El reciente fallecimiento de Fina Oleaque, antigua cantante y bailaora local, más la erradicación de la hostelería y el ocio nocturno como medida preventiva para aplanar la desbocada curva de contagios ocasionada por la conjunción de la Navidad y la pandemia del coronavirus, nos lleva a evocar el recuerdo de la música, de los cafés, y discotecas, todos ellos sectores duramente castigados por la crisis sanitaria. Se les acusa de ser nido de contagios cuando estadísticamente la mayoría de brotes son de origen familiar, o fruto de la irresponsabilidad de una inmensa minoría obstinada en reunirse sin respetar distancias en fiestas ilegales, o privadas de amigos y familiares. Hagamos un ejercicio de remember, en espera de recobrar algún día la vitalidad de la fiesta y la aglomeración como forma de relación social, de la que los Patiño-Oleaque han sido grandes emprendedores en la capital de la Costera. El breve repaso de la historia de tres de sus generaciones demuestran la curiosa evolución de una saga que introdujo en Xàtiva desde el cante jondo hasta la música electrónica.

Ángel Patiño López fue una persona muy popular en Xàtiva, una mezcla de músico, empresario y fotógrafo. Aprendió a tocar el saxofón en la Sociedad Musical la Nova de Xàtiva, mientras ayudaba a su familia a vender pasteles. Sufrió los avatares de la guerra, que le costaron heridas y tres años de prisión por su condición de comisario político en el bando republicano, muy bien aprovechados, porque le ayudaron a convertirse en un virtuoso del acordeón. Al salir de la Modelo de València en 1942, la represión continuó, al sufrir una pena de destierro que le llevaron a Falset, una localidad de Tarragona, donde fundó la compañía de varietés Jazz Orquestre, con la que realizó gran cantidad de giras por los pueblos de España, bajo la eterna vigilancia de Educación y Descanso, organismo franquista encargado de supervisar que los espectáculos musicales no atentaran contra las buenas costumbres.

Insufló la pasión por la vida artística a su hijo, Ángel Patiño Marco, al que integró en su compañía de varietés con el nombre de Jackye Patiñín. Éste siguió los pasos de su padre, y se convirtió en su íntimo colaborador en todos los proyectos que emprendía relacionados con el mundo de la hostelería y del ocio nocturno, o iniciar los propios, como impulsar la orquesta Serenade. En 1954, a Ángel padre se le conmutó la pena de destierro, y cansado de la bohemia vida de artista itinerante, la familia se asentó en Xàtiva. De carácter emprendedor, montó primero una tienda de comestibles en la Plaça Sant Jaume, después un estudio fotográfico en Sant Francesc, al tiempo que accedió al mundo de la hostelería al ganar el concurso que le permitió gestionar el Círculo Mercantil allá por el año de 1961.

Por aquel tiempo, su hijo encontró el amor al casar con una artista. Los Patiño emparentan con los Oleaque. Ángel se enamoró de la bailadora Fina Oleaque García. Una setabense del Carrer Sant Gaietà que llevaba el baile flamenco en la sangre. Lo había heredado de su padre, guitarrista del cante jondo que hace bolos por casinos, hasta conseguir por un tiempo acompañar a Juanito Valderrama por varios rincones de la geografía nacional. Después formó su propio dúo junto a su esposa Rosa, la niña de la flor, cuya hija Fina debutará con tan sólo tres años, siguiendo los pasos de su madre como bailaora y cantante, en el antiguo Cine Españoleto. Tiempo más tarde se convirtió en profesional del flamenco con actuaciones diarias en varios teatros como el Apolo de València, en la que adoptará el nombre artístico de Finita de Játiva. Tuvo la oportunidad de haber hecho carrera, al ofrecerle importantes promotores del espectáculo contratos en teatros de Madrid, París o Caracas. Pero prefirió quedar en Xàtiva junto a su familia, tal vez por la presión paterna de aquellos tiempos donde era impensable que una mujer joven viajase sola por el mundo. Casó con Ángel, y ambos decidieron formar su propia compañía y probar fortuna en París, y realizar bolos por toda España, hasta que decidieron tener familia y arraigar de nuevo en Xàtiva, para seguir emprendiendo, combinando el mundo del espectáculo con el de la hostelería y el ocio nocturno, del que fuera gran referente el patriarca de la saga, Ángel Patiño López.

Desde el Círculo Mercantil promovió bailes nocturnos con tocadiscos y sin músicos en directo, además de instalar en el local uno de los primeros televisores de Xàtiva. Tiempo más tarde, fundó la popular cafetería San Remo y posteriormente sus descendientes el Parador de la Nit. Pero antes tuvo aún tiempo de hacerse cargo de la presidencia de la Música Nova para impulsar un nuevo local social. En el mes de junio de 1966 se llevó a cabo su inauguración en el número 34 de la plaza del Caudillo, hoy Plaça la Bassa. Su objetivo fue insuflar nuevos aires a una histórica sociedad, para fomentar no sólo el desarrollo de conciertos y de la enseñanza musical, sino también para dar cabida a toda inquietud artística, ya fuese en forma de pintura, escultura, fotografía o teatro. Y no tuvo reparos en solicitar audiencia al ministro de turno para lograr subvenciones con la que fundar la que podríamos considerar la primera Casa de la Cultura de Xàtiva, impulsada por una sociedad de carácter privado. No sabemos si fue recibido. Por todo ello, la Nova le rindió homenaje.

Y a los Patiño debemos también la fundación de la primera discoteca urbana de Xàtiva, el Parador la Nit, allá por finales de los años 70, donde sonaron tantos éxitos como el de Michel Jackson, Alaska, los Inhumanos, Communards, U2, Tino Casal, o la coproducción del Ráyate, obra a dúo entre Ángel Patiño nieto y Chimo Bayo, temas de aquellos 80 y 90 que siguen siendo los hoy más recordados por aquella generación de cuarentones y cincuentones que añoran el remember de aquella cultura de la aglomeración, que tanto marcó a la llamada generación X y que ponen de manifiesto la curiosa historia de una familia que ha acompañado siempre la evolución artística y musical de una ciudad durante tres generaciones. Hoy bares, pubs, resturantes, discotecas, teatros, auditorios cierran sus puertas ante la adversa coyuntura. Algunos negocios desaparecerán, pero otros muchos seguirán adelante, y resurgirán con más fuerza que nunca, porque las ganas de fiesta serán infinitas tras meses de confinamiento.