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Eduard Serra, el último represaliado por la dictadura en Xàtiva

El pasado 24 de enero se cumplieron 45 años de su funeral, custodiado por Guardias Civiles armados en todo momento y en un clima lleno de tensión

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Eduard Serra, el último represaliado por el Franquismo en Xàtiva Fotos: Familia Serra

Han pasado 45 años, pero hay heridas que tardan en cicatrizar. Quizás, no lo hagan nunca. Eduard Serra Lloret falleció el 24 de enero de 1977 en Xàtiva. La dictadura exhalaba sus últimos estertores, la Transición asomaba la cabeza. Ese mismo día, pistoleros de extrema derecha protagonizaron la infame "matanza de Atocha", segando la vida de cinco abogados laboralistas del Partido Comunista y de Comisiones Obrera. El clima en la España de la época era tenso, incierto. 

El funeral transcurrió bajo un silencio sepulcral. Dos coronas de flores fueron retiradas al contar con símbolos de la República. Guardias Civiles armados con metralletas custodiaron la marcha en todo momento.

Teresa Marco es su viuda. Contactada por Levante-EMV, rememora lo ocurrido: "Fue horrible. La gente lo recuerda, el otro día me lo comentaron por la calle. Estuvo lleno de Guardias Civiles, intimidando a todo el mundo desde el trayecto de mi casa a la iglesia. De muchas cosas no me acuerdo, la verdad. Estaba en shock", relata. 

Su historia es la de un sistema que trituraba a las familias ajenas al régimen. Que condenaba a la gente por tener ideas propias y diferentes. Fue el último represaliado del Franquismo en la localidad setabense. Su mujer relata lo ocurrido en un emotivo capítulo titulado "Eduard Serra i la lluita antifranquista" del libro "La Transición a la Costera", editado por la Asociación Amics de la Costera y presentado esta semana en un acto en el que participaron el alcalde Roger Cerdà y la vicepresidenta del Consell Mónica Oltra

Eduard fue detenido el 21 de agosto de 1975. Miembro activo del Partido Comunista, también había militado en la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y fue futbolista del Olímpic, entre otras cosas. 

Sufrió un juicio lleno de irregularidades junto a los otros encausados por un magistrado militar

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Las otras dos personas apresadas ese día salieron a los tres días, él estuvo diez meses en la cárcel de València. Palizas en los interrogatorios, salidas nocturnas en las que le practicaban el "paseo" -apuntándolo con un pistola y diciéndole que corriera todo lo que pudiera en mitad de la noche- fueron parte de su calvario. También sufrió un juicio lleno de irregularidades junto a los otros encausados por un magistrado militar. Le solicitaban 15 años de cárcel por asociación ilícita. 

Ya en prisión, se le manifestó la malaria. A la nula atención clínica se sumaron los periodos en los que estuvo incomunicado. Tras la muerte de Franco, las familias languidecieron dos meses sin noticias. El 28 de junio de 1976, recibió la libertad provisional

Ante la inseguridad legal del momento, optó por el exilio, primero en Francia y luego en Suecia. Sin embargo, el empeoramiento de su estado de salud causó que volviera a tierras valencianas, viviendo escondido y con una orden de búsqueda y captura. El juez militar solamente le concedió la libertad provisional al ver su estado de salud en persona. Falleció el 24 de enero, tras años de penurias e injusticias.

"No tengo recuerdos"

Isabel Serra es la más pequeña de sus tres hijas. Sus recuerdos son mínimos, los de una niña de cinco años que no sabía lo que ocurría a su alrededor. Atiende a este diario y expone que siempre ha querido saber más de su padre: "Mi hermana mayor, Maite, es la que más se acuerda. Yo no tengo recuerdos, prácticamente ha sido una presencia ausente en mi vida, ya que siempre he preguntado, siempre me han hablado de él". "Cada una de las hermanas lo lleva de una forma, yo siempre he querido que me contaran, aunque lo que pasó es muy duro. Fue muy fuerte. Al final, solo le dieron la libertad porque sabía que se iba a morir", expone. En 2008 empezó las gestiones para que el Ministerio de Justicia reconociera el caso de su padre, aunque las dejó en stand-by ante la ingente documentación requerida. Sin embargo, en 2011 sí le llegó una carta rubricada por el ministro Francisco Caamaño, en la que se le reconoce como militante del Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico y defiende que fue procesado sin garantías legales, expidiendo una declaración de reparación y reconocimiento personal. "No hay aspecto económico, pero que reconozcan lo que pasó sí merece ser valorado", apunta. 

"Su sacrificio debería ser reconocido"

Maite Serra es su hermana mayor. 45 años después del trágico carrusel de injusticias, razona desde Australia -donde reside- que sí se han dado pasos a favor de la reparación de la memoria democrática, "pero son absolutamente insuficientes". "Sobre todo, me da mucha pena que las jóvenes generaciones no sean conscientes y, en muchos casos, ni siquiera sepan lo que paso en esa época. La memoria de la gente que se jugó la libertad y, en algunos casos la vida, debería ser recordada y su sacrificio reconocido. Les debemos mucho, sin duda". 

Han pasado muchos años y, por mi parte, las heridas están cerradas

Maite Serra - Hija mayor de Eduard Serra

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Cuestionada por sus recuerdos de todo lo vivido, apunta que se mezclan con sus sentimientos de niña: " De repente, me encontré con una realidad que desconocía por completo. A veces, pienso que maduré y empecé a buscar respuestas por mí misma. En mi casa el tema siempre se ha hablado, pero cada uno de nosotros guarda sus propios sentimientos personales de cómo lo vivió. Sin duda, es algo muy personal. Para mi, es muy privado. Han pasado muchos años y, por mi parte, las heridas están cerradas, pero es importante que lo que sucedió en esta época no quede en el olvido", apostilla. 

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