Torres de fichas, humaredas de puro, tapetes verdes manchados de whisky, cruces de miradas tras los naipes bajo una luz tenue… Para dibujar a Vicent Boscà, jugador profesional de póker natural de Xàtiva, hay que desterrar todos los tópicos de las historias sobre el juego. Su relación con Las Vegas es escasa; cualquier parecido con los protagonistas de Casino, pura coincidencia. «Nunca me habían atraído los juegos de cartas. Pero cuando empecé con el póquer, vi que todo era muy medible, muy matemático, algo que siempre me ha atraído. Así le vi el atractivo». Convertido en profesional gracias a su habilidad con los números y su talante competitivo, Boscà viajó de su Xàtiva natal a Londres, donde reside desde 2013. Desde allí participa en torneos de todo el mundo como uno de los mejores jugadores de España: según la clasificación del Global Poker Index, es el décimo jugador nacional con mejor puntuación en estos momentos.
Como ocurre con tantos otros jugadores profesionales de póker, la historia de Vicent Boscà empieza en la universidad. En su caso, en la Politècnica de València, donde cursaba un grado en Ingeniería Técnica Industrial. Se introdujo en el mundillo a partir de sus amigos, con quienes empezó a jugar «por afición, a nivel amateur», de forma ocasional. «Al principio no sabía cómo se jugaba. Me comentaron cómo funcionaba, y vi que en esencia se podían ver todas las jugadas como problemas matemáticos», de estadística. Era un campo que le despertaba interés, y en el que vio que destacaba. No tardó en saltar al juego online, donde la dedicación necesaria para lo que ya era su profesión le llevó a acabar abandonando la carrera cuando solo le faltaba entregar el proyecto final: «Lo tengo pendiente aún». En Londres, se dedica principalmente a los torneos en línea de mayor nivel, a los que saltó «porque son una motivación extra» tras dedicarles años a los cash games, las partidas en salas virtuales. Las series mundiales de Las Vegas , los campeonatos de póker europeos o la PCA de Bahamas han sido algunos de los encuentros presenciales a los que el jugador setabense ha podido acudir para medirse con los mejores del mundo, antes del encierro impuesto por la pandemia.
Centenares de horas de estudio
Para llegar a ese punto de prestigio, Boscà ha tenido que aplicar a su día a día una rutina digna de la más dura oposición. «Las partidas suelen comenzar a las cinco o las seis de la tarde, y alargarse hasta las doce o la una de la madrugada. Si va bien, puede que hasta las tres o las cuatro», detalla sobre el que es para él una jornada laboral. Sin embargo, el grueso del trabajo no se encuentra en el juego: de hecho, pasa más tiempo estudiando, por las mañanas y en las tardes sin partidas. «Los primeros años pude dedicarle unas 300 horas al mes. Y jugando, eran 100 o 150, el resto me dedicaba a estudiar», relata. Sea en la mejor mesa de Las Vegas o en un tapete arrinconado en el bar de la esquina, al póker gana quien menos errores comete, y el aprendizaje en este sentido es inacabable: «Repaso jugadas y partidas con progamas estadísticos, trabajo algoritmos... Al final, creo que me gusta más esta parte, aprender cosas y aplicarlas, que el juego en sí mismo», señala Boscá, que asegura que de no haber encontrado «esta motivación de aprendizaje constante», hubiera abandonado el trabajo «hace tiempo».
Es el consejo que le da a quien esté interesado en el mundillo: «Ha de apasionarte. Si no, es muy difícil aguantar el nivel de sacrificio que exige», sostiene Boscà. Mientras sigue disfrutando de la competición a través de los 52 naipes de la baraja francesa, piensa en sus posibilidades cuando termine su carrera. Una de ellas, la enseñanza del juego, ocupación habitual de los jugadores profesionales una vez se retiran. «Mi madre es profesora, me atrae la idea de probar», avanza. Será más adelante. De momento, seguirá paseando el nombre de Xàtiva por los mejores torneos del mundo.
