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Vidas austeras e ingresos regulares que explicarían su patrimonio

El hermano sacerdote apenas gastaba; Angelita ejerció de enfermera y Carmen fue modista durante años

José Ortega Perales falleció el 23 de diciembre de 2016, con 96 años. Sin bienes. Su sueldo como sacerdote (y como funcionario de la Diputación de Valencia durante los años que ejerció de capellán en el hospital psiquiátrico de Bétera) fue engordando las cuentas de él y sus dos hermanas, puesto que en sus destinos parroquiales se caracterizó por una notable austeridad. Angelita, que murió el 11 de enero de 2018 con 91 años, ganó un dineral. Enfermera/ATS del ambulatorio de Xàtiva, hoy centro de especialidades El Españoleto, ejercía a parte como prácticante particular „Angelita la practicanta, la llamaban„ en su casa y también a domicilio. Finalmente, hace menos de un año, el 1 de abril de 2019 fallecía Carmen. Modista durante algunos años, también tuvo gracias a ello una relevante fuente de ingresos. Murió con 88 años.

Tres personas muy, muy contenidas a la hora de gastar. Buenos sueldos entrando puntualmente en una casa sin hijos; casi 30 años de pensiones desde que se jubiló cada uno de ellos, más una herencia recibida años atrás de una tía de los tres „también soltera y sin hijos„ explican perfectamente la fortuna que han legado las hermanas Ortega Perales a través de dos testamentos separados.

En todo caso, para justificar semejante patrimonio el sobrino se resiste a señalarlas como unas tacañas irreductibles. «Eran bastante avaras, sin duda. Pero por ejemplo viajaron mucho antes de ser ya muy mayores. Y tuvieron empleadas del hogar; daban dinero de vez en cuando a la Iglesia...», cuenta para Levante-EMV con el pacto de conservar su anonimato.

Como curiosidad, el sobrino de los Ortega cuenta que José, el sacerdote, fue «de vocación tardía». Tenía novia y era maestro. También trabajó en Muebles Pardo, de la Llosa. Su prometida se metió a monja. Y él sintió también la llamada la fe. Su antigua novia llegó a ser con los años abadesa del convento de Santa Clara de Xàtiva, templo en el que está enterrada. José tuvo como destinos pastorales Alpatró, Ontinyent, Albalat de la Ribera, Barxeta, Novetlè y la capilla del psiquiátrico de Bétera.

El sobrino, incluido en la herencia a pesar de que su notable desapego hacia la iglesia enojaba a Carmen y Angelita, asegura que lo suyo era «fervor religioso... y litúrgico» ya que no duda en señalar a sus tías como dos personas que «ya no asumieron el Concilio Vaticano II», bromea. Aquel hito, de 1965, marcó un punto de inflexión en la rigidez practicante a todos los niveles. «Ellas ya no llegaron...», insiste. Por otro lado, como recalcitrantes católicas que eran recordaban que el más justo peca hasta siete veces al día. De ahí la reserva de misas y rezos en sufragio de sus almas que se han garantizado.

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