LA CIUDAD DE LAS DAMAS

Vivir en Xàtiva, morir en Gaza

La masacre en el hospital de Gaza provoca una ola de indignación y protestas en el mundo islámico

Agencia ATLAS | Foto: EP

Mar Vicent

Salimos de una rara semana semifestiva y volvemos siempre con cierta pereza a nuestra vida habitual. Superado el paréntesis, retomamos asuntos pendientes y afrontamos problemas crónicos, de esos que nos acompañan, muy a pesar nuestro, desde hace tiempo.

Hay que afrontar los problemas laborales, el salario que no llega a fin de mes, el jefe imbécil, el empleado absentista, el encargado abusón, el compañero listillo…Hay que ganarse el pan con el sudor de la frente, según la maldición bíblica nunca derogada, ni siquiera en tiempos de la inteligencia artificial

Nos esperan también los conflictos familiares de difícil resolución: la eterna preocupación por los hijos, el delicado y necesario equilibrio con la pareja, la atención responsable de las personas dependientes, el cuidado y disfrute de los menores a nuestro cargo…

A veces, no siempre, somos capaces de apartar la mirada de nuestro ombligo, que, aun siendo una ocupación legítima, nos absorbe demasiado y nos priva de la oportunidad y la obligación de apreciar que el mundo y la vida es mucho más que nosotros y nuestras circunstancias.

Al levantar la vista y ver la ciudad en la que vivimos, el balance no suele ser trágico, aunque es fácil reconocer las carencias y discordancias de nuestra vida en sociedad. Xàtiva es una ciudad civilizada, donde la seguridad ciudadana está garantizada según la información facilitada recientemente. Aunque mandan más los coches que los peatones es, atendiendo a su tamaño, una ciudad cómoda y asequible. Eso sí, con unas temperaturas totalmente inapropiadas que son señal evidente de que algo va muy mal, y no sólo en Xàtiva, que por otra parte no sabe defenderse de ellas con el suficiente empeño...…Una ciudad que no acaba de hacerse responsable de su patrimonio cultural, con una red de aguas que pide urgentes mejoras a golpe de reventón, un núcleo antiguo que se desmorona…Pero vivimos bien.

Nada que ver con lo que está pasando sólo a 3000 kilómetros. Es aburrido verlo día si y otro también en los periódicos. Nos perdemos entre tanto relato sesgado, tanto personaje histérico e histórico, tanta bulla. Estamos ya inmunizados frente a fotografías de gente destrozada, que aúlla su dolor frente a unas cámaras que ya han retratado toda la miseria humana.

Pero si perdemos de vista el ombligo, aunque sea un minuto y miramos más allá de nuestra ventana que da a la calle que tan bien conocemos. Si imaginamos lo que se está viviendo tan cerca y a la vez tan lejos, no más que Oslo o Estocolmo, se puede ver algo que nos causará dolor y desasosiego, pero también nos hará más humanos.

En Gaza, el estado de Israel está cometiendo un genocidio. En directo y a la vista del mundo, parte del cual está empeñado en mirar hacia otro lado. No es una guerra entre militares que son los profesionales de la guerra -allá ellos-, sino contra la población civil.

Contra mujeres y criaturas y hombres desarmados sometidos a un destino histórico del que no tienen ninguna culpa.

Gente corriente que llevaba años luchando por sobrevivir en un entorno hostil que ha sido el caldo de cultivo para que organizaciones terroristas hagan lo que saben hacer: aterrorizar para dinamitar cualquier posibilidad de entendimiento.

Que paguen ellos el precio de sus actos, pero no quienes habitan Gaza donde la vida es todo un privilegio.

Y nosotros, los que retomamos nuestras plácidas vidas tras un merecido descanso, no seamos tan indecentes como para apostar por la equidistancia, ni tan inhumanos que permitamos crecer el callo en nuestra conciencia que nos protege de la vergüenza y la rabia ante tanta crueldad.

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