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LA CIUDAD DE LAS DAMAS

Orgullo

Orgullo

Xàtiva está viviendo de pleno la semana del orgullo LGTBI, esa sopa de letras que suele producir desde risa a desconcierto, aunque tanta letra no haga sino representar a muchas, muchísimas personas, cuyas historias de vida en demasiados casos no han sido fáciles, sino todo lo contrario.

Venimos de un pasado oscuro y rancio en el que muchas generaciones aprendieron a fuerza de palos y castigo que sólo había una única preferencia sexual aceptable y sólo para evitar la extinción de la especie humana. La heterosexualidad, es decir, la atracción sexual por personas de diferente sexo al propio, era el único modelo aceptable. De ahí que salirse de ese patrón fuera propio de gente perversa y degenerada que debía permanecer en armarios bien grandes y oscuros, donde su vergüenza no contaminara los espíritus puros de las personas decentes.

Se trataba de imponer un escenario dominado por la hipocresía y la injusticia, donde la realidad de la diversidad sexual seguía existiendo pero se ocultaba, simplemente por motivos de supervivencia. Al hacerlo se pagaba un alto precio autocondenándose a una vida en soledad sustentada en una mentira. Un coste casi tan alto como el durísimo castigo que esa sociedad hipócrita descargaba sobre quienes desafiaban la «normalidad» impuesta a golpe de multa y bofetón.

Desde que el mundo es mundo siempre ha existido la afición a señalar con el maldito dedo acusador a quien se sale de la regla de la mayoría, rechazando las diferencias y apostando por la uniformidad. Quizás sea el miedo a lo desconocido, la ignorancia… seguro que influye la tóxica influencia de quienes se creen investidos de una sorprendente autoridad moral que nadie les ha concedido pero que les habilita para meterse en las camas ajenas y dictaminar cómo y a quien se ha de estimar en la vida.

Podría parecer a generaciones más jóvenes que este relato del miedo está ya superado, pero los hechos cantan. En 2005 España era considerada uno de los mejores países del mundo para el colectivo LGTBI pero en el último año las agresiones a personas por este motivo han aumentado un 43%. Desde el año 2000, ocho personas han sido asesinadas por pertenecer al colectivo LGTB siendo especialmente triste el caso de Samuel, ese chaval coruñés de 18 años al que apalearon hasta morir.

Delitos de puro odio, pura bestialidad que sin embargo solo cometen los seres humanos y nunca los animales. Cuando se abre la cabeza a un gay o se utiliza una cadena para maltratar a una lesbiana o se humilla a una persona transexual, no solo se les lastima en ellos. Quedan heridos de muerte los derechos humanos, la justicia y la posibilidad de una convivencia en paz.

Queda mucho por hacer y es competencia de toda la sociedad, frenar el odio y apostar por el respeto, abandonando incluso ese principio tramposo de tolerancia que, por definición, coloca a unos en posición de superioridad moral sobre otros.

Mejor cultivar la indignación y la rabia ante tanta soberbia y prepotencia, ante tanta crueldad causante de tantas vidas tristes y solitarias. Mejor ser beligerantes ante quienes minimizan o niegan tanto dolor, condenando los discursos de odio que proliferan desde opciones políticas carentes de principios democráticos.

Mejor mostrar solidaridad, empatía, apoyo incondicional a quienes defienden su derecho a ser como son, ni mejores ni peores que nadie. Mejor hacer hincapié en el lenguaje porque las palabras construyen el mundo y utilizar términos que no por normalizados dejan de ser insultantes, es blanquear una triste realidad.

Mejor defender una sociedad civilizada y diversa, capaz de vivir en paz y sin violencia.

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