El área sanitaria de Xàtiva-Ontinyent, con el hospital setabense Lluís Alcanyís como centro de referencia, ha sido la zona geográfica, superando la delimitación específica atribuida a las dos capitalidades comarcales, que ha cobrado protagonismo durante el periodo más complicado de la pandemia de la Covid-19 y el estado de alarma declarado por el gobierno de la nación. Esta área pasó a la fase 1 de la llamada desescalada una semana antes que otros departamentos sanitarios de la provincia de València, demarcación geográfica y administrativa en la que se encuentra. Sin embargo, tras cumplirse el preceptivo periodo de quince días, la zona no pasó a la fase 2 -sólo cabe confiar que basándose en criterios sanitarios y no en una forzada centralización, ahora valenciana, que antes había sido muy contestada en el ámbito nacional- y ha habido de esperar al conjunto de la provincia para avanzar de fase.

La provincia se ha erigido ahora como la circunscripción sobre la que se toman las decisiones para unos territorios diversos, heterogéneos y con una historia anterior a la configuración provincial, en cuya primera fase de formación logró emerger, por intercesión del diputado setabense en las Cortes de Cádiz Joaquín Lorenzo Villanueva, la «provincia de Játiva», aunque en pocos años la centralidad valenciana y alicantina, que entendieron que sustraía parte de sus territorios y rentas, reaccionaron alarmadas consiguiendo su desaparición, al igual que en el ámbito eclesiástico no permitieron la recuperación del obispado visigodo setabitano.

Una de las lecciones que se pueden extraer de esta situación de crisis es que existen áreas territoriales, inferiores a la provincia y superiores a una forzada, artificiosa y nonata comarcalización que, como en el caso del área sanitaria de Xàtiva-Ontinyent, han mostrado una buena capacidad de gestión y han superado las dificultades de manera aceptable. En ello ha tenido mucho que ver el factor de equipo humano y también subyace un sentimiento de pertenencia a un territorio en el que sus pueblos se han sentido muchas veces unidos, con vínculos culturales, económicos, sociales e incluso sentimentales con la ciudad histórica erigida como cabecera. Tal y como todavía se puede leer en el expediente sobre aquella «provincia de Játiva», custodiado en el Archivo Municipal, el apoyo explícito a su creación por parte de los pueblos que la conformarían, reconociendo las virtudes de la ciudad para su capitalidad, fue una baza importante y destacada para impulsar el proyecto.

La extensa área histórica y funcional de Xàtiva aún se mantiene en divisiones administrativas tales como la junta electoral de zona, la demarcación forestal, de Hacienda y recaudación, o de tráfico y seguridad vial, entre otras. Pero el peligro de la pérdida de influencia de la ciudad es manifiesto. Así ocurrió, en el año 1988, la reducción del partido judicial de Xàtiva en beneficio de los de Alzira y Ontinyent, a través de una regulación estatal de la planta y demarcación judicial. Ello ha imposibilitado la creación de nuevos juzgados en la ciudad o el disponer de Fiscalía o juzgados de lo penal, algo que hubiera sido factible de haberse mantenido el número de pueblos, además más cercanos a Xàtiva y vinculados tradicionalmente a ella.

El esfuerzo en esta nueva época que parece que comienza ahora, tras esta situación excepcional provocada por la emergencia sanitaria, pasa por afianzar estas distintas y amplias demarcaciones territoriales vinculadas a la ciudad para crear un nodo de futuro en el ámbito sanitario, económico, social y administrativo que beneficie a todas las poblaciones incluidas y sirva como revulsivo para crecer de modo sostenible, optimizando la gestión desde el mejor y mayor conocimiento local, generando riqueza, reteniendo y atrayendo población joven y talento. Y en este proceso, que debe ser irrenunciable para Xàtiva, la capacidad de liderazgo de la ciudad como referente del área es fundamental e imprescindible.