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En las entrañas de un convento con cinco siglos de vida oculta

Francesc Barberà se adentra en la vida contemplativa de las religiosas de la Consolación

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El día a día de las monjas de un convento con 502 años de historia en Xàtiva Fotos: Perales Iborra

Ninguna institución de Xàtiva lleva tanto tiempo existiendo en el mismo lugar sin haber alterado nunca su actividad. Desde hace 502 años, la vida en el convento de la Consolación ha permanecido oculta a las miradas del exterior por el voto de clausura de las religiosas que lo habitan. Una barrera que el fotógrafo aficionado Francesc Barberà Mejias, conocido como «Paco Fum», ha conseguido franquear para retratar el día a día de las once dominicas que mantienen encendida la llama del cenobio en plena pandemia.

Barberà sintió la necesidad de documentar los entresijos de la vida contemplativa que se desarrolla en el convento del Portal Fosc después de haber estado fotografiando los rincones más inhóspitos del monasterio de Santa Clara, que quedó vacío y desangelado tras la marcha de las clarisas de Xàtiva en 2001. La frialdad de las imágenes y la pérdida de patrimonio de valor le hicieron reflexionar con tristeza sobre el futuro que le espera a la Consolación por la falta de vocaciones. La conmemoración de los 500 años de la fundación del convento fue el pretexto ideal para poner en marcha el reportaje que comenzaba a cobrar forma en su mente, en 2019. «Hubo quien me dijo que las monjas no aceptarían, pero me pidieron que presentara un proyecto y estuvieron de acuerdo», cuenta Paco Fum. El resultado es «500 anys de història. Un dia qualsevol a la Consolació», una exposición de 56 fotografías a gran tamaño que puede visitarse hasta el 20 de febrero en la Casa de la Cultura de Xàtiva.

Aunque la muestra debería haberse inaugurado en 2020, la pandemia obligó a aplazarla. Barberà aprovechó el tiempo para prolongar sus estancias en el cenobio, al que acudió en más de una veintena de ocasiones a lo largo del año y medio durante el que se prolongó su trabajo. Estuvo con las religiosas cuando se levantaban, las acompañó en la oración de matines, desayunó y comió con ellas y las retrató preparando la comida en la cocina o bordando y encuadernando en los talleres que ocupan parte de sus labores diarias. El objetivo de su cámara estuvo presente en los paseos por el patio, en las lecturas y en las tertulias entre las monjas. «Al principio fue duro porque para ellas era extrañísimo que una persona que no conocían se metiera en el convento con una cámara, pero poco a poco fueron ganando confianza y a mostrarse cómo eran». Las imágenes están muy alejadas de los tópicos sobre la vida en los conventos: son un compendio de rostros serenos, de armonía colectiva, de gestos austeros y cálidas sonrisas moldeadas por el paso de los años. «Es sorprendente y admirable ver con qué poco son tan felices y cómo todo lo que hacen está enfocado a la ayuda social de cara al exterior, porque lo que sacan de los talleres es para ayudar a los más necesitados», subraya el fotógrafo.

Un trabajo intenso

Pero los años pasan factura. De las once religiosas que conviven en la Consolación, más de la mitad necesitan la ayuda del resto en su día a día. La comunidad, además, se vio golpeada en noviembre de 2020 con el fallecimiento de una de las hermanas. «Las que están bien se tienen que multiplicar para poder hacer la faena del convento, los trabajos de fuera y atender a las más mayores. Es un trabajo intenso y aún así sacan tiempo para la oración y la meditación», sostiene Paco Fum. Con el confinamiento, el colectivo tuvo que encerrarse un poco más y no pudo disfrutar de la conmemoración de los 500 años tal como estaba prevista. La exposición, en la que también participan otros artistas de Xàtiva, supone un reconocimiento tras tanto tiempo de espera.

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