La ciudad de las damas

Las grandes científicas setabenses

Mar Vicent

Mucha gente perdería la apuesta de nombrar a más de 5 mujeres que hayan destacado en el campo de la ciencia a lo largo de la Historia. Esa Historia, que dura ya más de 2000 años pero en la que, al parecer, las mujeres se han limitado a traer hijos al mundo, limpiar sus cuevas, sus castillos o sus pisos y cuidar, cuidar hasta la extenuación y la autoanulación a todos los que las rodeaban, empezando por los descendientes, continuando con los mayores y entreteniéndose en medio con cualquier familiar que necesitara una mano amorosa que garantizara su bienestar.Eso parece, pero mentira es. Y además de las grandes, de las interesadas, de las radicalmente injustas porque lo cierto es que contra viento y marea las mujeres han sido fundamentales en el descubrimiento de grandes hallazgos en campos como la medicina, la física o la tecnología. Aunque a cambio no han recibido en casi ningún caso el reconocimiento merecido como queda evidente en el ridículo balance de los premios Nobel entregados desde 1901 en los que sólo el 3 % de los premiadas han sido mujeres. Lo cierto es que muchas científicas no han habido. Ni las hay ahora. Dice la Unesco que menos de un 30% de todos los investigadores del mundo son mujeres. Y lo seguirán siendo porque el problema viene de lejos, en el momento de la elección de estudios y profesión que se hace de forma temprana, cuando es el entorno familiar y social el que, quizás no de forma explícita, pero contundente, marca las pautas.

A la tierna edad de seis años las niñas se autoexcluyen de las matemáticas y las ciencias porque consideran que son menos inteligentes y capaces respecto a sus compañeros varones.

A los 15 años, en España solo un 7% de las chicas, quiere dedicarse a profesiones técnicas, porcentaje que se triplica en el caso de los chicos, mucho más motivados.

Al llegar a la Universidad, donde ellas son mayoría en el cómputo global, el porcentaje de mujeres en las llamadas TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) es de un 10% o de un 25% en los estudios de ingeniería.

Se hace difícil superar los estereotipos y prejuicios que afrontan las niñas, que no se ven ni son vistas, preparándose para descubrir la cura del cáncer. La ciencia se presenta como un trabajo serio y solitario poco acorde con esos modelos estereotipados que se asignan a las mujeres. Está en su contra lo que se conoce como «efecto Matilde», que no es otra cosa que la discriminación contra las mujeres científicas cuyas aportaciones suelen atribuirse a los hombres.

No es cosa que no nos afecte. Sucede también en Xàtiva, donde el diagnóstico realizado para el Plan de Igualdad hoy vigente detectaba que, aunque la matrícula del bachillerato científico se aproxima al equilibrio de sexos, no sucede así en los ciclos formativos de carácter técnico donde predominan los hombres. Ellas ganan por goleada en los ciclos relacionados con los cuidados (educación infantil, TASOC, auxiliar de enfermería o de farmacia) mientras que ellos se apuntan a informática, electricidad, electrónica, transporte y mantenimiento de vehículos. También las jóvenes setabenses a la hora de escoger estudios universitarios de la rama científica se inclinan por grados relacionados con ciencias de la salud y ellos con la ingeniería.

Todo indica que queda mucho por hacer, y no solo un día al año, para conseguir que en el próximo ciclo que se organice para realzar la figura de científicos de los que Xàtiva se siente orgullosa, también aparezcan mujeres a las que recordar por sus logros en este campo.

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