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¿Si no estás en Fitur dicen que no existes?

¿Si no estás en Fitur dicen que no existes?

¿Si no estás en Fitur dicen que no existes? / Vicent Soriano

Vicent Soriano

Ha servido como argumento muy manido aquello de que si no estás presente en la Feria Internacional de Turismo (Fitur) no existes. Mentira podrida. Esta afirmación es la más utilizada para argumentar presencias de sitios y lugares, que si no se diesen a conocer en este certamen, quedarían olvidadas y sepultadas por los grandes monstruos turísticos que todo se lo comen y devoran sin piedad alguna. Pues no es verdad.

Lo que ocurre es que Fitur es el escaparate perfecto para darse a conocer como un destino lejos de los hambrientos destinos que no dejan jugar a los otros a ser guapos, bonitos y agradecidos, y los pobres de la película no tienen más remedio que buscarse un hueco entre los escondites de las potencias que abarcan todo lo que es posible agradecer. Benidorm, por ejemplo, no necesita de más publicidad de la que ya tiene y se puede comer en apenas un par de mordiscos a Vilatronco del Remedio, por poner solo un ejemplo. Vilatronco pide a gritos alguna oportunidad de dar a conocer sus bosques, ríos, frío de morirse en invierno, y calor inaguantable en verano. Un campanario donde las campanas solo suenan a las seis y las 12, y un bar que necesita urgente a la parroquia del «cremaet» y los cuatro tambores de la fiesta del pueblo. Es el claro ejemplo de la España vaciada que lucha por sobrevivir entre las miles de plazas hoteleras y los grandes rascacielos de las playas de Alicante. Vilatronco existe sin acudir a Fitur aunque su existencia sea más bien simbólica.

Fitur es el escaparate de la noticia. Es la lucha encarnizada entre pobres y ricos y es un continuo juego de tronos y posibilidades de triunfar o fracasar. Todo tiene un límite pero la Feria de Madrid no lo tiene. Además, los asistentes han que saber jugar con la presencia y juntarse bien juntitos bajo un mismo lema que como no funcione, se le entierra y punto. La Diputación de València lleva años abriendo el paraguas para que cada año se resguarden de la lluvia aquellos aspirantes a morir de tanto turista que se espera. Por ello meten a decenas de pueblos en un mismo escaparate y cada año se cambia ante la dificultad de acertar. València Turisme es el actual eslogan que acoge en su seno otras nomenclaturas como «pensat i fet», que tiene más años que la «picor» y el «cap i casal» que huele que alimenta. Se mezcla la chufa de Alboraia y el «arròs al forn»de Xàtiva. La miel de Ayora y la pista de aterrizaje de Manises. Ah no!!! Que una pista de aterrizaje no es nada turístico, excepto para la ciudad de Castelló, que la tiene para las personas.

Es evidente que estamos ante un buen escaparate cuando se tiene la suerte de poder abrirlo. En esta edición Xàtiva presentó como elementos destacables lo que se espera hacer en el castillo para relanzarlo con 2,5 millones, que es toda una pasta. La consolidación de la Fira Borja, un museo fallero y una gastronomía ancestral junto a otras iniciativas, mientras la Vall d’Albaida mostraba una vez más la gran riqueza del textil y lo bonito que es el Pou Clar y que fresquita tiene el agua para el baño de los visitante. Todo tiene cabida en Fitur, aunque la feria haya olvidado ya aquellos tiempos donde recoger bolígrafos, panfletos, caramelos de menta y bolsas de tela regaladas, aparte de algún que otro masaje tailandés hacían las delicias del público. Los regalitos se llevaban en maletas de cuatro ruedas.

Ahora es todo más serio y más preparado. Si no estás en Fitur existes, pero hay que buscarte. Encontrarte o no, ya es otra tarea mucho más placentera.

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