Vivir en el monte, rodeado de pinos y encinas. Lejos del mundanal ruido y del caos de las ciudades. Descansar en plena naturaleza. Apartado de todo. Y de todos. Es el sueño imposible de muchos. Una quimera. Sin embargo una familia que posee una finca de 27.000 metros cuadrados en la pedanía de Navalón, en las estribaciones de la sierra de Enguera en la Canal de Navarrés, lo ha podido cumplir por primera vez durante las presentes Navidades.

El inmueble ocupa una superficie total de 260 metros cuadrados y se encuentra a 780 metros de altitud. Se ha escogido la parte de las tierras con mejores vistas. Es un lugar ideado para el reposo.

De estética marcadamente industrial, destaca por ser una casa autosuficiente. No hay red de saneamiento o torres de alta tensión a las que conectarse. Las energías solar y eólica alimentan el circuito de luz y un sistema de recogida de agua de lluvias complementa los servicios básicos.

Desde fuera impone. Te encuentras con muros de piedra en seco encastrados en la montañas. Dentro, sus estancias destacan por sus dimensiones.

Las líneas maestras del proyecto arquitectónico fueron diseñadas por el estudio Juan Marco, afincado en València, y con una larga trayectoria en la construcción de este tipo de viviendas. De hecho, el propio Juan Marco imparte clases de la asignatura «industrialización sostenible».

Paralizado por la crisis

Los trabajos se iniciaron en 2009, pero todo se paralizó por la crisis derivada del crack del ladrillo. Hace unos meses —finales de 2021— el proyecto se dio por finiquitado. Y pudo ser disfrutado.

De líneas puras, se trata de una segunda residencia que no necesita de servicios externos y donde sus moradores viven una relación muy intensa con la naturaleza.

Así lo explicaron los responsable de su construcción: «La electricidad se produce a través de paneles fotovoltaicos y aerogeneradores, almacenando la energía en baterías. Los paneles solares calientan el agua, incluso para la calefacción por suelo radiante. Se aprovecha el agua de lluvia, almacenándose en un depósito de grandes dimensiones. La lluvia, el viento y el sol abastecen la casa». Dada su ubicación —y difícil acceso— el inmueble se construyó adaptándose al terreno existente. Se apostó por una estructura elevada y solamente se taló algún árbol solitario por precaución.

Fue un proyecto a medida, que tras muchos años parado, ha podido ser disfrutado: «Vicente, el cliente, es ingeniero y ha colaborado mucho con nosotros. Este fue un encargo para construir una segunda residencia que, cada vez, su familia utilizará durante más tiempo, no solo en verano».

La estructura y funcionalidades de esta residencia no han pasado desapercibidas. En 2012 el Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (Cscae) organizó una exposición en Madrid titulada «Arquitectura en positivo. 50 proyectos de arquitectura en desarrollo». El proyecto formó parte de la cita de la capital.