Biblioteca de familias

La Fiesta de la Raza más patriótica en Xàtiva

Salvador Catalá

Se conmemoró el Día de la Hispanidad el pasado jueves. Durante algunos años fue conocida como la Fiesta de la Raza. Una denominación originaria de 1913, creada con el objeto de estrechar lazos entre España e Iberoamérica, eligiendo la fecha en que Cristóbal Colón descubrió América, donde se tenía que destacar «la intimidad espiritual existente entre la Nación descubridora y civilizadora y las nuevas naciones formadas en suelo americano». En 1914, se celebró como Fiesta de la Raza Española, en 1915 como Fiesta de la Raza a secas, nombre que continuó con la dictadura de Primo de Rivera.

Xàtiva se encontraba por entonces en estado de guerra. Se cumplía casi un mes del pronunciamiento más «pacífico» de la historia de España, y poco más de una semana del decreto de disolución de todos los ayuntamientos del país. Las autoridades militares sustituían concejales por vocales asociados, y revisaban cuentas para depurar a concejales corruptos. En Xàtiva, la máxima autoridad correspondía al coronel del regimiento Otumba, Policarpo Navarro, por el estamento militar, y por el civil, a Rafael Hostench, procurador de los tribunales que actuaría como alcalde interino, en espera de la llegada de un delegado del Directorio para el partido judicial de Xàtiva, que se encargó de buscar a las nuevas élites para dirigir la rex pública local.

La recién creada revista Unión Cultural Setabense decidió posicionarse ante la Nueva España que se estaba creando, para conseguir el empuje financiero necesario con el que superar sus penurias económicas, tras un año de vida. Daba la casualidad de que sus actuaciones coincidían con los valores del nuevo régimen, que los militares divulgaban a base de la emisión de decretos. Coincidían en la necesidad de estimular los grupos infantiles de Exploradores, las asociaciones deportivas, las organizaciones en pro de la cultura, las conferencias de educación ciudadana, o las campañas de alfabetización. Y todo ello, por su puesto, en español. La lengua castellana sería la vehicular en el mundo de la escuela y la cultura. Las otras lenguas del estado, para la calle y la casa.

Ernesto Sanz y Carlos Sarthou, como respectivamente presidente y colaborador de la Unión Cultural Setabense, se encargaron de organizar la celebración de la Fiesta de la Raza más patriótica de la historia de Xàtiva. Se aprovechó también para instrumentalizarla y convertirla en un acto de adhesión de la ciudad a la naciente Dictadura, legalmente institucionalizada, tras la llamada del rey Alfonso XIII al general para formar gobierno, y dejar el sistema constitucional en suspenso. El jardín de José Espejo, hoy parque infantil, y el cine de Españoleto, hoy convertido en bloques de viviendas, fueron los espacios elegidos para desarrollar los actos festivos organizados por la cúpula directiva de la revista Unión Cultural Setabense. Xàtiva, despertó el 12 de octubre de 1923, en lo que podríamos considerar hoy el arranque de la Alameda, repleto de enormes banderas. La española al centro, rodeada de las repúblicas iberoamericanas. La banda militar del regimiento Otumba amenizó la exposición haciendo sonar los himnos de cada insignia nacional. Por la tarde, en el cine Españoleto, se desarrollaría una velada literario musical.

El acto comenzó haciendo sonar los acordes de la Marcha Real, que fue escuchada con todo el auditorio en pie, y entre aplausos, se descubrió el retrato del nuevo Jefe del Estado, Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, popularmente conocido como el cirujano de hierro, que en teoría iba a extirpar de España la corrupción, el separatismo, el terrorismo y la carestía de vida. El presentador fue el médico Ernesto Sanz Rosselló, que aprovechó para hablar de las actuaciones y proyectos de la Unión Cultural Setabense, solicitando mayores apoyos financieros para poder seguir divulgando la cultura. Carlos Sarthou narró los hechos que llevaron a Cristóbal Colón a abrir una nueva ruta oeste, cruzando el Atlántico, para llegar a las Indias, lo que le llevó a tropezar con un nuevo continente, y glosó la gesta del papa setabense Alejandro VI, al delimitar la nueva ruta abierta a cien leguas de las Azores, como de uso exclusivo para la corona castellana. Tras la exposición de los hechos objetivos, llegó la hora de las interpretaciones subjetivas, de la mano del clérigo Crispín Merenciano, que a través de su ponencia, titulada las «gestas de la raza», subrayó el desinterés, nobleza e hidalguía, con el que los protagonistas de la historia patria, llevaron a cabo el proceso de exploración, y llevó a la justificación del presente mirando el pasado: «Aún hoy, mientras las naciones han guerreado con fines egoístas o de afán de lucro, nosotros seguimos derrochando en África nuestra sangre y dinero desinteresadamente para fines de protectorado y civilización».

Y entre las pesadas disertaciones y los apasionados discursos para justificar lo moralmente injustificable, hubo tiempo para la música en forma de canto y declamación poética. El tenor Samuel Sanchis canto un fragmento de la ópera «Lohengrin» de Wagner. Mientras José Jordán y Pura Sanchis, dedicaron sendas poesías de cosecha propia a la «gloriosa raza española», y José Sanabre, a glorificar la figura de Colón. Nadie se atrevió a plantear el descubrimiento como un acto de brutal conquista, genocidio indígena, o desde una perspectiva anacrónica, nadie planteó en solicitar disculpas a las civilizaciones damnificadas sometidas por el yugo castellano. Y es que el pasado ni se glorifica, ni se condena, ni se manipula en función del presente, simplemente se estudia y analiza, para comprender mejor nuestro presente, y de él se aprende, para no repetir errores.

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