OPINIÓN | Vicent Soriano | Dimarts Mercat

Cuanto más caigan más fortuna quedará

"Los que mandan, los de los despachos de la quinta planta, diseñan y firman los planes de cómo sacar más dinero de la salud o la educación y así están ellos de chulos y macarras"

Acceso al hospital Lluís Alcanyís de Xàtiva.

Acceso al hospital Lluís Alcanyís de Xàtiva. / Perales Iborra

Vicent Soriano

Xàtiva

Dicen, los que entienden de estas cosas, que la edad no perdona, pero es tan falso como que Mazón estuvo en su sitio el día de la Dana y salió cagando leches desde el maravilloso Ventorro, lugar donde se esconden y se cuecen palabras de amor sencillas y tiernas (ah, no, que esto es de Serrat y el noi del Poble Sec está ajeno a estas tropelías de sinvergüenzas y canallas que pretenden limpiar su imagen desde el púlpito de la mentira). Se me ha quedado un párrafo larguito y espeso.

Pues vaya, que la edad perdona algunas cosas pero hay otras que las complican de mala manera para que no nos quepa ninguna duda de que todo está todavía por hacer, y que cuando el tiempo marque soluciones a los problemas, habrá que tener en cuenta mil y unas razones donde se distinga los viejos de los jóvenes, en una tan extrema tontería que aquí entra en juego los principios y finales de una sociedad mal estructurada, donde sobresalen los listos y los tontos si son capaces estos últimos de arrimar el ascua a los que mandan y deciden. Esas son las leyes del blanco y el negro. Como no sepas colocarte en el lugar exacto la tienes clara: te toca el sufrimiento y la desgracia.

Cuando seas la carne de cañón por tu madurez es que algo está fallando. Vivimos en un espacio justo y reducido de donde en ocasiones es imposible escapar por mucho que lo intentes. Que se lo pregunten a los que habitaban residencias de mayores durante la pandemia. Las imágenes de muerte y abandono rompían el corazón, pero la reina madre ni se inmutó. Le faltaba la bandera enrollada entre su cuerpo y la carita de orgasmo traicionero. Cuantos más caigan, menos seremos a repartir. Cuantos más caigan más fortuna quedará en las arcas para los amiguetes roba sentimientos, que un pijo les importa la desgracia de los demás. Las leyes están así de mal hechas aunque provoquen arcadas de impotencia.

Y pasa el tiempo tranquilamente y todo va como va. Sin apenas esperanzas de encontrar una salida airosa a lo que nos rodea. La edad, esa que perdona y la que no, obliga a ponerte en manos de una sanidad envidiada por unos y otros. Con unos grupos sanitarios que merecen ser aplaudidos cada minuto, pero dirigidos desde arriba por unos incompetentes que no saben ni vestirse. Incompetentes que extienden la mano para sacar dinero del erario público. Una sanidad que no alcanza a todos por la desfachatez de los que entregan a los de la banda la privatización repetitiva que no tiene perdón. Tienen la cara tan dura que disimulan bajo el concepto de “plan de choque” la entrega a los conocidos de pruebas médicas, operaciones, y todo aquello que sirve para enriquecerse licita pero ilícitamente de lo que es público y queda vendido a su suerte. Las listas de espera son eternas, el colectivo sanitario no puede dar abasto a tanta barbaridad y sus quejas no solo están justificadas sino que son necesarias y urgentes.

Los que mandan, los de los despachos de la quinta planta, diseñan y firman los planes de cómo sacar más dinero de la salud o la educación y así están ellos de chulos y macarras. Con traje y corbata y la inutilidad por bandera. Robar saben un montón y no se inmutan por nada de nada. Robaron y la mitad están en la cárcel, y vuelven a robar sin temor a ningún castigo divino.

Los de la edad (que ahora sí que ya no perdona) tenemos la esperanza de que en el mes de octubre nos toque la cita para conocer el resultado de una biopsia realizada en febrero. Somos los últimos de la sociedad de los mayores. ¡Vaya cruz!

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