Es uno de los grandes atractivos para los visitantes de Otos, un pequeño pueblo de la Vall d’Albaida donde los relojes de sol son venerados como mecanismos que definen parte del paisaje urbano.

El gnomonista Joan Olivares ha diseñado la gran mayoría de los dispositivos que se pueden ver en zonas públicas, apostando por diversificar la gama de temáticas, ya sea mostrando los tipos más característicos o relacionando los proyectos con acontecimientos históricos, como la carta de repoblación de 1611.

Uno de los montajes más conocidos es el reloj del tipo «festina lente» que se encuentra pintado sobre una pared del tejado del restaurante «Ca les senyoretes», propiedad de Olivares. Basándose en el movimiento del astro solar y gracias a un espejo a modo de lente, un pequeño círculo marca cada una de las horas del día durante la mañana. Luego es la propia sombra la que hace el resto.

Olivares atendió ayer a Levante-EMV y explicó que «además de las horas que usamos en la actualidad también se muestran las de los rezos en los países islámicos, por ejemplo. O también se puede ver cuando comienzan los solsticios». La precisión, casi matemática, sorprende al visitante.

«Solsticio quiere decir sol estático. Durante unos cuántos días el camino del sol en el cielo (y de las sombras en los relojes) es prácticamente invariable», apuntó el experto. El solsticio marca la llegada del verano y es conocido por ser «el día más largo del año». A su vez, en publicaciones especializadas se detalla que en el Trópico de Cáncer a mediodía «los objetos no tienen sombra, en el Círculo Polar Ártico no hay noche y en el Antártico no hay día. Todo porque el eje de la tierra está inclinado». La naturaleza manda.

Las estimaciones hablan de que en Otos pueden encontrarse cerca de cuarenta dispositivos horarios guiados por la luz del sol y treinta de ellos están emplazados en lugares públicos. Forman una ruta llena de detalles y sorpresas para el visitante.

La lista es amplia. Uno de los montajes tiene como referencia la luna, otro realiza un homenaje a los emigrantes argentinos y muestra la hora de ciudades como Buenos Aires. El último fue instalado durante el pasado mes de abril y es de tipo andalusí, en un claro guiño al dominio musulmán de la Península.

Este montaje destaca por los grabados que lo acompañan, que muestran los nombres de antiguos pobladores. Uno de ellos es una mujer, de los pocos nombres femeninos que Olivares encontró entre la bibliografía estudiada. La cultura musulmana fue la dominante en la localidad de la Vall d’Albaida durante ocho siglos.

Recuerdo de los cistellers

Aún hay espacio en el municipio para nuevos proyectos. Según adelantó Olivares en la presentación del último montaje, una de las alternativas que maneja es realizar un reloj de arena que recuerde a los «cistellers», una profesión en peligro de extinción: «Lo que queremos es que haya detrás una historia. En los años 60 tuvimos una industria de la cistelleria que ayudó a luchar contra la despoblación. Quizá sería una buena idea recordar aquellos usos en el próximo proyecto», apuntó.