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DIMARTS MERCAT

El daño del odio

El daño del odio

Subí al Metro en la estación de Àngel Guimerá que era el camino más corto para llegar al Ciutat de València para presenciar el partido que jugaba el Levante en Orriols. Subí con mi camiseta blaugrana, mi gorra blaugrana y mis pantalones azules como prueba inequívoca de con quien iba mi pasión. Pocos metros más allá dos tipos hablaban gritando sobre las indecencias del gobierno, la escandalosa subida de la luz, el apoyo que Sánchez y los suyos dan a los herederos de ETA, independentistas, separatistas, gayi y lesbianas, profanadores de tumbas sacando al caudillo de sus amores, el impresentable apoyo de la izquierda a los matrimonios entre personas del mismo sexo (¿qué hacemos, Maroto?), el uso de los muertos por la pandemia, de los cuales también tiene la culpa el gobierno, la violencia de género que es un invento de los de Podemos y que la mujer donde mejor está es en su casa lavando y planchando. Como sus análisis no tenían limites, incluso se atrevieron a apostar quien tenía las tetas más grandes de dos de sus señorías, que por aquello del respeto omitiremos sus nombres, y que eso del machismo no iba con ellos. «Hombre es hombre y mujer es mujer», apostillaron.

Siguieron con su análisis particular de la situación en la que vivimos y lanzaron a viva voz aquello de «Sánchez tiene que dimitir», «es un gobierno ilegal», «dos moros han violado a una niña de 15 años en Canarias y eso lo ocultan», «los inmigrantes quitan trabajo a los españoles y encima les protegen», y siguieron con la cantinela mientras llegábamos a las estaciones de Xàtiva, Colón y Alameda.

Pensé que esos dos tipos eran un claro ejemplo de lo bien que funciona la estrategia facistoide, intolerante, y mentirosa, cuando se convierte en un arma arrojadiza. El arma de las fake news es un auténtico descubrimiento para quien dice lo que sus acólitos y seguidores quieren oír. Cuanto más grande sea la barbaridad, mas efecto causa entre los que poco tienen que aportar por su nulo conocimiento y un analfabetismo trasladado al odio sumamente peligroso y preocupante. La masa, esa masa que se arrastra enloquecida sin respetar ni una coma el estado democrático que existe.

Para el enaltecimiento del odio y la xenofobia viven esos tipos que se contagian de inmediato y más rápido que la Covid-19. Es imposible que no haya ni una cosa que pueda ser objeto de consenso, diálogo y buenas intenciones. Cuando cada mañana se recibe la consigna en los móviles de quienes tienen algo que decir durante la jornada, el elaborador de la estrategia simplemente ha tenido que hacer un «cortar y pegar» del día anterior: las mismas mentiras, las misma posición inmovilista, el mismo ataque despiadado y sin razones, y en el fondo las ansias de un poder que no tienen pero anhelan, poniendo en duda diariamente un resultado electoral que dijo bien a las claras quien tenía que gobernar. Ellos no creen en este sistema democrático. Creen en la filosofía de que quien no piensa como ellos no tiene cabida en el gran agujero de la concordia.

Pasamos por las estaciones de Alameda, Facultats y Benimaclet y los dos tipos erre que erre, cada vez más envalentonados en su posición tratando de que cuando el Metro llegue a su destino, hayan conseguido el deseado golpe de estado, dejar para siempre quietas las cunetas con miles de cadáveres, expulsar a todos aquellos sin papeles que han llegado huyendo del horror, la guerra, la miseria, y el mismo odio que estos les profesan.

Llegamos a Benimaclet y por fin Machado, la estación del Ciutat de València. Los dos tipos siguen su camino, posiblemente a la parada de Alboraia, donde terminará su viaje y su conversación, pero no su odio y su sed de no sabemos que venganza. Salgo del Metro y respiro aire fresco. Necesito digerir. Comprender es imposible.

El campo ya está abierto de par en par y suena el himno granota: «Hoy firme tu paso, el triunfo te espera, se cubre de gloria tu nombre inmortal». No recuerdo quien era el rival ni tampoco el resultado. Solo se que los recuerdos se amontonan cuando no los buscas, y entre el césped del Ciutat me pareció adivinar las grandes figuras de José, Albiol y Martinez Puig, antes de fichar por el CD Olímpic. La memoria es tan frágil, que siempre despierta cuando le hacen daño. El daño del odio y la intolerancia.

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