Vayamos por partes. La campaña que están llevado a cabo entidades ciudadanas y colectivos profesionales de «Yo compro en Xàtiva» ha tenido tanta repercusión que junto a ella han aparecido iniciativas como las del ayuntamiento setabense, que se engancha al carro incentivando la compra mediante la aportación presupuestaria de que usted compra un bono por 20 euros y lo cambia por 40. En este caso sí que parece que exista eso de «duros a quatre pessetes». La iniciativa que surge de una reacción popular, debería haber estado presente, patente y efectiva desde hace décadas, cuando el comercio local comenzó a morir y sigue muriendo. La plaza del Mercat se convirtió en un nido de pubs y el Carrer de les Botigues en su sucursal. Podemos ir enumerando todo aquello que desapareció y nunca más volvió. Tiendas con sabor a siempre que murieron sin recibir siquiera la extremaunción, y que formaban parte de la historia de Xàtiva.

Pero ese hecho no llegó a hacer cuajar ninguna revolución, sino mantener vivas las esperanzas de que todo cambiaría en algún momento. Pero, ay amigos, era el sueño de una noche de verano, porque nombres como La Campana, La Casa de los Fideos, Confecciones Alfredo, Chari, El Poal, Vernia, Floro, Margallonero, Bodegas Llopis, La Guapa (con el recordado Pepe al frente) y otros tantos nombres que no cabrían en este artículo se fueron, llevándose sus perfumes hasta el más allá, donde mandan los silencios.

Y se celebró con alegría desbordante la llegada de los grandes, los poderosos, los que pagan una maratón en València y su señora esposa adquiere una escultura de Jaume Plensa para la Ciutat de les Arts i les Ciències. Los que pagan las nóminas del Vila-real y los que se pelean por tener la nave más grande en el polígono de la carretera de la Llosa. Grandes superficies que llegan con el visto bueno de las mismas autoridades que ahora se apuntan a las ayudas al comercio local. Mala combinación. Cuidado con los venenos si no los controlamos, que puede ocurrir como el del sapo bufo que mata por el placer de matar, inhalándolo fuertemente o chupándolo lentamente. En el caso de Nacho Vidal (presunto maestro de ceremonias del ritual), hubiese sido preferible otro tipo de chupada. Y no piensen mal que chupar significa mantener algo en la boca humedeciéndolo o disolviéndolo.

Puede ser un buen momento para tomar nota del asunto, y aparte de los 60.000 euros que robarán a la feria que nunca existió para destinarlos a bienestar social, queda mucha más pasta para revitalizar el comercio local como complemento a los bonos que se entregaran. La feria dejará una considerable cantidad que podría tener destino inmediatamente. Sin pocos trámites, si exceptuamos el comprender que ya va siendo hora de plantar cara a los que creen que mandan en todo. El comercio local es el futuro local y hay que remontarse a décadas cuando Xàtiva fue pionera en una campaña donde se entregó un millón de las antiguas pesetas a un comprador setabense. Un millón era un millón, y aquella campaña, que parecía relanzaba para siempre nuestras tiendas y establecimientos, murió también cuando le llegó la hora. Demasiado pronto.

Hay que establecer ayudas puntuales a un comercio que necesita reengancharse a la vida, a los servicios que siempre han ofrecido y debería hacerse sin miedo sino todo lo contrario; para que tengan las mismas armas con que hacer frente a la supervivencia.

Y además dejar votar. ¿Votar? Sí. Un concejal de Benaguasil, que quiso ser cabeza de lista por el PSOE y terminó encabezando una lista independiente, propone que quienes reciban ayudas públicas no puedan votar. Ayudas a la vivienda, al pago de la luz, a las subvenciones, etc. El pajarito este asegura que hay países (no dice cuales) que no permiten el voto por entender que cada ayuda es un voto que gana quien entrega.

Este es el nivel de algunos. Resulta que los ayuntamientos que ahora están haciendo un enorme esfuerzo por ayudar a las personas que peor lo están pasando por el coronavirus, lo hacen para ganar votos, no porque sea su obligación ayudar a sus vecinos.

Esta sucia política continua marcando la vida social de pueblos y ciudades y lo que es más grave es que nos estamos acostumbrando. Quizás sea el momento de volver a los orígenes y limpiar de tanta suciedad las cloacas que nos rodean.