Desembarco alemán en Xàtiva por Semana Santa
Celebramos la declaración de la Semana Santa como Fiesta de Interés Turístico Autonómico de la Comunidad Valenciana, rememorando la llegada a Xàtiva de la primera gran remesa de turistas disfrazados de marines

Marineros llegados a Xàtiva en 1930 / X i C
Salvador Catalá
Celebramos la declaración de la Semana Santa como Fiesta de Interés Turístico Autonómico de la Comunidad Valenciana, rememorando la llegada a Xàtiva de la primera gran remesa de turistas disfrazados de marines. Corría el 19 de abril de 1930, cuando el diario el Demócrata de Xàtiva informaba a sus lectores que Xàtiva había recibido la visita de más de un millar de alemanes, entre marineros y residentes de la colonia alemana afincada en Valencia, durante las jornadas del Jueves y Viernes Santo. Semejante bomba informativa pasó desapercibida para la otra gran cabecera periodística del momento en la capital de la Costera, el Obrero Setabense, que prefirió informar sobre los actos litúrgicos, y seguir con sus editoriales dirigidos a salvar a las conciencias de los trabajadores, del anticlericalismo y la alienación socialista.
Los marineros llegados a la ciudad pertenecían al acorazado Hannover que por aquellos días se encontraba de travesía de instrucción por el Mediterráneo, y se aprovechó un escala en el puerto de Valencia, para invitar a su tripulación a que conociesen la ciudad, en un tiempo donde la patria de los Borja y Ribera, comenzaba a estar presente en todas las guías financiadas por el Patronato Nacional de Turismo, cuyo presidente en Xàtiva era el archivero, D.Carlos Sarthou Carreres.
El Hannover era uno de los buques insignia de la potente armada alemana. Votado en 1905, fue bautizado con el nombre de la provincia perteneciente a la Baja Sajonia germana. Participó en la batalla de Jutlandia durante la Primera Guerra Mundial, sobrevivió al Tratado de Versalles, que obligaba a la reducción del ejército y la armada tras la derrota teutona en el mayor conflicto bélico hasta entonces conocido. Reducida su capacidad destructiva, el mismo fue utilizado como buque de pruebas y entrenamiento, hasta su retirada del servicio activo, un año después de la visita de su tripulación a Xàtiva.
Por aquel tiempo España y la capital de la Costera vivían tiempos de cambios políticos. Hacía poco más de un mes que Primo de Rivera había presentado su dimisión como jefe absoluto de gobierno en favor de otro militar, Dámaso Berenguer, que finiquitaba la dictadura, y permitía iniciar el tránsito hacia la democracia, y la reactivación de la suspendida constitución de 1876. Semanas después de su renuncia, el dictador moría en la más absoluta soledad en el cuarto de un hotel parisino. La causa de la muerte, la pena, por haber sido víctima de su obra. No había conseguido extirpar, el denominado cirujano de hierro, la corrupción ni el nepotismo, sino todo lo contrario.
Se pedían responsabilidades por el lamentable estado en que la Dictadura había dejado las finanzas de España, por la corrupción institucionalizada, que había realizado innecesarios nombramientos a dedo, concedido costosas adjudicaciones de obra pública a empresas de afiliados a Unión Patriótica, único partido permitido, y con el levantamiento de la censura sobre la prensa, se empezaban a publicar investigaciones de cómo se despilfarraba el dinero, siendo un ejemplo el Patronato Nacional de Turismo, que inflaba las facturas de la publicación de folletos, libros, y que organizaba eventos como aquel, que agasajaba marineros, como si fueran potenciales turistas.
La prensa comenta que llegaron en trenes fletados para la ocasión. Y que las bandas de música los recibieron con los acordes del himno nacional de España. Tras la bienvenida, salieron los marines en perfecta formación en dirección al castillo mientras entonaban canciones y marchas propias de la instrucción militar. Por detrás de la tropa, saldrían varios automóviles que llevarían al almirante de la Armada, el vicealmirante, al cónsul alemán en València, y al por entonces propietario del castillo, el senador Bernardo Gómez Igual. Y tras ellos, dos camiones repletos de naranjas y folletos turísticos de Xàtiva, que se repartieron entre los marineros. A los que luego se les ofrecería una opípara comida, todo costeado por aquel Patronato, ya que las arcas municipales no estaban preparadas para asumir tan extraordinarios dispendios.
En la fortaleza, Carlos Sarthou actuaría de cicerone, y explicaría la historia del castillo, con la ayuda del exalcalde accidental, Antonio de la Torre Villalba, encargado de dirigir el proceso de la recuperación de la democracia en Xàtiva, y también traductor de las palabras de don Carlos al alemán, para que la oficialidad germana pudiese entender las explicaciones del máximo entendido en la historia del alcázar setabense.
Antonio Latorre era un ingeniero que había estudiado y trabajado a caballo entre Zurich y Munich, de ahí su dominio del alemán Tras enviudar de su primera esposa, arraigó en Xàtiva, al casar con Amparo Acuña, viuda también, del impresor Enrique Martínez Bellver. Ello le llevó a formar parte de las élites setabenses, lo que le llevó a ser concejal de la dictadura, y posteriormente a ser el último alcalde de Primo de Rivera. Se desligó de aquellas funciones políticas, en aquella Semana Santa, dando paso a una nueva cohorte de dirigentes.
Tras agasajarlos con el referido banquete, se dio a la tropa tiempo libre, lo que les llevó a bajar a la ciudad para contemplar las procesiones del Jueves o Viernes santo, donde algunos marineros, como buenos improvisados turistas, no pudieron resistir a la tentación de inmortalizar el momento, fotografiándose algunos de ellos con la guardia romana, que ya disfrazados para la ocasión, se dirigían a custodiar el paso del Nazareno o del Ecce Homo. No sabemos si llegaron a pernoctar en la ciudad, o vinieron por grupos, ya que las fuentes nos comentan que regresaban a Valencia por la tarde.
Como suele pasar en política, Primo de Rivera pasó de estar presente en todas las calles de España, a ser defenestrado tiempo más tarde. Pasó en algo más de un lustro, de héroe a villano. En Xàtiva sustituyó a Canalejas, para referirse a la Alameda, y seis años, cuatro meses, y trece días después de su pronunciamiento, fue retirado del nomenclátor urbano. Y fue la cercana Llosa de Ranes, la primera en hacerlo, sustituyendo su nombre, por el de Blasco Ibañez, con gran visión de futuro. Pasado el tiempo, Xàtiva podría repetir aquella historia, pero no ya con marineros, sino turistas de cruceros llegados al puerto de Valencia en tiempos de corrupción política, lo que nunca cambia en la historia de España.
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