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CONFLICTOS EVITABLES

Cuando una diferencia de opiniones se acaba convirtiendo en un conflicto bélico atronador es que algo se ha hecho rematadamente mal. Para que los acuerdos fluyan, como dicen los modernos, no hace falta que suene música de violines. Pero sobra el estruendo que impide la escucha mutua y la comunicación fructífera. Es una experiencia frecuentemente compartida que una reunión de la comunidad de vecinos acabará en bronca si alguien la empieza hablando a los demás como si fueron lerdos y tuvieran mermadas sus facultades mentales. En la reunión de la falla, nadie hará triunfar sus propuestas desde la imposición. En el AMPA, la prepotencia cierra todas las puertas y bloquea cualquier iniciativa. Nadie, aunque tuviera toda la razón del mundo „que no suele ser habitual„, podrá convencer más que a los incondicionales de ninguna cuestión que venga envuelta en un formato contaminado de soberbia y autoritarismo. Así somos, qué le vamos a hacer.

La reivindicación de un nuevo centro de Salud para la ciudad, ubicado en una zona donde es absolutamente necesario, por la densidad de población y también por la numerosa presencia de personas mayores, es una cuestión que no admite discusiones. Es, además, una promesa electoral reiterada, de esas que aparece siempre en los papeles pero no sale de ellos, por la evidente complejidad de su cumplimiento.

La decisión de ubicarlo en el espacio municipal colindante con un centro escolar ya es otro cantar, porque efectivamente colisiona con los intereses de una comunidad educativa que desde el principio se mostró opuesta a la idea, con unos argumentos que debieron asumirse desde el principio para evitar un conflicto del que nadie puede salir ganador.

Ante una diferencia de criterio tan divergente y explícita, hubiera sido imprescindible un talante negociador y dialogante que buscara no sólo la mejor solución, sino la más satisfactoria para todas las partes implicadas. Visto lo visto, el objetivo debía haber sido desatascar la cuestión con estrategias ajenas a la confrontación. Pero a veces los talantes quedan enterrados ante las urgencias y el diálogo no se afronta con la responsabilidad necesaria como para aguantar resistencias impertinentes pero absolutamente legítimas.

El conflicto ha implicado además el posicionamiento de otros intervinientes en la gestión de la ciudad, léase partidos políticos, que no han contribuido precisamente a relajar sino que han tensado todavía más la cuerda. Hay quien ha tenido que elegir bando y ha elegido el suyo en coherencia con su ideología. Pero también quien ha optado por aprovechar el conflicto para pescar en ese río revuelto donde los pescadores poco exigentes pueden encontrar ganancia. O quien ha optado por ponerse de perfil, intentando nadar y guardar la ropa, diciendo una cosa y actuando de forma contraria.

Al final sólo se consigue que el debate ya no responda tanto a la cuestión inicial como a la necesidad de demostrar quién manda y toma las decisiones en esta ciudad. Y así, parece quedar poco espacio para una solución que satisfaga a todas las partes implicadas.

A día de hoy, no son viables decisiones políticas que no estén compartidas por las personas afectadas y generen un rechazo tan absoluto y sin fisuras. Ninguna decisión será la correcta si llega por la vía de la imposición, resolviendo en falso una pugna entre gobernados indignados y gobernantes que deberían ser ajenos al rodillo político que ya sufrieron en propia carne.Sería lastimoso que al final todo se redujera a una demostración de fuerza que se lleve por delante el patio escolar. O a un ostentoso lavado de manos que deje a la ciudad sin otro centro de salud, absolutamente necesario.

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