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Apoteosis de luz bajo la tormenta

Quince mil personas protagonizan una vistosa y emocionante Entrada morocristana que continuó a pesar de la lluvia y el viento - La capitanía cristiana sorprende con sus diseños y sus bailes y los mudéjares ponen el broche con una cuidada escenografía

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Entrada cristiana de Ontinyent Perales Iborra.

Después de haberse pasado dos años a la sombra, las huestes morocristianas salieron ayer de su escondrijo para volver a adueñarse de las calles de Ontinyent en una Entrada más apoteósica y emocionante de lo habitual que reunió a cerca de 15.000 participantes y 89 grupos musicales y que no se detuvo en ningún momento pese a las precipitaciones intermitentes.

La embajada de Arquers cerró la Entrada cristiana. | PERALES IBORRA

Las predicciones de lluvia se equivocaban cuando el reloj rozaba las 19.30 horas y la capitana cristiana, la «llauradora» Reis Alborch, hacía su aparición estelar por la Avenida Daniel Gil en lo alto de una vistosa carroza que recreaba el ciclo de la vida, ataviada con una señorial indumentaria confeccionada por el diseñador Francis Montesinos. A su lado, una gran reproducción de la cruz procesional gótica de Ontinyent confeccionada originalmente en 1392 y desaparecida al comienzo de la Guerra Civi. Una joya artística y patrimonial de la ciudad cuya réplica era obra del diseñador joyero ontinyentí Sergio Adrià. Alborch iba escoltada por una vasta formación de 30 paladines con las horcas en alto.

A continuación se vivió otro hecho inédito en las fiestas: por primera vez, las bandas locales de la Societat Unió Artística Musical y de la Agrupación Musical de Ontinyent participaron conjuntamente en la Entrada fusionadas en una única formación.

Nada más terminar el desfile la capitanía, la lluvia hizo acto de presencia, las tribunas abarrotadas de gente se vaciaron y los paraguas comenzaron a proliferar a lo largo del largo recorrido.

El desfile de los Llauradors conectó con las raíces ancestrales de la localidad y la iconografía que conforma la identidad del pueblo a través de un «boato» dividido en cuatro bloques: la semilla, el cultivo, las creencias y el fruto. La Creu de Caputxins abrió el paso de la comparsa al filo de las siete menos de la cuarto de la tarde mientras sus componentes regalaban juegos tradicionales y populares de elaboración propia al público. 45 bailarines de Masters Ballet deslumbraron a los asistentes con unas danzas que transportaban a tiempos remotos.

En la escenografía no podían faltar los animales y la paja de los establos, junto a las «forques», «garbells» y «aixavegons», que forman parte del imaginario agrícola. A bordo de un carro, el «cantaor» Josep Aparicio entonaba el Cant de Batre y el histórico Cant de Llaurança, acompañado por el llaurador más veterano de la comparsa, en activo desde 1957. Les seguían unas parejas «bien mudadas, de día de fiesta mayor» que envolvían a los bailadores del Grup de Danses D’Ontinyent y que recrearon el Ball dels Tornejants d’Ontinyent, baile tradicional del que solo queda constancia en unos pocos escritos y en el que participaron «llauradors» reconocidos de finales del siglo XIX y primeros del XX.

36 bailarinas de Ballet Ópera reconstruyeron la historia de «La diosa de la luna», que repasa las etapas de la mujer, la joven, la madre y la madura, en un guiño a la influencia de las fases lunares en la agricultura y las cosechas.

L’Entrada cristiana culminó con la escuadra Baynia Kadil de la Embajada de los Arqueros, que transportó a los espectadores a 1258, cuando 16 aguerridos soldados ontinyentins regresaron de la batalla del Benicadell tras derrotar a Al-Azrak y provocar su destierro hacia tierras de Granada.

Horas más tarde, el capitán Abdalá captaba todas las miradas con su gloriosa entrada en escena, precedido por un rítmico ondear de banderas. El caudillo de las huestes musulmanas llegó con la fuerza del Emir Amur Temur, fundador del imperio timúrida (actual Uzbekistán) que extendió sus dominios desde la península arábiga hasta la India, Rusia y Turquía, con capital en Samarkanda, pieza clave en la Ruta de la Seda. La ciudad uzbeka fue reproducida con una sincronización perfecta por los diez bloques en los que se dividía la capitanía de los Mudéjares, encabezada por Alberto Climent. La comparsa centró su recreación histórica en las relaciones comerciales que se desarrollaron en la época musulmana en el antiguo Hisn Untinyan (Ontinyent), cuando ya existía una notable producción textil en la ciudad.

Conquista mora

Al cierre de esta edición, el tiempo seguía sin acompañar, los paraguas dominaban en las tribunas de los espectadores y los vistosos banderines y lanceros de la peña Ali Ben Bufat abrían bajo la lluvia el recorrido de la capitanía junto a un dromedario, pasadas las diez y media de la noche. El Coro Capella de l’Assumpció de Castalla interpretó «Aben Humeya» del maestro Gomis, que forma parte de la Suite Mudéjar compuesta por Saül Gómez para la ocasión. A través del baile, Ballet Masters evocó las técnicas ancestrales vinculadas a la confección de tejidos y que enlazan en el tiempo a Ontinyent y Uzbekistán. Los más jóvenes mudéjares formaron un batallón que escoltó el suntuoso minarete Kalyon de la hermosa ciudad uzbeka de Bujará.

Más de un millar de músicos pusieron el ritmo a la conquista mora. Un séquito infantil precedió a las favoritas del capitán, entre que se encontraba su esposa. A continuación, un conjunto de medio centenar de bailarines del Ballet Ópera trasladó a las miles de personas que se congregaban en torno al recorrido hasta el gabinete de astrología del emir Ulugh Beg, que en 1437 determinó la longitud del año sideral. El ballet sorprendió al recrear las danzas populares y folklóricas de Uzbekistán. Sus integrantes bailaban ataviadas con un vestuario blanco y liviano, un guiño al rico tejido que mueve la industria de este país. Por encima de todo se distinguía la tubeteika, un exótico gorro típico de los países de Asia Central que Ópera reforzó con 750 trenzas.

L’Entrada dio sus últimos coletazos ya entrada la madrugada, con la Embajada de Omeyas, que recreó la leyenda de la campana de oro que los cristianos ofrecieron al sultán omeya tras el sitio de esta ciudad portuaria. En lo alto de la carroza final protagonizaron su entrada triunfal la embajadora mora Sayo Martínez al ritmo de «Chimo».

La cita atrae a cuatro consellersy un diputado nacional

Junto al embajador de Uzbekistán, que disfrutó mucho del evento, l’Entrada de Moros i Cristians atrajo ayer a Ontinyent a cuatro consellers y un diputado del Congreso hasta la tribuna de autoridades. Estuvieron presentes los titulares de las consellerias de Educación y Cultura, Raquel Tamarit; el conseller de Economía, Rafael Climent, la consellera de Política Territorial, Obres Públicas y Movilidad, la ontinyentina Rebeca Torró y la consellera de Participación, Transparencia, Cooperación y Calidad Democrática, Rosa Pérez. También estuvieron el diputado Joan Baldoví y la portavoz de Compromís, Àgueda Micó.

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