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LA CIUDAD DE LAS DAMAS

El Día Después

El Día Después

En el día después de aquel en que todo el mundo se esfuerza en manifestar su rechazo a la violencia sobre las mujeres, poco queda por decir. Este año, como todos, con pandemia o sin ella como debe ser, ha habido una acumulación de mensajes de esperanza o de crítica, en plan guerrero o pedagógico, provenientes no solo de las instituciones, sino de la sociedad en su conjunto.

Son necesarios pero insuficientes. Numerosos pero no unánimes. Apasionados pero no contundentes. Vaya por delante que el ruido es preferible al silencio. Ese silencio de muerte que durante décadas ha reinado en este país que miraba impávido e imperturbable a las mujeres asesinadas y lo achacaba a factores propios de ese carácter español, tan celoso y posesivo, asumiéndolo casi como un rasgo distintivo e inevitable. Eran los tiempos en los que las mujeres maltratadas acudían a las comisarías y recibían un sermón contemporizador del policía que les recomendaba paciencia, sumisión y sobre todo, la vuelta al hogar que debían seguir sosteniendo, sobrellevando con resignación al animal con el que tenían convivir.

Desde entonces ha llovido mucho. Tormentas y tsunamis se han llevado por delante a mucho sepulcro blanqueado acostumbrado a lavarse las manos con las que tiraba sucias piedras a la dignidad y la credibilidad de las mujeres. Y es de destacar la importante labor desarrollada por el movimiento feminista, por asociaciones de mujeres que en Xàtiva, como en otros municipios, han trabajado, a veces como modestas hormigas, a veces como rinocerontes enfurecidos para cambiar un ideario colectivo que hoy se rebela contra el maltrato sobre las mujeres y no quiere consentir que envenene la experiencia vital de las niñas y jóvenes de hoy. Ellas han modulado el discurso de partidos políticos, con más o menos sinceridad y compromiso encontrando en algunos casos firmes aliados y otras no tanto. Ellas han cambiado el imaginario popular desmontando falsos mitos, al describir con veracidad y realismo la pesadilla que muchas mujeres soportan hasta que logran abrir una ventana de esperanza.

Y es que la realidad no admite negociación. La encuesta del Observatorio contra la Violencia machista afirma que una de cada dos mujeres del país, el 50 % del total, 11 millones de mujeres mayores de 16 años, han sido objeto alguna vez en su vida de violencia sexual, aquella que sufren las mujeres por el hecho de serlo. Que admite muchas gradaciones porque no es lo mismo tener que aguantar que te soben en el trabajo que sufrir una violación en manada. Ni es lo mismo que publiquen contra tu voluntad fotos íntimas a que pretendan quemarte viva junto a tus criaturas. En cualquier caso, no es justo, no es permisible que la mitad de la población esté expuesta a sufrir alguna de esas terribles experiencias.

Para evitarlo, para erradicar ese terrible modelo de sociedad en el que algunos hombres —solo algunos pero siempre demasiados— asesinan, maltratan, violan o causan daño a las mujeres porque creen que hay algo en su naturaleza que les autoriza a ello, bienvenidos sean los días internacionales, los discursos, las condenas y promesas.

Pero hace falta que duren mucho más allá del día después y repercutan en acciones eficaces, como la financiación en los presupuestos de todas las administraciones de los recursos necesarios. En Xàtiva duele ver la infradotación de personal del Juzgado especializado en violencia de género o los escasos recursos municipales existentes para la asesoría legal y acompañamiento especializado de las mujeres que precisen ayuda.

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