La crisis causada por la Covid-19, parece haberse llevado por delante todo lo que ha pillado a su paso. Arrasadas las prioridades preexistentes, plantea nuevas urgencias con la vista puesta en el horizonte de esa «nueva normalidad» tan desconocida como ansiada. Asumimos como cierto, lo que no deja de ser una falacia; pues los nuevos retos tanto en lo personal como en lo colectivo, no eliminan los anteriores, ni los hace menos importantes de lo que lo eran antes, como es el caso del problema de la accesibilidad en Xàtiva.

El confinamiento impuesto ha facilitado que todos (salvo infractores e incívicos), hayamos vivido la experiencia de estar encerrados en nuestra propia casa, limitada nuestra libertad para desplazarnos, vetados en el uso de los espacios públicos y sujetos a condiciones y horarios. Esta experiencia, partiendo de una mínima dosis de empatía, nos puede acercar al día a día que sufren las personas con algún tipo de discapacidad y/o problemas de movilidad. Pero dista mucho de ser una realidad compartida, pues en el caso de la mayoría, se trata de una situación provisional, mientras que para las personas con movilidad reducida, la inaccesibilidad de Xàtiva es permanente. ¿Nos imaginamos ahora un poco mejor cómo es no poder salir de tu casa, ni acceder libremente a los espacios comunes y tener que depender de otros para moverte un día tras otro?

En diciembre de 2017 concluía el plazo que el Real Decreto Legislativo de derechos de las personas con discapacidad, aprobado en 2013, establecía para que las administraciones adecuaran tanto edificios públicos como medio urbano y transportes. Dos años y medio después de la conclusión del plazo de prórroga, Xàtiva sigue sin aplicar las medidas necesarias para garantizar la accesibilidad universal en la ciudad: la posibilidad de que todo el mundo pueda vivir, desplazarse por ella y utilizar los servicios sin ningún tipo de obstáculo. La cuestión es especialmente lamentable teniendo en cuenta que durante todos estos años han habido ayudas públicas suficientes para acometer las actuaciones necesarias y simplemente se han dejado perder.

Son inaccesibles los principales edificios públicos de Xàtiva, empezando por el propio ayuntamiento y siguiendo por la Casa de Cultura, el Museu de Belles Arts y el Almodí entre otros. También lo es el Gran Teatre, aunque las entradas a pie plano se consideren espacio accesible; y la Biblioteca y Sant Domènech, porque ambos edificios aunque disponen de elevadores, requieren de aviso y del auxilio de terceras personas para su uso. El caso de la Biblioteca es especialmente sangrante porque tal como denuncia la Plataforma per l’Accesibilitat de Xàtiva, tras ocho meses de obras el elevador instalado sigue sin responder a los criterios más elementales de accesibilidad universal. Tampoco la Casa de les Dones cumple: se inauguró sin adecuarse a la normativa en materia de accesibilidad, dado que no disponía ni de ascensor ni de baños adaptados; el elevador tardó más de un año en instalarse, pero los baños siguen en las mismas condiciones.

La misma realidad presenta el núcleo antiguo de la población, tomado por el tráfico rodado y con aceras imposibles, resulta prácticamente inexpugnable para las personas con movilidad reducida. Y lo mismo sucede con las zonas más nuevas de la ciudad. Un ejemplo paradigmático de ello es el barrio de La Bola, donde los vallados de los solares ocupan parte de las aceras y las farolas están plantadas en el centro de las mismas como auténticos campos minados de barreras. Esto junto a la altura de las mismas, las convierte en impracticables, incluso para personas sin problemas de movilidad. También es inaccesible el Bus público, y evidentemente el «trenet» turístico. El acceso a los espacios patrimoniales: Castillo, San Josep, Sant Feliu, se puede calificar de misión imposible. Cuestión aparte son las aceras tomadas como aparcamiento o por las terrazas de los bares, o los tiempos del «todo vale» de Fira y Fallas. Ya es simbólico que una medida de accesibilidad, «la baixaoreta», haya acabado convirtiéndose uno de los más apreciados divertimentos de la chiquillería xativina.

Si en algo han coincidido todos los grupos políticos que han ocupado el gobierno local de Xàtiva es en la ausencia de voluntad política y en la bajísima exigencia de competencia profesional a los técnicos municipales con responsabilidad en la materia. A estas alturas es evidente, que el problema de accesibilidad en Xàtiva no se puede achacar a la inexistencia de soluciones técnicas, ni a la suficiencia de recursos económicos: ha sobrado tiempo y se ha desperdiciado demasiado dinero.

Quizás se podría considerar excesivamente ambiciosa a la ciudadanía, si pidiera que Xàtiva se colocara a la altura de urbes como Vitoria, Ávila, Sabiñánigo o Terrassa; pero está en todo su derecho de exigir que por lo menos se cumplan los mínimos contenidos en la ley, primera obligación de cualquier administración. Los políticos locales a estas alturas deberían saber que el desconocimiento de la ley no exime de su cumplimiento. Porque no nos equivoquemos, esto no va de sensibilidad hacia un colectivo concreto, va de derechos. Y también va de reconocer que la población de Xàtiva envejece de forma paulatina y permanente y habrá que garantizar su bienestar; y de que son las mujeres, en su papel de principales provisoras de cuidados, las que más sufren el barrerismo de la ciudad.

En un momento además, en el que el Reactivem Xàtiva suena como un mantra, no convendría olvidar que difícilmente se pueden fiar las naves de la reactivación a sectores como el comercio, los servicios y el turismo, si la localidad carece de uno de los elementos indispensables a todos ellos: accesibilidad. En este sentido sería un error de bulto que las inversiones que se desarrollen por parte del consistorio no lo hagan considerándola un eje transversal necesario. El actual gobierno local celebra en estos días el primer año de su segunda legislatura, confiemos en que se convenzan eficazmente de que sin accesibilidad no hay igualdad ni derechos, y no resulte nuevamente una legislatura perdida para la accesibilidad de Xàtiva como ya lo fue la primera.