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Negocio familiar

El horno de Millares vuelve a pedir ayuda

La única panadería del pueblo busca nuevos titulares para salvar el negocio y mantener un servicio vital frente a la despoblación

El horno de Millares vuelve a pedir ayuda

Vivir en un pueblo pequeño tiene sus dificultades. De ellos, parece que solo se escriba para alertar de los peligros de la despoblación. Exigen cierto compromiso. Y compromiso es lo que pide ahora el histórico Horno Filiberto de Millares, el único de esta pequeña población de interior de la Canal de Navarrés de apenas 350 habitantes y sobre el que pesa esa palabra que parece una condena. Dos años después de que sus propietarios originales se jubilasen, su hija Lorena Galdón vuelve a lanzarse a la búsqueda de que otros panaderos hereden el Horno Filiberto y regenten uno de los establecimientos que siguen bombeando vida por las calles de Millares. Asegura que es un negocio rentable, como han probado quienes han sido sus regentes desde 2018, pero que, como se ha escrito, requiere compromiso. Con el producto, con la clientela, y con Millares.

Como hiciese hace dos años, Lorena ha vuelto a echar mano de las redes sociales para lanzar una campaña a la búsqueda de arrendatarios que procuren una nueva vida para el Horno Filiberto. Con una publicación en Facebook que ayer superaba los 460 compartidos, ya le han llegado ofertas. Determina que quiere asegurarse de encontrar a los panaderos «idóneos» para ofrecer un buen servicio en el horno. En este sentido, cuenta con unos candidatos, una pareja de Benetússer, panaderos de toda la vida, que están a la espera de traspasar su local para mudarse a Millares y adoptar el Horno Filiberto. Pero, aún sin ningún papel firmado, Lorena no cesa en la búsqueda de otros candidatos: «Puede pasar cualquier cosa y no podemos arriesgarnos a nada».

El extremo cuidado en la convocatoria de arrendatarios y el ahínco que Lorena imprime en su búsqueda no responde a una voluntad empresarial para explotar el negocio de sus padres. Como hace dos años, alquila tanto el negocio como la vivienda del mismo edificio por 500 euros al mes; el gasto que supondrá reformar y rehabilitar el establecimiento, añade, es superior a lo que ingresó en los dos últimos años. Su empeño viene más bien por un genuino amor por Millares, su pueblo, y el convencimiento de que el cierre definitivo del Horno Filiberto sería un clavo más en la tumba de la localidad. La revitalización del negocio, por contra, supondría un motivo para la esperanza en un lugar que necesita de estos pequeños rayos de luz.

Luchando por el pueblo

Y es que la realidad es tozuda.Más allá de las cifras de despoblación —ralentizada desde 2017, pero meteórica a treinta años vista: pasa de 795 habitantes en 1990 a 345 en 2019—, se dan otras circunstancias: «En pocos meses han cerrado el Bar La Plaza, el único albergue de la localidad, y el Horno Filiberto está en busca de nuevos dueños», sintetiza Lorena. Los vecinos se resisten a simplemente aceptar esta dinámica, y tratan de revertirla. Ella, con su lucha por el Horno Filiberto. Su amigo David Sánchez, tratando de reabrir el bar de la plaza, de sus suegros. «Son establecimientos que dan vida a las calles, y que una vez en funcionamiento no dejan de retroalimentarse. Que estén abiertos es algo vital para el pueblo», significó Lorena. No rehúye la crítica al gobierno municipal, por lo que considera dejadez en aspectos como la puesta en marcha del albergue —cerrado desde hace tres meses— y por desviar a otros gastos las partidas destinadas a combatir la despoblación. No obstante, el compromiso vecinal y la lucha activa por la revitalización de la vida social les lleva a seguir creyendo. La vuelta del Horno Filiberto y de sus tortas de aceite y sal, plato típico por antonomasia de la localidad, sería otro motivo para la esperanza.

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