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LA CIUDAD DE LAS DAMAS

Con cariño, a los padres

Con cariño, a los padres

Poco se habla de los padres, que tantos hay como madres, pero en el Día del Padre procede una mención cariñosa, y enormemente agradecida a tantos hombres que hacen un esfuerzo considerable por romper modelos caducos y obsoletos para ejercer una paternidad responsable, cooperativa, integradora y completamente ajena a la figura paterna tradicional.

Ha llovido mucho, pero es fácil recordar esa figura paterna, perfectamente acotada, cuyo amor a su descendencia, en la mayoría de los casos, está fuera de toda duda al igual que el afecto incondicional que les profesaron sus hijos e hijas a pesar de ser personajes permanentemente ausentes y cuasi desconocidos, a los que era difícil dar cariño y todavía más recibirlo, porque emociones y sentimientos no tenían demasiado margen de expresión.

Ocupaban su papel como «pater familias», con gusto o a disgusto pero sin opciones, desempeñando una posición de autoridad indiscutible en la familia, como proveedor y garante en exclusiva de la supervivencia de todos y cada uno de sus miembros, desde las criaturas a la señora de la casa, todas ellas ocupantes de una posición subordinada y dependiente.

Son ya de otra generación —abuelos y bisabuelos incluso— aquellos cuasi desconocidos que, ciertamente, echaban más horas fuera que dentro del hogar, absolutamente exentos de cualquier tipo de colaboración en el ámbito doméstico, encargados de hacer justicia sin contemplaciones, desconocedores de sus hijos y de sus rutinas, absorbidos por su función suministradora que les descargaba pero también les privaba, de las alegrías de la paternidad.

Hoy ese modelo es un anacronismo. La mayoría de los padres de hoy en día cambian pañales y dan biberones a cuatro manos, ponen lavadoras y tienden la ropa al sol sin ningún tipo de vergüenza como pasaba hace unas décadas. Siguen siendo esenciales para la economía familiar, pero tanto como sus parejas, si éstas consiguen abrir brecha en un mercado laboral que siempre se lo pone difícil. Hoy los núcleos de convivencia familiar ya no son jerárquicos, sino que se impone el trabajo en el equipo, las decisiones conjuntas, el cuidado y el apoyo mutuo.

Sería demasiado optimista afirmar que en todos los casos y circunstancias el reparto es al 50 %, que la distribución de tareas es por completo equitativa, pero la tendencia impone una reformulación de los roles familiares que fomenta una paternidad corresponsable, en la que los hombres manifiestan y reciben el afecto de su descendencia, comparten emociones y sentimientos, conocen y se dan a conocer como seres humanos ante sus hijos e hijas y disfrutan y padecen de todo aquello que la convivencia comporta.

Es un enorme avance para la sociedad en su conjunto, para las mujeres en general, y para los hombres en concreto. En nuestro país hemos conseguido una de las mejores políticas públicas en corresponsabilidad, que es equiparar los permisos de paternidad y maternidad, aunque se siguen requiriendo iniciativas políticas y sociales que favorezcan que los hombres se acojan a excedencias y otras medidas de conciliación.

Para las mujeres, el abandono de estereotipos es la garantía de poder disfrutar de maternidades en pareja, enriquecedoras pero no agotadoras, de poder luchar por proyectos propios de vida y aspirar a relaciones personales basadas en el respeto mutuo y la colaboración .

Finalmente, para los hombres, la paternidad corresponsable es un enorme regalo porque impide que sean convidados de piedra en su propia casa, seres desconocidos amados, pero también temidos desde la distancia y la ignorancia. Son así referentes cercanos, modelos de comportamiento, objeto del cariño y ternura de aquellos a quienes dan la vida y cuyo amor necesitan y aprecian tanto como cualquiera.

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