Pasadas ya unas semanas desde el inicio de esta llamada “nueva normalidad” el panorama de la situación turística en la ciudad, inmersa ya en este raro periodo estival motivado por la pandemia de la COVID-19, en el que se suponía que un lugar como Xàtiva reunía las condiciones idóneas por ser un potencial destino de interior no masificado y con grandes atractivos históricos, culturales, gastronómicos e incluso naturales para convertirse en un competitivo destino turístico, es ciertamente decepcionante.

Más allá de las rimbombantes declaraciones de la máxima autoridad municipal, alejadas totalmente de la triste realidad y gestión turística setabenses, en las que afirmaba que se está buscando posicionar Xàtiva como el principal destino turístico del interior valenciano —un brindis al sol que se diluye como el humo y cae por su propio peso ante ejemplos como Morella, Segorbe, Requena, Villena o Orihuela— el análisis serio y documentado es sencillamente desesperanzador.

Y todavía lo es más cuando, dejando al margen la política turística “de ir por casa” del equipo de gobierno municipal —continuista, por otra parte, de las que se han llevado desde hace ya demasiados decenios—, las propuestas de la oposición al respecto simplemente no existen o, si se hacen, no contemplan solucionar, en primer lugar, las carencias sistémicas de la oferta local en cuanto a infraestructura básica y una mínima dinamización de la actividad y el gasto que pueda ayudar a sentar la bases de un desarrollo turístico futuro viable y sostenible.

Sí, está bien, tras leer en la prensa las últimas tendencias para destinos turísticos maduros en esta época de alarma sanitaria, proponer un área para el turismo de autocaravana en Xàtiva, pero tal vez antes habrá que pensar en impulsar de una vez por todas la raquítica oferta de alojamiento reglado en el conjunto histórico —el principal activo de la ciudad— con lo que ello conlleva de creación y atracción de empresas, puestos de trabajo en la ciudad, contribución impositiva a las arcas municipales y gasto turístico asociado. Y una vez conseguido el objetivo, por supuesto que toda oferta complementaria será bienvenida, pero en Xàtiva ya es un mal endémico construir sobre su potencial, tan loado por todos, la casa turística por el tejado.

Son positivas también las ayudas directas a los alojamientos turísticos locales por la pérdida de ingresos durante el estado de alarma, pero hay que corregir los desajustes —insistiendo en la promoción y fomento de las adhesiones a los programas autonómicos de producto y calidad turísticas— que han provocado que muchos de ellos no hayan podido acogerse a las ayudas autonómicas, o incluso contemplar, desde un criterio experto y profesional, a todos aquellos agentes que se pueden considerar parte del sector turístico de Xàtiva y que generan empleo y riqueza, tanto directa como indirectamente. Eso sería, en definitiva, gestión municipal turística, con criterio y asesoramiento profesional externo si desde los puestos políticos se carece de conocimiento más allá de haber viajado alguna vez por motivos de ocio o trabajo, o si desde la organización interna existe una insuficiencia crónica de medios personales especializados, ignorando el know-how, bagaje profesional y años de trayectoria e interacción con operadores turísticos públicos y privados del escaso personal técnico municipal que ha demostrado saber de turismo y tiene formación en la materia.

Y así, se siguen produciendo situaciones absurdas e incomprensibles como que el restaurante del castillo, elemento ahora clave para alargar la duración y el gasto de las visitas al monumento y a la ciudad, que operaba perfectamente muchos años con sus instalaciones —obteniendo reconocimientos y distinciones—, después de una nueva adjudicación permanezca cerrado por unas largas y extrañas obras de adecuación, privando de su oferta al principal activo turístico de Xàtiva en la tan anunciada reactivación económica de la ciudad.