La paralización de las obras que iban a recuperar de la degradación la antigua estación de Xàtiva, y la foto publicada como documento del mes por el Archivo Municipal, el pasado diciembre, recordando su pasado como hospital de coléricos, nos lleva a escribir sobre ese enorme edificio situado a espaldas de la plaza de toros, de planta rectangular pegado a las vías de ferrocarril, y que muy pocos setabenses identifican ya como apeadero ferroviario de pasajeros, dado los diferentes usos que ha desempeñado desde tiempo inmemorial, hasta su más completo abandono. Una interesante historia, la suya, de la que sólo conocemos algunos capítulos. Repasemos en esta ocasión su efímera funcionalidad como primera estación de tren de la ciudad y su posterior conversión en improvisado hospital aislado de una urbe que, como ahora, permanecía confinada en aquellos tiempos en que era el cólera la pandemia que atormentaba a los vecinos de Xàtiva y que tanto se propagaba.

Xàtiva puede presumir de haber sido una de las primeras urbes de España en contar con caminos de hierro en dirección al Grao de Valencia.: la tercera línea de ferrocarril después de la de Barcelona-Mataró, de 1848, y Madrid-Aranjuez, de 1851. Además, lo puede hacer también por ser una de las estaciones con la funcionalidad más efímera de la historia estatal, quizás tan sólo de seis años. Fue inaugurada el 20 de diciembre de 1854, según se nos narra en las memorias de Xàtiva publicadas por el abogado Ferrándiz, en una reseñan en la que se detalla su inauguración, de la que se publicó un álbum para mayor gloria del padre fundador de la Sociedad Valenciana de Fomento, empresa encargada de ejecutar las obras, y a quien se le atribuye la idea de levantar la estación en aquel punto pensando que la misma continuaría en dirección al Genovés. En realidad, así ocurrió años después a través de la línea Xàtiva-Alcoi, que pasa por delante.

Así, situada por entonces bastante lejos de la ciudad, constaba —como se puede observar en la foto publicada en medios digitales por el Archivo Municipal— de una planta rectangular situada lateralmente en dirección a las vías, en cuyos muros se abrían diez arcos de medio punto, de dovelas y clave fuertemente remarcadas. El trabajo inicial de recuperación, hoy paralizado, ha permitido recuperar parte de la estructura original limpiado malezas, retirando escombros, adecentando el interior, y consolidando los arcos de la estructura que aún quedan en pie. Además, se han eliminado añadidos posteriores, y cuando todo parecía que se iba a iniciar el proceso de rehabilitación y recuperación de la estación primigenia, la empresa adjudicataria se ha retirado del proyecto. Ahora que comenzamos el año, sería una buena noticia acabar lo iniciado y reaprovechar el edificio para destinarlo a museo de ferrocarril como las autoridades preveían y —en mi opinión— convertirlo también en un espacio de memoria para recordar los asaltos carlistas a la ciudad de Xàtiva. Carlismo y fascismo comparten respectivamente la vergonzosa efeméride de haber dejado a Xàtiva sin estación en 1873 y 1939.

La ley de ferrocarriles de 1855, cuando el estado comenzó a subvencionar la expansión de aquellos caminos de hierro a lo largo y ancho del país, más las presiones de los ayuntamientos, y de la propia Diputación de Valencia, obligaron a trazar la ruta por la Vall de Montesa y Moixent, y no por el Genovés, como deseaba su promotor. Así, en 1857 llegó a l’Alcúdia de Crespins; en 1858, a Moixent, y en 1859 a Almansa, para enlazar con el tramo Alicante-Madrid. Ello obligó a construir una nueva estación que iba a determinar también el crecimiento de la estructura urbana de Xàtiva. Volvemos a la memoria histórica de Ferrándiz, testigo de los hechos, quien nos cuenta: «Con motivo de la nueva línea férrea de Madrid se edificó una nueva estación para viajeros, en mayo, a la izquierda de la Llosa de Ranes, saliendo de la ciudad por la puerta llamada Españoleto. Pero es tan pequeña que no corresponde a la jerarquía de la población».

La misma no satisfizo las necesidades comerciales de una ciudad por entonces más industrial y agrícola que ahora, necesitada de muelles de carga y descarga para el tránsito de mercancías. Y en eso se estaba cuando la inestabilidad provocada por el estallido de la Tercera Guerra Carlista tuvo como consecuencia su quema y arranque de raíles. Según las memorias de Pascual Cucala, un labrador metido a guerrillero carlista, la ciudad de Xàtiva fue ocupada por sus fuerzas desde el 22 al 24 de septiembre de 1873, dos meses después de que el alcalde José Ridocci Magro adherira a Xàtiva al movimiento cantonal, y que despertara de nuevo el sueño de la capitalidad, al proclamarla como cantón de una República Democrática y Federal. Una de las acciones bélicas del “general” Cucala fue destruir la estación para evitar la llegada de las tropas gubernamentales, y dar tiempo a esquilmar la ciudad, y huir a las sierras del Maestrazgo, para seguir luchando por la causa de Carlos VII.

El 2 de diciembre de 1874, el director gerente de la vía férrea solicitaba al gobierno en manos del general Martínez Campos, que tras un golpe de estado preparaba la vuelta de los borbones a España, subvenciones para reparar la estación incendiada por los carlistas, y de paso mejorarla en prestaciones de acuerdo con las necesidades de la población. ¿Funcionó por aquellos años la vieja estación como complementaria de la segunda? No sabemos. Sólo podemos argumentar que, con la foto publicada, la primera estación de Xàtiva iba a realizar nuevas e inesperadas funciones en 1885.

El diario Las Provincias del 25 de marzo de 1885 atribuye el primer confinamiento perimetral de Xàtiva a la labor de Cándido Soldevila, ex alcalde de la ciudad y diputado provincial por aquel tiempo, quien sugirió al gobernador civil el cierre ante las cifras desbocadas de un cólera que se llevó la vida de tantos convecinos, así como de la creación de un hospital de coléricos en un punto aislado, suponemos situado en la por entonces ya en desuso primera estación de la ciudad, que por un tiempo funcionó, no como punto de recepción de pasajeros, sino de enfermos.