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MATISOS DISCORDANTS

Sin criterio en la plaza de armas del Castell

En los últimos meses se han llevado a cabo una serie de actuaciones sin criterio en la plaza de armas del castillo de Xàtiva que bien pudieran considerarse como una «deconstrucción» continua de este antaño emblemático espacio de la fortaleza setabense que da acceso a los dos recintos fortificados conocidos como el castillo Mayor y el castillo Menor.

La última de ellas, hace una semana, ha consistido en la instalación de unas pesadas farolas —con un coste para las arcas públicas de 1.200 euros por unidad, según se ha publicado— que precisó la entrada en el monumento nacional, Bien de Interés Cultural, de un camión de cierto tonelaje, desconociendo la opinión pública si la actuación ha contado con la preceptiva autorización de la Dirección General de Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana, propietaria del castillo. Las luces de estas farolas son claramente visibles desde la ciudad, por la noche, como puntos de luz que desvirtúan una iluminación ornamental turística ya venida a menos, que ha dejado de alcanzar toda la extensión del impresionante conjunto y con fallos continuos en algunas zonas.

Tiempo atrás se produjo el hormigonado de un gran espacio entre el torreón y la residencia neogótica modernistas, eliminando el pequeño jardín en el que se plantaron hace años especies endémicas autóctonas señalizadas y junto al que una fuente ofrecía descanso y recreo al visitante que traspasaba la puerta de entrada del castillo. Aquel pequeño jardín histórico tenía su origen a principios del siglo XX y fue glosado y fotografiado por Carlos Sarthou en su libro Jardines de España. Valencia, en el año 1949.

También se eliminó el práctico toldo corredizo que daba sombra a la terraza del edificio para sustituirlo, primero por sombrillas que la intensa corriente de viento entre valles probablemente derribaba fácilmente y, luego, por unas grandes, pesadas y llamativas estructuras de toldos con ruedas.

No logran convencer las pobres excusas, al respecto de la actuación, de la concejala responsable del castillo, argumentando y justificando —haciendo una interpretación, a su manera, de una opinión unidisciplinar del arquitecto conservador sobre la configuración original de la plaza de armas—, la conversión del espacio en un solar hormigonado sobre el que extender más mesas y sillas para afianzar, al dictado de un modus operandi funcionarial ya trasnochado, la dudosa manera de externalizar el servicio de restaurante-cafetería en este monumento público.

Evidentemente el castillo de Xàtiva ha sido protagonista de la Historia durante siglos —ello es precisamente una baza de su oferta de turismo cultural— y fruto de ello la configuración con la que ha llegado hasta nuestros días es parte inescindible de su historia. De poco serviría a su atractiva oferta devolver la plaza de armas al estado en que la dejaron las tropas napoleónicas de Suchet cuando lo dinamitaron y abandonaron y el tiempo y el olvido se cebaron sobre sus ruinas, por no hablar de una impensable reconstrucción al estilo de la barbaridad perpetrada recientemente en el castillo de Xixona. Ello no quita para diseñar un proyecto atractivo, en el marco del plan director del monumento más desatacado de la oferta turística de la ciudad, a cargo de un equipo experto multidisciplinar, que integre restos arqueológicos tras la excavación, debidamente señalizados y con paneles interpretativos que añadan valor didáctico a la ya rica historia de la fortaleza, al tiempo que respeta y valora la peculiaridad de la construcción modernista neogótica y su entorno ajardinado, con soluciones que eviten el deterioro de los muros originales.

La plaza de armas del castillo de Xàtiva, como lugar de recepción al visitante y primera toma de contacto del mismo con la doble imponente fortificación histórica que se alza desde ella, debe seducir e invitar a conocerlo. Pero si se convierte en un pastiche al que ir añadiendo ocurrencias que responden a otros intereses distintos al de diseñar, un proyecto integrador, respetuoso con toda la historia del monumento, que compatibilice, sin imponer una sobre otra, la oferta cultural, de naturaleza, recreativa, de esparcimiento o gastronómica, el resultado será, como ya lo parece, el de un espacio de negocio, artificioso y sin personalidad, en el que además, a pocos metros, se destapa la miseria de un tramo de muralla almohade derrumbado sobre la ladera, desde el año 2015, denunciado entonces por los que ahora realizan estas actuaciones a salto de mata y para los que ya ha dejado de tener la atención que, sin embargo, sigue demandando urgentemente.

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