Conocí a Ann y Robert en el Archivo Municipal de Xàtiva. Buscaban datos históricos sobre la Casa Fabra, una propiedad que acababa de adquirir. Se trata del caserón que se alza en el número 5 de la calle Abad Pla de Xàtiva, que limita con el campanario de la Seo y la farmacia Artigues. Allí intenté explicarles en mi rudimentario inglés quiénes fueron los Fabra. Ismael Fabra Hidalgo fue el comprador que dio nombre a la propiedad. Ingeniero y farmacéutico, catedrático de instituto en Castellón de la Plana, curiosamente compró el caserón para jubilarse allí después de una larga vida docente, como los Lintonbon. En 1920 la heredaron su dos hijos: José y Vicenta Fabra.

José Fabra Torres, abogado, periodista y concejal azañista de Izquierda Republicana fue su morador más ilustre hasta que la represión franquista le quitó la casa, para dársela a su cuñado, un militar republicano que se pasó al bando de los sublevados tras el estallido de la Guerra Civil. La guerra dividió a muchas familias en España, como se sabe. Su hermana se vio en la tesitura de cuidar a su único hermano, soltero y sin hijos, al que llevaba comida a la cárcel, mientras su esposo ascendía en el ejército de Franco sin mover un dedo por José Fabra.

De todo ello dejó Fabra testimonio encriptado, en forma de obra teatral titulada Los lobos, una pieza llena de pseudónimos para esconder la identidad de los personajes reales que sufrieron represión en la Xàtiva de los años cuarenta. La escribió en el tiempo que estuvo en la cárcel. El personal del archivo le mostró el manuscrito, mientras explicábamos a Robert y Ann que la casa hizo funciones de imprenta, desde donde José Fabra editaba periódicos como el de Izquierda.

La sombra proyectada por la Colegiata de Xàtiva sobre su casa permitía al anticlerical del editor echarse grandes siestas en el zaguán situado tras el enorme portón de la propiedad, soñando con una España libre de curas y militares en la que triunfase un sistema político constitucional organizado en forma de república. Fueron ellos los ilustres propietarios de una casa familiar que volvió a la realidad del presente en épocas más recientes, funcionando durante un tiempo como restaurante.

A Robert y Ann les gusta visitar España desde hace años. Lo hacen por su cuenta para conocer la cultura del país de primera mano. Durante años han recorrido por carretera muchos lugares de la península, siguiendo la propuesta del guía Dorling Kindersley en su obra Back Roads Spain, manual que propone 25 rutas para conocer el país. En una de ellas presenta a Xàtiva como punto de partida y plantea un recorrido a pie de una hora por su casco urbano.

Junto al campanario de la Seu

Según el experto Pablo Camarasa, autor de Arquitectura civil en Xàtiva. Siglos XIII al XIX, la Casa Fabra ocupa una superficie de 534 metros cuadrados repartidos entre planta baja con semisótano, planta noble y andana. «Atravesando un arco rebajado de sillería que se apoya sobre dos capiteles invertidos se encuentra el patio, que mediante una escalera conecta todos los niveles del edificio», explica. Conserva algún elemento adscribible al siglo XVI pero sobre el inmueble se han practicado sucesivas restauraciones, como la cornisa del XIX o el azulejo hidráulico del XX, señala. La estructura original del edificio, en todo caso, no se ha visto alterada. Camarasa destaca la galería de arcos de medio punto de la andana que dota de luminosidad ese espacio.

«La construcción primigenia es anterior al levantamiento del campanario de la Seu, y prueba de ello es la disposición del edificio respecto al trazado urbano, sin ninguna linealidad al haber sido proyectada teniendo en cuenta un elemento hoy día inexistente: el anterior campanario [...] El derribo del primero y su sustitución por el actual modificó las calles» y de ahí su disposición irregular, concluye Camarasa en su inventario

La casa estuvo más de veinte años deshabitada hasta que en 2005 el empresario Javier Andrés, entonces propietario de Montsant, la adquirió y creó en ella el exclusivo espacio gastronómico Borgias Epoca, cuyo rotulo todavía se conserva pese al cierre del establecimiento hace diez años.

Como tantos otros británicos, Robert y Ann tenían un sueño, el de comprarse una casa en España donde retirarse. Y Xàtiva colmó pronto sus expectativas. La conocieron por primera vez en junio de 2014, y Robert recuerda que «era lunes por la noche. En la ciudad estaba ya todo cerrado, pero pronto respiramos en ella el encanto de la vieja Europa. Paseando por Xàtiva en el silencio nocturno, tuvimos la fuerte sensación de que aquel era el lugar donde podríamos establecernos y vivir el sueño de tantos británicos», evoca.

Les gustó el Castillo, la majestuosidad de la Colegiata y sobre todo les impresionó la gran cantidad de casas antiguas. Les encantó también, en palabras de Robert, «la avenida arbolada que atraviesa el centro de la ciudad». Además de respirar historia, tuvieron pronto numerosas razones para convertir la capital de la Costera en un lugar idóneo para vivir un retiro no muy lejos de Gran Bretaña.

Robert y Ann tienen una visión muy positiva de los servicios que presta la ciudad. Comentan: «descubrimos excelentes tiendas, cafeterías, bares y restaurantes. En general, hemos encontrado personal competente en las oficinas del Ayuntamiento de Xàtiva y organismos públicos. El hospital local es eficiente y encontramos que el nivel de atención es muy alto», señala ella. Otro detalle que les agrada de la vida comercial es su gran diversidad. Ann nos cuenta que «la mayoría de las cosas se pueden adquirir localmente, que es nuestra opción preferida, y si no, siempre tenemos la posibilidad de acudir a Valencia», añade. Otro motivo importante para ambos fue el carácter afable y hospitalario de los setabenses. Apuntan que «en nuestras visitas siempre hemos encontrado a los setabenses muy abiertos y sociables, lo que nos ha permitido hacer buenos amigos ya». Y destacan que, «además, Xàtiva ofrece cultura española, historia, gastronomía... que la convierten en una ciudad atractiva, con su excelente arquitectura de casas; el castillo, sus museos... la proximidad a Valencia y sus excelentes restaurantes, hacen de Xàtiva un lugar turístico ideal».

En su opinión, la urbe constituye un espacio ideal para vivir y relacionarse. «El tamaño de Xàtiva significa que puedes conocer gente. Es una ciudad real, en la que se vive. No es una ciudad dependiente de la temporada turística, ya que está llena de negocios durante todo el año. Hay muchos lugares para visitar. Es fácil llegar, ya sea en automóvil, avión o tren», explican Ana y su esposo. Y, como buenos británicos ávidos de sol, otro factor de atracción importante fue el clima. Robert expresa sus gustos en este sentido: «el clima de Xàtiva nos atrae. Queríamos vivir en algún lugar con buena temperatura durante todo el año, cielos azules, poca lluvia y sol brillante». Cosa que también gustó muchísimo a Ann, pero por otros motivos. Ella, como tantos setabenses también lo son, es una gran aficionada a la pintura, y ya se encuentra interesada en captar la luz y las diferentes tonalidades paisajísticas que ofrece la ciudad para la práctica de la pintura al aire libre.

También fue determinante para establecerse en Xàtiva, apunta Robert, la magnífica situación geográfica de la ciudad como nudo de comunicaciones ya que «está próxima a Valencia, tienes cerca el mar o la montaña. Pero sobre todo, las redes ferroviarias ofrecen enlaces directos a otras ciudades importantes. Y los aeropuertos de Valencia y Alicante están tan solo a una hora de distancia». Con todas aquellas ventajas, pronto comenzaron a pensar en adquirir una vivienda en el casco antiguo. «Nos encantó la Casa Fabra desde la primera vez que la vimos en 2014; claramente necesitaba mucho trabajo para salvarla de la ruina y convertirla en un hogar familiar. El problema principal era el diseño de la estructura antigua que implicaba pasar por habitaciones interconectadas. Su temporal conversión como restaurante hizo que fuera muy difícil identificar las estructuras originales y que pudiera reconvertirse en una casa adecuada para la vida moderna», explica. La operación se ha cerrado por unos 200.000 euros.

El proyecto de convertirla en residencia es bastante arduo, y requiere de tiempo y dinero. «Tenemos experiencia en la renovación de propiedades antiguas en Inglaterra», explican los Lintonbon. «Así que continuamos viendo otras casas durante los siguientes años sin descartar esta, pero no intentamos comprarla debido al trabajo que necesitaba y a nuestra falta de tiempo para iniciar un proyecto tan costoso y delicado». Tuvieron paciencia y supieron esperar. «El año pasado pudimos vender nuestro negocio y retirarnos. Y con el capital y el tiempo requerido, decidimos iniciar el proyecto para insuflarle vida, y que dejase de ser un espacio muerto. Cerramos la operación de compra de la casa en agosto de 2019», detalla la esposa.

«Hay mucho donde elegir»

La recuperación de la Casa Fabra no debe ser una excepción. La conversión de antiguos caserones en viviendas modernas puede ser una gran opción para la rehabilitación y recuperación de los centros históricos altamente deteriorados. Así lo apuntan, Robert y Ann. «Observamos muchas propiedades antiguas en Xàtiva; hay muchas posibilidades para emprender proyectos de rehabilitación de mayor o menor envergadura. Las posibilidades son inmensas; hay mucho donde elegir», resumen. Además, proponen que mejorar el conocimiento de la historia del edificio. «Algunos tienen signos exteriores pero muchos no. Podrían tener códigos QR en la fachada que brinden información», proponen.