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LA CIUDAD DE LAS DAMAS

Orgullo de ser

Orgullo de ser

Estamos a las puertas un año más de la celebración del día del Orgullo LGTBi, en el que, como suele pasar, no se conmemora en realidad nada que sea bonito recordar. O quizás sí.

El hecho es que el 28 de junio de 1969, en un bar conocido como Stonewall en el barrio neoyorquino de Greenwich Village, se produjeron una serie de manifestaciones espontáneas contra una redada policial. Esta parte de la historia, la redada, no tiene nada de bonita porque fue una manifestación más de la homofobia recalcitrante de una sociedad hipócrita y abusona que quería tener bien encerrados en los armarios a quienes se salían de la norma uniformadora que solo ensalzaba al americano alto, rubio y machote.

Mucho más bonita fue la reacción que protagonizó la comunidad LGTBi ante la redada policial ya que tomaron las calles, hartos de humillaciones y vejaciones producidas ante la mirada tolerante y consentidora del Gobierno. Fue la primera ocasión en que lucharon contra un sistema que perseguía la homosexualidad y por ello se considera su rebelión como el elemento catalizador del movimiento moderno pro derechos LGTBi en Estados Unidos y en todo el mundo.

En España no fue hasta 1978 cuando se reforma la Ley de Peligrosidad social y los homosexuales dejaron de ser «vagos y maleantes», pero durante mucho tiempo fueron encerrados para conseguir su «curación» a manos de psiquiatras y curas. Más adelante, cuando el SIDA empezó a hacer estragos, se les culpabilizó inicialmente de forma cruel de la enfermedad que padecían.

No lo han tenido fácil. En la década de los 90 se encuestó a la población para ver el grado de aceptación o rechazo de las relaciones homosexuales, y aunque en un primer momento solo contaba con la aceptación de un escaso 17% , este porcentaje subió hasta más del 40 % en solo dos años.

Es un ejemplo claro de la capacidad de regeneración de este país que superó en tiempo récord muchos prejuicios, firmemente amartillados desde la cultura o, mejor dicho, desde una subcultura mezquina y perversa que se sentía ofendida por la diversidad, desafiada por quienes no se ajustaban a una orientación sexual santificada y excluyente.

En 2005 se aprobó la ley que permite el matrimonio homosexual en España, pero se hizo con la oposición radical de una derecha miope y obsoleta, empeñada en no mezclar peras y manzanas, imponiendo la heterosexualidad como norma dominante, fuera de la cual estaba permitido recortar derechos y libertades.

Como la mala hierba nunca muere, a día de hoy se mantienen y reavivan opciones políticas que deberían estar en el museo de la Historia, de las malas historias por su ruindad y bajeza. Pero se han de enfrentar, por una parte a un colectivo LGTBi que ya no es tanto una sopa de letras, sino una organización poderosa y con enorme capacidad de presión, de personas que se niegan a ser víctimas de los prejuicios y la miseria moral de otros. Y también a una sociedad cada vez más convencida de que la cama es territorio privado donde nadie debe inmiscuirse si se cuenta con la voluntad y colaboración de todas las partes implicadas.

Cierto es que quedan flecos, conductas reaccionarias que pretenden abusar de quien es más vulnerable, así como discriminaciones y desigualdades que penalizan la diferencia.

Pero ahí están celebraciones como el Orgullo que también se conmemora de alguna manera incluso en pequeñas ciudades como Xàtiva, donde habrá algún recuerdo para quienes protagonizaron aquellos disturbios de Stonewall , reclamando su derecho a vivir en paz, libres de violencia y discriminación.

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