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La vendimia hermana a Castelló de Rugat y Gruissan 50 años después

Los descendientes de quienes emigraron al pueblo francés en busca de trabajo promueven la unión

Vista del pueblo francés de Gruissan, en la costa occitana. | ÁLEX

Siete horas y 700 kilómetros separan a Castelló de Rugat de Gruissan. Una distancia que no fue ningún inconveniente para las familias de la localidad de la Vall d’Albaida que a finales de la década de los 60 y principios de los 70 cogieron los trastos y partieron rumbo a la costa occitana en busca de un sustento laboral y de unos salarios que no encontraban en España. Sobre todo trabajaron en la vendimia, pero también en el cultivo de un producto tan típicamente valenciano como el arroz.

Más de medio siglo después, el pasado llamado a la puerta. Hace un mes, el ayuntamiento del municipio francés se puso en contacto con el de Castelló de Rugat para plantear la posibilidad de un hermanamiento. En el germen de la iniciativa cobran fuerza los descendientes de una familia que no solo estuvo de paso en Gruissan para ganarse el pan, sino que decidió asentarse allí para siempre. Y no era una familia cualquiera, sino una numerosa, de más de cinco hermanos. Y alguno de sus miembros trabaja actualmente en el consistorio del pueblo galo.

De momento, ya se ha producido un primer encuentro físico entre las dos partes. Un representante de Gruissan viajó recientemente a Castelló de Rugat para iniciar las relaciones y activar los trámites del hermanamiento. «La propuesta nos parece muy interesante y nos hace mucha ilusión porque ya existe un vínculo importante, aunque desafortunadamente muchas de las personas que se fueron a trabajar allí ya no están para verlo», señala el alcalde del municipio de la Vall, Antonio Esquinas. «El pueblo entero nos acogió hace décadas y ahora se nos brinda la oportunidad de un reconocimiento, en un momento en el que las fronteras no paran a ciertos enemigos», ahonda el munícipe.

En los años 90, Castelló tuvo su primera experiencia de hermanamiento con Calistro. Pero el ayuntamiento de esta localidad italiana declinó continuar con la relación cuando el consistorio de la Vall quiso reavivar la llama del amor tras un periodo de inactividad, allá por el año 2016. «No estaban interesados, aunque no descartamos retomarlo en un futuro, porque fue una experiencia muy bonita y se establecieron vínculos potentes que se mantienen gracias a las nuevas tecnologías», expone Esquinas.

Como nada mejor que un clavo para sacar otro clavo, Castelló se propone ahora unirse a Gruissan con una mirada nostálgica que, sin embargo, mira hacia el futuro.

Atractivos de sobra

Al nuevo pretendiente no le faltan virtudes: aunque no llega a los 5.000 habitantes, es un pueblo muy turístico con playas y vinos envidiables de fama reconocida, incluso con denominación de origen propia. Esquinas quiere aprovechar los programas europeos para sellar el hermanamiento con un programa de actividades conjuntas, visitas e intercambios escolares, a la espera de una futura reunión con el alcalde de la comuna francesa para concretar más detallés del proceso.

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