Habrá que leer la «cartilla» a más de uno cuando todo esto del confinamiento termine y demos por terminada la cuarentena. Dentro de casa se ven las cosas de otra forma, lo que tiene sus ventajas y desventajas. Ventajas porque sirve para tranquilizar los ánimos si los nervios de la televisión nos hacen una mala pasada escuchando a los miserables que se aprovechan de la situación para intentar escalar un peldaño más en su ambiciosa carrera política. Miserables y cobardes personajes, algunos de los cuales huyen del fuego gracias a su privilegiada situación para esconderse en la madriguera donde se juntan todos aquellos que son incapaces de dar la cara. Gentuza que no conoce la palabra solidaridad pero saben de memoria la de ambición, y cuya desfachatez roza el insulto a la inteligencia de la mayoría de los mortales. Pero ellos viven en otro espacio; el de la insensatez y sus traicioneras actitudes en una sociedad donde dejan caer su odio y sus pecados.

Y desventajas porque provocan reacciones en forma de escritos como el que acabo de plasmar antes de este párrafo que en absoluto me tranquiliza, sino que hace tragar bilis en forma de paracetamol urgente que alivie el dolor de lo absurdo.

Pero tal y como comenzaba, habrá que leer la «cartilla» a los responsables también de no dotar con los suficientes medios a quienes están dando y han dado la cara desde el principio. El personal sanitario se queja, y con razón, de que les estén ninguneando mascarillas, guantes y todo aquello necesario para hacer su trabajo sobre todo con dignidad y efectividad. No es de recibo que en algunos centros de salud se haya «regalado» una mascarilla por sanitario y punto. Los responsables correspondientes piensan que les van a dar una medalla al ahorro si siguen con estas decisiones que no surge sino de los criterios personales. Pues nada, como hay nombres y apellidos tiempo habrá de citarles en el pasillo de los incapaces y ponerles firmes antes de decirles cuatro cosas a la cara, que ya debería ser roja de vergüenza.

Tiempo habrá de que nos expliquen los gerentes y dueños de los grandes supermercados como es posible que hayan puesto en peligro de contagio a dependientas y cajeras, obligándolas a doblar turnos y permanecer junto al público en general sin las mínimas medidas de protección. Todo ello antes de que Pedro Sánchez declarase el estado de alarma. Cómo es posible que se haya permitido que la impotencia de estas haya llegado al extremo del llanto incontrolado por no poder hacer nada al respecto, sino cumplir las órdenes de quienes les pagan y de paso siguen incrementando su patrimonio y sus beneficios. Habrá cosas y muchas más cosas que aclarar, y que cada uno cargue con su propia conciencia y su falta de solidaridad, comenzando por los miserables de los que hablaba al principio, que pretendieron cargarse la sanidad pública y ahora exigen medidas contundentes. ¿Se puede ser mas mezquino? Ya no todo vale en política y menos cuando se trata de la salud y la vida de las personas, pero supongo que eso no importa ni es razón suficiente para los buitres del poder. Esos que ahora hablan de que se les ha robado sus competencias territoriales. Seamos serios, por favor!!!

Excepto en casos muy puntuales, estamos cumpliendo con nuestro deber de estar en casa, de reflexionar hacia donde vamos y de donde venimos y cual debe ser nuestro papel en esta crisis sin precedentes. Y lo que realmente me duele, es no poder llevar mañana un ramo de claveles a mi cajera del super. Y agradecerle con una sonrisa todo su esfuerzo impagable. Pero tiene y siempre tendrá mi eterno aplauso como lo tienen los profesionales de una sanidad que siguen adelante. Y los bomberos, y tenderos, y gente anónima que vive para los demás. Eso sí que son héroes dentro del silencio de pueblos y ciudades que ahora vivimos.