Una nueva vida para el palacete del mejor ventrílocuo del mundo
Una familia alemana-argentina restaura el antiguo caserón de Francisco Sanz en Anna para habilitar una vivienda y alojamientos rurales, respetando e integrando los elementos del inmueble original y poniendo en valor la figura del artista que alcanzó la fama mundial a comienzos de siglo XX con sus sofisticados autómatas

Perales Iborra

Lo que convierte una casa en un hogar son los recuerdos que allí se construyen. Y hay casas que no solo encierran las remembranzas familiares, sino que quedan inscritas en la memoria vecinal de todo un pueblo. Algo así ocurre con el gran inmueble rotulado con el número 8 en la calle San Roque de Anna.
Entre las décadas de los 40 y los 60 del siglo pasado, fue la casa-consulta del médico local Rafael Sanz: por ella desfilaron una buena parte de las mujeres parturientas y los pacientes enfermos del municipio. Pero la relevancia de este antiguo palacete cobra dimensiones históricas por haber sido la residencia de Francisco Sanz Baldoví, padre de Rafael y considerado uno de los mejores ventrílocuos de todos los tiempos. También fue durante mucho tiempo el hogar donde se custodiaron los sofisticados e hiperrealistas autómatas con los que el afamado artista -que también fue un virtuoso guitarrista- surcó los escenarios de medio mundo a principios del siglo XX, revolucionando el panorama teatral del momento y dejando boquiabierto tanto al público como a la crítica.

La antigua casa del ventrílocuo Francisco Sanz en Anna, rehabilitada como vivienda y casa rural. / Perales Iborra
A pocos días para que se cumplan 86 años de su muerte, una familia alemana-argentina está culminando un meticuloso proyecto de rehabilitación de la casa del artista que está contribuyendo a rescatar el legado de Sanz. Ralf Goldak y Erika Kammerichs desarrollaron sus carreras en la banca de Luxemburgo, pero siempre tuvieron claro que, una vez terminada su etapa laboral en este sector, se marcharían a vivir a un país de habla castellana. En su búsqueda de una casa antigua, "con alma y personalidad", recalaron en Anna, un municipio de 2.500 habitantes que ya conocían previamente por unos amigos alemanes vinculados a la zona. Después de visitar varios inmuebles señoriales, el de la calle San Roque (con sus más de 400 metros cuadrados y sus tres plantas) les fascinó especialmente, tanto por la historia que encierra como por sus características arquitectónicas y por su acogedor patio trasero, que ofrece unas hermosas vistas del camino de las Fuentes de Anna.

Ralf Goldak y Erika Kammerichs, en la puerta de la casa del artista Sanz que están restaurando. / Levante-EMV
Las obras que llevan tiempo desarrollándose en el edificio y que encaran su recta final contemplan una vivienda privativa en la parte baja para los dueños (ya prácticamente acabada) y una casa rural con seis habitaciones que darán alojamiento a un máximo de 16 huéspedes en la parte de arriba. Aunque lo sencillo hubiera sido demolerlo casi todo para comenzar la reforma de cero, los propietarios han decidido conservar e integrar la mayor parte de los rasgos originales de la casa, desde su fachada hasta los techos de vigas de madera, pasando por puertas, contraventanas, pavimentos de baldosas, lámparas, enrejados, escaleras y otros elementos decorativos.
"El objetivo principal de la restauración integral ha sido mantener la esencia arquitectónica de la casa y respetar sobre todos los materiales y la calidad constructiva, garantizando a su vez el confort necesario para los propietarios y los huéspedes", subraya la arquitecta encargada del proyecto, Marisol Simón, del estudio Terracota con sede en Xàtiva. El reto a nivel estructural ha sido notable, dada la antigüedad del inmueble, que se remona al siglo XIX. En el interior se ha abierto una gran zona diáfana vinculada al espacio del patio central y dotada de una gran luminosidad natural procedente de la parte exterior trasera, donde destaca la verdosidad del paisaje. También se han creado nueve nuevos baños. Los suelos se han levantado para colocar las nuevas instalaciones guiadas por la eficiencia energética, pero se han tratado de mantener los elementos acordes a la época inicial de construcción, procurando una simbiosis entre acabados antiguos y nuevos, aunque acentuando la datación de cada uno de ellos.

Interior de la casa, con la vista del patio de fondo. / Perales Iborra
La planta baja se asemeja a un museo dedicado a honrar la memoria del artista. Lo primero que se encuentra uno al entrar en la vivienda es un gran cuadro donde se refleja el nombramiento (a título póstumo) de Francisco Sanz como hijo predileco de Anna, en 1972. Muy cerca se atisba un antiguo piano de la casa en el que practicaba la hija del artista, que acompañó a este en alguna gira, junto con un retrato del ventrílocuo. El instrumento estaba situado en la parte de arriba y, dado que su peso causaba afecciones estructurales, tuvo que bajarse por el patio de la casa empleando una grúa elevadora. Este y otros avances de la obra han ido mostrándose a través de las redes sociales mediante diferentes publicaciones en el perfil "El Artista de Anna".
La puerta por la que antiguamente se accedía a la chimenea se ha convertido en un aparador que también evoca la figura del ventrílocuo. Igualmente, se mantienen algunas butacas originales, una fuente del año 1913 y buena parte de las baldosas se han podido reutilizar. La arquitecta recalca que la casa estaba muy bien conservada por sus anteriores dueños, de ahí que las vigas de madera se hayan salvado de la temible carcoma. Los muñecos de Sanz también fueron durante muchos años cuidadosamente almacenados por la familia en baúles y tratados con celo para que no se deterioran. Cuatro de ellos pueden contemplarse en el Museu Internacional de Titelles de Albaida.

La arquitecta Marisol Simón y el ebanista Jonas Boese. / Perales Iborra
Apertura de puertas a los vecinos
Uno de los principales desafíos de la reforma ha sido preservar la espectacular carpintería original de la casa. "Era mucho trabajo y no pudimos encontrar un carpintero local que lo hiciera", indica Ralf. La solución la encontró el propietario reclutando al hijo de un amigo carpintero de Colonia, que pertenece a una familia de ebanistas. Encantado con el proyecto, Jonás Boese dejó su trabajo en la reforma de la ópera de Colonia para ponerse manos a la obra. "Sus soluciones de restauración, reciclaje y upcycling fueron fundamentales para el trabajo y el estilo de la casa", expone Goldak.

El patio exterior de la vivienda. / Perales Iborra
"Lo que nos decidió a comprar esta casa fue su historia y la posibilidad de trabajar en las reformas con empresas locales, dirigidas por una constructora y una arquitecta con quienes compartimos el respeto por la arquitectura histórica, el pragmatismo y la paciencia necesarias para llevar a cabo un proyecto como este", resume el propietario.
El viernes pasado, coincidiendo con la procesión de subida del Cristo de la Providencia, los dueños de la casa abrieron las puertas de su hogar para que los vecinos de Anna pudieran visitarla y comprobar de primera mano las reformas ejecutadas. "Cada uno tenía una historia que contar y manifestaba que su vida estaba ligada de alguna manera a la Casa del Doctor (o a la casa del artista). Nos contaron que la casa era el lugar donde nacieron sus hijos, donde fueron atendidos y curados, pero también nos hablaron de bailes en el patio, de juegos de niños en el patio y de niños probando el piano de la casa. Tenemos muchas ganas de volver a dar vida a esta casa tan hermosa", enfatiza Ralf, que se muestra fascinado por la trayectoria del ventrílocuo Sanz. "Con un impresionante empuje empresarial y su arte consiguió un éxito internacional, que vivió, en gran parte, de la empatía con los caracteres populares de sus autómatas. Para el futuro de nuestro proyecto, el artista Sanz es una auténtica inspiración", apostilla el propietario.
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