral. El bipartidismo como ahora entraba en decadencia, y el régimen surgido de la constitución de 1876 tocaba a su fin. La alcaldía de Julio Riu, se vendría abajo ante la propia división de aquellos liberales, que se escoraban más hacia la izquierda buscando mejoras sociales.

Pero la política nacional y local servía para discutir en tabernas, casinos, o comercios, y no para resolver las incertidumbres populares del día a día. La prensa demócrata denunciaba algo que pasados cien años sigue siendo de rabiosa actualidad, y que consiste en la incapacidad de la clase política para hacer frente a los problemas reales que sufren los ciudadanos. De esta manera, el gobierno pensaba en incrementar las tarifas ferroviarias, o gravar con impuestos el consumo de subsistencias sin preguntar a autónomos o consumidores si aquello era viable. No eran conscientes, que un simple zapatero podía saber más de cuestiones arancelarias que un ministro de economía, por la sencilla razón que las sufría todos los días en su trabajo al tener que comprar materias primas del extranjero. Entiéndase hoy, por ejemplo, si el gobierno le ha preguntado a las pymes españolas si es viable para ellos un fuerte incremento del salario mínimo a sus trabajadores.

Y en consecuencia los problemas, los de siempre, y sin vías de solución a causa del populismo, la mentira y la difamación, intolerable en el ruedo parlamentario, pero que hoy se convierte en arma política como en aquellos años veinte, donde se denunciaba la ignorancia, el radicalismo, y el peligro de que la violencia viniera arrasar con la democracia tal como hicieran las hordas bárbaras con la civilización de Occidente. Poco aprendemos del pasado, y normalizar que en todo un Parlamento suene lo de fascista, golpista, traidor, o todo tipo de improperios, y conviertan la pataleta, el chillido, o determinadas actitudes, como una forma de hacer política, reflejan la decadencia moral y humana en la que vivimos, olvidando el necesario pragmatismo para resolver problemas, y no empeorarlos.

En la Xàtiva de los años veinte faltaba alumbrado en las calles, pan, carne y pescado en los comercios, se padecía una deficiente canalización en las aguas potables, carencia de centros sanitarios y médicos asequibles a los bolsillos de los menos pudientes, desempleo, salarios a la baja y precios al alza, o falta de escuelas, que provocaban que en Xàtiva se llevasen curiosas iniciativas individuales para dar solución a los problemas reales, y que parecían no tener dotación económica en el presupuesto municipal ni nacional. Así, por ejemplo, el comandante Luque fundó en la calle Botigues, donde hoy sólo se abren pubs, una academia politécnica que preparase para el bachiller, cursar el magisterio, o que ayudase al ingreso en oficinas de correos, o academias militares.

La llegada del frío y la desmovilización de los campos de prisioneros hicieron extender por todo el centro y este de Europa el tifus, la disentería, la viruela y la escarlatina, mientras que en la neutral España, alejada de las trincheras, se desató una horrible epidemia de gripe, la peor de su historia, y que también incidió muy duramente en Xàtiva. La bajada de las temperaturas y la típica humedad que cala hasta los huesos desató la epidemia en la capital de la Costera, que quintuplicó sus muertes. Sólo en las primeras semanas de aquel horrible mes de enero se contabilizaron 65 muertes por congestión pulmonar. No hubo ninguna medida preventiva por parte de las autoridades, que no pasaron más allá de recomendaciones tan pueriles como la de toser y escupir mucho, sonarse continuamente, y evitar espacios cerrados en compañía de griposos.

Una epidemia que se vio agravada por la subalimentación crónica de muchos setabenses, especialmente los más jóvenes, donde la anemia y el raquitismo estaban al orden del día. Ello, a su vez, constituyó una gran oportunidad de negocio, al desembarcar en Xàtiva, muchísimos remedios para todo, como los Hipofosfitos Salud, en cuyo prospecto se podía leer la vida y vigor a los más débiles, lo que indirectamente contribuyó a incrementar el número de defunciones entre los miembros de las economías domésticas más humildes que no tenían suficientes ingresos para alimentar con el adecuado aporte calorífico a su prole. A pesar de todo, aquel enero de 1920, fue considerado como el inicio del año de la recuperación, del resurgimiento de la vida industrial y económica, cosa que se cumplió en Xàtiva, donde muchísimos emprendedores prosperaron, frente a otros muchos que no pudieron salir de la miseria. Esperamos no se repita la historia cien años después.

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