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Xàtiva se vacía pese a la falta de controles en el primer día de cierre

El tráfico de coches y personas se reduce aun sin efectivos policiales a las entradas de la ciudad

Colas a la entrada del centro de salud de la avenida Ausiàs March de Xàtiva, en una imagen de ayer por la mañana | LEVANTE-EMV

Algunos viandantes caminan por la calle Abú Masaifa de Xàtiva, ayer por la mañana | LEVANTE-EMV

Si la de ayer hubiese sido una mañana normal, todas las plazas de la zona azul en Xàtiva hubieran estado ocupadas por los vehículos de visitantes de municipios vecinos, de visita en la ciudad para realizar sus compras. Pero no era una mañana normal, sino la del primer día del cierre perimetral de Xàtiva, una de las siete localidades del territorio de las tres comarcas que durante las próximas dos semanas vivirán un confinamiento más estricto, ordenado por el gobierno valenciano para detener la escalada de contagios de coronavirus. En un día gris, bajo la lluvia de la borrasca Filomena, la actividad en las calles de Xàtiva se redujo prácticamente a la mitad, como bien atestiguaban las decenas de plazas de aparcamiento libres. «Normalmente, aquí a las siete de la mañana ya está todo lleno, pero hoy he podido aparcar a la puerta», hacía ver el tendero de uno de los comercios de la avenida Gregorio Molina. Fue la ciudadanía la que cumplió, motu proprio, con la restricción de movilidad, ya que los controles por parte de las fuerzas de seguridad para asegurar el cierre perimetral brillaron por su ausencia durante varias horas.

La falta de efectivos policiales a la vista era precisamente la comidilla en las calles, ayer por la mañana. Uno podría haber ido desde Enguera o la Llosa de Ranes al centro comercial Plaza Mayor de Xàtiva sin encontrar ningún punto de control. Había quien recordaba cómo en septiembre el confinamiento perimetral de Benigànim se aseguró con dispositivos policiales en todas sus entradas. Aquella imagen distaba con la de ayer, según atestiguaba un conductor de autobuses, que no se encontró con ningún control en su ronda matinal entre la Costera y la Vall d’Albaida. Con todo, los vecinos y vecinas de la comarca fueron consecuentes con las prohibiciones anunciadas, y si alguno se las saltó, fue excepción.

«Xàtiva es un pueblo de servicios, un centro de comercios al que viene mucha gente de los pueblos de alrededor. Hoy se nota que no han venido tantos, quien entra a la tienda es vecino de aquí» explicaban Juan Carlos y Reme, tras el mostrador de la Carnisseria Juan Carlos. «Pero los que trabajamos en la alimentación no podemos quejarnos, al final se ha respirado cierta normalidad», aseveraba la pareja. Coincidía en ello Isabel, dependienta en una tienda de productos ecológicos. «Tenemos clientes de fuera que vienen todas las semanas, y que desde hoy no podrán. Pero una base siempre va a quedar». El resto de comercios, de productos no esenciales, acusaban más la ausencia de clientes foráneos, que en algunos casos pueden suponer gran parte de los compradores. «Esto ha estado muy parado. Más o menos la mitad de la gente que viene puede ser de fuera de Xàtiva, y el cierre se ha notado desde esta misma mañana», corroboraba Mar, de Saetabis Esport. «Y con los bares y restaurantes cerrados, la gente de Xàtiva saldrá aún menos, lo que también bajará la clientela», añadía.

Calles despejadas

Tan solo en los que cuentan con servicio de comida a domicilio senotaba algo de actividad ayer: una pizarra a la puerta con el menú del día, y luz en el interior. El resto de bares de Xàtiva sirvieron sus últimas copas el miércoles por la tarde, y ayer la persiana ya no subió. La ausencia de terrazas despejó las calles de la localidad. Se veía alguna cola a las puertas de las administraciones de lotería, con los setabenses pendientes de cobrar sus premios del sorteo del Niño, a la entrada de los centros de salud, y también a pequeños grupos de padres, madres y alumnos a las puertas de los colegios —al contrario que en otros municipios también confinados como Canals, el día de ayer fue lectivo en Xàtiva—. Fueron los únicos momentos en los que se vio a más de dos personas compartir espacio en la vía pública, vaciada por la lluvia y la presencia amenazadora del coronavirus. Ni siquiera en los semáforos en rojo llegaban a acumularse más de tres o cuatro coches.

Los viandantes caminaban aprisa, de camino a una tienda y vuelta a casa. Algunos de ellos estaban aún pendientes de conseguir el justificante para poder acudir a su puesto de trabajo en algún otro municipio. «Supongo que esta tarde ya me lo pedirán. Lo necesito sí o sí, ya que trabajo en un pueblo que también está confinado», contaba Trini, una vecina de Xàtiva. También Jesús esperaba a las puertas de una asesoría para lograr el permiso de transporte. Era definitivamente la principal preocupación ayer, y no la escasez de planes de ocio para el fin de semana —«con este tiempo, casi apetece más el plan de sofá y peli», señalaba este último— a que aboca el confinamiento. «Ya llevamos casi un año más o menos así, uno se acaba acostumbrando», afirmaba José Alfonso, un jubilado. «Con que mis hijos estén bien, el resto da un poco igual», concluyó bajo la lluvia de la Xàtiva confinada por la pandemia.

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