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El «pòrtic» de nuestras fiestas

El «pòrtic» de nuestras fiestas

Escribo esta columna el día de Sant Feliu, festa hasta el riu y un día después de lo que se venía en llamar «el pòrtic de les nostres festes» que se inventó allá por los años 80, lo cual nos da una idea de lo que ha llovido desde entonces, pero las frases geniales y las definiciones acertadas perduran en el tiempo. Y perduran hasta tal punto que a la frase se le añade una actuación folklórica y un concierto de la Vella y la Nova (y van?) aunque sea en la Plaça del Mercat, y ya tenemos el pòrtic. Ale, a protestar en las urnas que aquí no hay sitio para todos. Horas antes del pòrtic se anuncia que no habrán fiestas de calle este año y no por ello resurge un valle de lágrimas ni suicidios colectivos. Como mucho se cabrea el personal porque tampoco habrán subvenciones y eso si que toca la moral.

Festividad de Sant Feliu, (¿porqué habrá tan pocos Feliu en la ciudad y tantas Nieves por conocer?) la vieja y la nova Xàtiva se visten de silencios colectivos para encerrarse en casa ante la llegada del intruso de 44 grados a la sombra. Seguro, pero seguro, que alguna neurona nos afecta tanto calor traicionero.

Así, tranquilitos, da tiempo de pensar en que no habrá festividades multitudinarias en varios meses, pero no se escaparan escaramuzas de vez en cuando. No habrá Fira d'Agost pero habrá «cinema a la fresca» en el jardín de Sariers o en la plaza del Raval, que como son más reivindicativos que nadie, ejercen de eje transformador y dejan con el culo al aire a los de la zona de Sant Pere, que por no tener no tendrán esta vez ni una triste albà que tirarse a la boca. No habrá inauguración ni cloenda de la «millor fira del món», calificativo que lo hizo famoso un viejo alcalde pero nunca nadie demostró la veracidad de tal afirmación. Que somos «chuletas» por naturaleza. Eso es lo que pasa.

Mejor que nada subiremos a Bixquert para contemplar el castillo de fuegos que se nos promete como la leche en salsa, lo mejor de lo mejor. Y seguro que algún que otro de por ahí se nos presenta de repente de forma clandestina alguna noche que miremos las estrellas esperando una de esas fugaces que traen los deseos. Traidores hay en todas partes y algún que otro alcalde macarra de por ahí querrá hacer frente al protagonismo de la capital de la Costera.

Eso si no han cogido el coche y con el aire acondicionado a toda pasta huirán hacia los brazos de Morfeo de las cálidas playas de aquí cerca, contaminadas y petadas de gentes de la meseta. Pero cuidado con bajar la ventanilla del vehículo y apoyar el codo en plan chuleta de «aquí me las traigan» que como te pillen los maderos te sacaran 200 euros del ala. No es broma, pero algunas nuevas normas de circulación son de juzgado de guardia, que solo pueden aplicar esa guardia civil colocada en una curva traicionera como cualquier inspector de hacienda. Si se trata de recaudar han dado en el clavo.

No como antes, que cogías el 600 con 6 ocupantes, 5 bolsas, el perro, los neumáticos del camión Barreiros que servían de salvavidas en la playa, y ale, caminito de Tavernes. Llegabas en dos horas y media pero llegabas. Eso si no tenías la suerte (como un servidor) de tener tío de profesión chofer, como el tío Alfredo, que conseguía un coche de los años 40, bautizado como La Paquera y proponía una escapada a Benidorm. ¿Una locura? Era algo más que eso, pero llegábamos, puedo prometer que llegábamos, con la abuela Rafaela que también venía, aunque mi memoria comienza a fallar si trato de ordenar los recuerdos. Tal vez por alguna traidora insolación cogida por el camino.

Viene todo esto a cuento de que este año el «pòrtic de les nostres festes» ha sido únicamente el «pòrtic». Es como si te dan a chupar un caramelo pero te roban de inmediato la esencia de la cantidad. Eso no se hace, hombre, porque te engañan como a un tonto. Será un agosto diferente, muerto, como la primavera que nos robamos todos hace casi nada. Será un agosto de silencios que nos hará recapacitar de la nuestra «millor fira del mon» o tal vez sirva para dejarla amontonada con el grupo de objetos perdidos que se perdieron por el camino del olvido. Se perdieron ante los sentidos precoces de una adolescencia que recuerda a Fira, a coches de choque, a algodón de fresa, al meló d'alger, al señor Pepe y les figues de pala, a la tormenta traicionera del día de la clausura, a ciudad resacosa y sin rumbo, que únicamente pensaba que quedaban muchas cosas por hacer. Todo quedaba para después del agosto. Era una ley no escrita.

Ah¡ dicen que Raimon ha dejado su legado a la ciudad y si no dicen nada más será a cambio de nada. Solo por el amor hacia su tierra, su horta i el secà. Pero me comprenderán si digo que estando como estamos, eso es otra historia. O a mi me lo parece.

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