Desconozco si confinaran a los de la Meseta cuando escribo este artículo. Desconozco si habrán confinado también a su presidenta por, digamos, incompetente e incapaz, inútil y tontorrona, y sobre todo peligrosamente suelta y sin control, para decidir sobre la salud de los ciudadanos. Para decidir sobre la vida y la muerte por muy fuerte que parezca, y de seguir empeñada en pasar a la historia como la Heidi de las montañas nevadas que desde su apartamento —regalado por la cara—, toma decisiones que para cualquier otro delincuente serían motivo de cárcel. Por eso digo que desconozco si la habrán confinado, porque si eso ocurre, el país respirará por debajo de las mascarillas, y el partido que la eligió deberá dar, algún día, alguna explicación convincente de cómo se puede llegar a ser algo no valiendo para nada. ¿Nuestra salud en manos de quien nada sabe?, pero, ¿dónde hemos llegado?. Ah, claro, la culpa será de Pedro Sánchez y de los independentistas que junto a Bildu, Rufian y Torra quieren cargarse la Constitución. Digan rápidamente la última frase y se reconocerán en Inés Arrimadas. Tenemos aprendida la cantinela como los tebeos del Capitán Trueno allá por los años sesenta.

Tengo un amigo en Vallecas de esos que cantan «yo no le temo a la muerte porque minero nací» que se pregunta cada mañana cuando se levanta como se come lo de irse a trabajar cada día a los servicios de limpieza del centro de la capital enseñando un papel, y cuando vuelve no puede tomarse una cerveza en el bar de Paco. No entiende como logró pasar por Fuencarral ante tal aglomeración de gentes, y en su calle, la calle de San Bernardo, está más vacía que el cepillo de la iglesia, y ni siquiera se escuchan las discusiones a viva voz de porqué el Rayo bajó a segunda en la temporada 2015-16.

«Eso son clases y lo demás tonterías», le susurró al oído otro conocido que esperaba para echar mano a las ultimas rebajas de Louis Vuitton. En San Bernardo los casos eran de 969 por 100.000 y en Fuencarral de 958, pero nadie se atrevió a cerrar este último distrito. Que la presidenta es tonta, pero no se la dan con queso, y molestar a quien no debe no figura en los deberes de su partido. Es fruta prohibida que se disimula perfectamente con banderitas de España. Una vez más los símbolos se apropian impunemente.

Y es que en esto de confinar o no confinar, prohibir o no prohibir, hay todavía mucha tela que cortar. Por estos lares el concejal de movilidad de Xàtiva Juan Giner decidió no hacer la «bicicletada» dentro de la semana de la movilidad. ¿Razón? La terrible pandemia que nos azota. Giner tomaba esta decisión mientras quien escribe este articulo recuperaba la gratificante costumbre de echar la interminable siesta viendo el Tour de Francia por el Teledeporte. Hombre, que no es lo mismo que corran niños que profesionales en el Tour. ¿Perdona? Tu desconfianza me mata.

Si se toman estas decisiones, o se toman en conjunto o no se toman. Se suspende un acto como ese y al mismo tiempo se anuncia que unos pocos días después vuelve a circular el trenet por las calles de Xàtiva y se organizan grupos de visita a la exposición de Andreu Alfaro y al castillo setabense. Debe ser, pienso yo, que se tiene al virus controlado y se sabe donde está y donde no. En la Casa de la Ciutat debe estar permanentemente cuando todavía se están celebrando los plenos telemáticamente, pero se consienten las misas. Pero bueno, que mi amigo de Vallecas sigue sin entender porque puede trabajar en un peligrosísimo lugar y no puede tomar una caña en su calle de siempre, y mientras vuelve a casa recuerda las discusiones del porqué del descenso del Rayo aquella temporada pese a haber ganado en la última jornada al Levante por 3-1 en Vallecas. Con Paco Jémez en el banquillo. Los granotas le acompañaron en el descenso.

Y cuando entra en casa sigue pensando como puede estar la salud en manos de incompetentes tarados, y deja solitaria y triste su mascarilla en el perchero. Mañana será otro día y ya veremos que sorpresa nos espera.