este pasado lunes entraba en servicio la primera oficina del Monte de Piedad, impulsado por la Fundación Caixa Ontinyent. Inicialmente el proyecto es toda una incógnita. Pero de lo que no cabe duda es que su objetivo es el bien común. Es el mismo fin que animó en 1884 a los fundadores de la Caixa. La antigua Previsora estuvo prestando dicho servicio hasta 1964. Y ahora lo recupera, a través de la Fundación Caixa Ontinyent. Así, 56 años después, vuelve a sus raíces. Pero con un aval de 80 años de servicio y «con un aire totalmente renovado, actual, moderno y novedoso», explican los impulsores.

Todo un hito para Ontinyent, que de los nueve montes de piedad y 25 oficinas existentes en España (estas solo en algunas capitales de provincia) suma ahora el suyo. La oficina abierta en la calle Pío XII tiene un carácter, inicialmente, provisional. Ya que si se cumplen los planes de hace unos años, cuando empezó a gestarse, su ubicación definitiva sería el antiguo edificio del Banco de València. Donde también se instalarían las dependencias de la fundación. Pero la situación actual de pandemia, unida a la posible tardanza en rehabilitar el antiguo inmueble, propiedad de Caixa Ontinyent, llevó a sus directivos a que la fundación activase con prontitud dicho servicio en la mencionada calle. El colofón del proyecto lo expuso bien clarito su presidente: «poner a disposición de la sociedad todos aquellos recursos que pueden contribuir a un mejor desarrollo social y económico», según palabras de Antonio Carbonell días atrás para dar la bienvenida a esta idea.

El largo proceso de renovación de los órganos de la caja. Pero no es ésa la única actualidad interesante en el seno de la caja. En pleno proceso de renovación de los órganos de gobierno de Caixa Ontinyent, sobrevino la crisis de la pandemia y éste tuvo que suspenderse. Una renovación que tenía prevista el cambio de mandato de su actual presidente, Carbonell.

La declaración del estado de alarma llegó cuando ya finalizaba el primer periodo electivo. Pero dejó tras de sí heridas sin cerrar. A consecuencia de la elección de los dos consejeros generales que le correspondía designar a la Fundació Universitària de la Vall d'Albaida, un proceso que „conviene recordar„ resultó altamente conflictivo al imponerse los candidatos que presentó el alcalde, Jorge Rodríguez, quien como presidente de la FUVA hizo valer su voto de calidad ante el empate técnico entre las dos candidaturas presentadas. Fue un resultado que aún hoy colea. Por las sombras que se derivaron. Entre otras cosas, porque Ateval y Coeval, que delegaron su voto en el alcalde, incongruentemente después emitieron un comunicado solicitando "consenso". También ha sembrado muchas dudas la abstención, en dicha votación, de los tres representantes de Caixa Ontinyent en la FUVA. Ya que, a la postre, significaba un voto a favor de la de Rodríguez y en contra de la candidatura defendida por la Universitat de València, UGT, CC OO y la Mancomunidad de Municipis de la Vall. Aunque la presentación de candidaturas para la renovación de cargos de los órganos de gobierno empezará el próximo 7 de septiembre, no es previsible que el resultado final se alcance hasta la primavera de 2021.

Entre tanto, quien tiene que terciar en un asunto tan trascendente es el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, al que se le presenta una opción: acertar al respaldar, seguramente, al candidato mejor preparado para ejercer de presidente en toda la historia de la entidad de ahorro, que no es otro que el catedrático José Pla. Un socialista que llegó a ejercer de concejal en Ontinyent en los años 90. Pero al que una serie de malentesos, ahora, pretenden apartar del cargo pactado con Carbonell. Al igual que hizo el último presidente socialista, Ricard García, en el año 2000, con su vicepresidente, el entonces representante del PP, Rafael Soriano. Al parecer, la persona clave en resolver todo este meollo será la actual secretaria autonómica de Economía, la ontinyentina Rebeca Torró.