Presidente de la Diputació de Valencia franquista pero notable autonomista y defensor de la unidad lingüística de valenciano y catalán. Subsecretario de Estado con el ministro López Rodó pero ferviente demócrata. Tecnócrata del régimen pero editor de libros de Estellés y Fuster. La poliédrica personalidad de José Antonio Perelló Morales, abogado y economista, le llevó a ser un personaje indispensable de la vida política valenciana. Pero por corto espacio de tiempo. Ya a finales de los años 70 su rastro comenzó a perderse y jamás estuvo ya en la órbita de lo público; solo, fugazmente, en 1995 cuando el PSPV-PSOE de Xàtiva barajó su nombre como candidato a la alcaldía. Ha muerto en su domicilio de Valencia a los 93 años, según ha confirmado a este diario una de sus hijas. Dadas las condiciones del estado de alerta y por expreso de la familia, su funeral será en la estricta intimidad. Natural de Xàtiva, José Antonio era hijo de Francisco Perelló de la Peña, notario de Xàtiva, y de Josefa Morales Morales. Estaba casado con Delia Ferreres Carceller y era padre de Rosa, Francisco, Mª Jesús y Miguel Perelló, este último conocido productor de cine y televisión. Tenía seis nieto. Uno de los hermanos del ahora fallecido, el abogado Juan Manuel Perelló, murió el pasado mes de diciembre a los 90 años.

José Antonio Perelló fue procurador en Cortes (el equivalente a diputado) de 1967 a 1974 y presidente de la Diputació de Valencia de 1970 a 1974. También presidió la Real Sociedad Económica de Amigos del País y el Ateneo Mercantil de Valencia. A finales de los 70 formó parte de la comisión encargada de gestionar las transferencias al Consell del País Valencià, la futura Generalitat Valenciana. Uno de sus más extraordinarios méritos —poco conocido— fue presionar para que la Ford, que sopesaba València o Zaragoza como destinos, se instalara finalmente en Almussafes. «La Ford vino a España porque el Gobierno dio facilidades en materia de importaciones y exportaciones, pero el Ejecutivo se inhibió respecto a la localización concreta. Yo trabajé para que la Ford viniera a València ayudado sólo por Juan Omeñaca, director de la Sociedad para la Promoción de la Cámara de Comercio de Valencia», explicaba en una entrevista concedida a Levante-EMV en 2013. «En contra tuvimos al gobernador civil de Valencia Rafael Orbe Cano, que venía de ejercer el mismo cargo en Zaragoza, donde le apoyaban la diputación, la cámara de comercio, los bancos y todas las fuerzas vivas. ¡Ni se imagina lo que hizo Orbe Cano para que la Ford fuera a Zaragoza!», aseguró.

Pero traer la Ford a España no fue muy aplaudido por todos. «La izquierda me recriminaba que así favorecía a una empresa americana en vez de ayudar a las empresas tradicionales de la provincia de Valencia. Pero estaban equivocados. Con la llegada de la Ford se trataba de conseguir una inversión importantísima y obtener grandes repercusiones en tecnología y en la balanza comercial. Nuestra tradición de exportar productos agrícolas cambió y el vehículo pasó a ser el primer producto exportado. Y tengo que remarcar un aspecto: la Ford no encontró de mí ni una peseta. Lo único que hizo la diputación fue una carretera que pasaba por la Ford, pero porque la intensidad media del tráfico iba a aumentar de forma considerable y teníamos que salir al paso. Eso fue lo único que la Ford sacó de la diputación. Incluso recuerdo una reunión en Londres con los directivos de la Ford en la que tuve que levantarme y marcharme porque me plantearon no pagar los impuestos municipales y otras tasas a las que yo me negaba. Mantuve una postura rígida», contaba.

Verso suelto del franquismo, su defensa de la unidad de la lengua le granjeó la eterna antipatía de la derecha valenciana hasta el final de sus días y cavó su tumba política hace casi cincuenta años ya que el gobernador de Valencia, Oltra Moltó, dijo basta a sus escarceos aperturistas. «Organizamos una colección de traducciones de autores teatrales al valenciano culto, que son las Normes del 32. Iba a hacer eso, pero los radicales que defendían la separación de la lengua se lo dijeron al gobernador. Y yo fui a verlo. Recuerdo que irrumpí en su despacho y dije: «Entra el presidente de la diputación y va a salir José Antonio Perelló, pero me vas a oír». Fue cesado días después. «Le dije [a Oltra Moltó] que era un mal valenciano, que parecía mentira que una vez que teníamos un gobernador del País se comportara de ese modo, que era absolutamente intolerable que se hubiera sumado a la parte más radical y antidemocrática de las fuerzas políticas. No se pueden figurar la radicalidad, el autoritarismo y la intolerancia de Oltra Moltó. Con él era imposible subsistir», dijo.

La entrevista de 2013, de Paco Cerdà, era la primera que concedía «en más treinta o cuarenta años», llegó a admitir Perelló. El último acto público del que se tiene constancia fue su visita al MuVIM (Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat) en julio de 2017 acompañado del director, Rafael Company, y la subdirectora, Carmen Ninet, para contemplar su retrato oficial como presidente de la corporación provincial, el cual formaba parte de la muestra Las imágenes del poder. El primer edil socialista de Xàtiva entre 1983 y 1995, Miquel Calabuig, ha revelado una curiosidad. Pese a su desapego total de la política activa a partir de 1980, «siempre soñó con ser alcalde de Xàtiva. Quería serlo de verdad pero salvo ese intento de 1995 ya no se supo más de él», señala el exmunícipe. De hecho, Perelló vivía siguió viviendo en València.