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Mientras un niño derrame una lágrima…

Imagen de un bombardeo en Gaza.

Imagen de un bombardeo en Gaza. / EP

Vicent Soriano

En el territorio que nos toca vivir, aquí cerquita, estas cosas no ocurren. Por aquí no sobrevive todavía ninguna situación de antisemitismo, donde vive el delito incitando a la discriminación, odio y violencia contra el pueblo judío. Por aquí el odio se recuerda en otras circunstancias y épocas muy lejanas, pero nunca con tanta crueldad como la que estamos viviendo estas semanas. Es totalmente cruel, asesino, inhumano y de auténticas bestias el ataque contra una población civil que solo quiere vivir en paz. Que no entiende de matanzas locas. ¿Como es posible que un ser humano empuñe un arma o apriete un botón para destrozar a todo un pueblo? Palestina no es Hamás igual que ETA no era el pueblo español, aunque algunos ahora se empeñen en mezclarlo todo, aprovechándose miserablemente de la muerte de miles de personas. Algo más que poca vergüenza es lo que tienen y así serán recordados cuando intentan aumentar el odio hacia quienes tienen otras creencias y otra piel. Llevan la violencia en sus genes y sus palabras son de asco permanente cuando se les escucha.

En un viaje a Jordania hace algunos años adquirí a un vendedor ambulante un llavero precioso con la bandera palestina. Ahora lo tengo entre mis manos y me recorre una sensación de angustia, rabia e impotencia de contemplar como un pueblo muere entre lagrimas al viento y decisiones políticas que se ensucian con la sangre de demasiados inocentes. Que beben agua salada, no tienen nada para alimentarse y los gritos desgarradores de operaciones sin anestesia, resuenan en los cielos de Palestina. Morir de dolor. Esa es la esperanza mirando al futuro.

No es este el lugar para decir lo que pensamos, simplemente porque las palabras no sirven de consuelo ante tanta barbarie. Hay demasiadas imágenes que formarán parte del recuerdo y los gritos desgarradores de niñas y niños que no entienden que está pasando. Porqué sus padres ya no están y porqué la sangre brota de sus caras, su cabeza, sus brazos y sus piernas. En su inocencia pensarán que esto es la vida que les ha tocado vivir y además es una vida que sus enemigos aplauden. Cuando más enorme es la crueldad mayor es el regocijo de quienes no tienen consciencia y no saben del dolor sino de victorias y derrotas, de muerte y daño hasta los últimos extremos. Sin valores ni una décima de compasión. La vida no vale para nada en esta guerra ni en ninguna de las guerras. No hemos aprendido nada en cuanto a solidaridad ni en bajar los brazos simplemente para constituir dos estados, dos naciones que vivan en sus tierras y vivan en una duradera paz sin armas y sin sangre.

Quizás por aquí no exista violencia contra ningún pueblo, pero mientras exista una sola imagen de un niño llorando y sangre derramada, todos tendremos alguna culpa.

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