Manuel Hernández, médico premiado en Xàtiva: "Necesitamos hablar más sobre la muerte para apreciar mejor la vida"
Jubilado desde hace un año, el fundador y exjefe de la Unidad de Hospitalización a Domicilio y cuidados paliativos (UHD) recibe el reconocimiento de la ciudad: "Si queremos una sanidad mínimamente aceptable, no se trata de mantener lo que tenemos. Hay que invertir en tecnología, en personal y en infraestructuras"

Manuel Hernández, médico jubilado y exjefe de la Unidad de Hospitalización a Domicilio (UHD) del área Xàtiva-Ontinyent. / Perales Iborra

La llamada del alcalde le cogió en clase y no pudo contestar. Fue al salir cuando Roger Cerdà le comunicó una noticia que no esperaba: era uno de los galardonados con el Premi 9'Octubre 2025. Manuel Hernández se jubiló hace un año como médico y ahora es estudiante de Filosofía, una disciplina que le permite profundizar en la comprensión de las experiencias que ha ido coleccionando durante más de 30 años de dedicación al sistema público de salud.
A comienzos de los 90 participó en el germen de la Unidad de Hospitalización a Domicilio y cuidados paliativos (UHD) del área Xàtiva-Ontinyent. Bajo su coordinación, el equipo se convirtió en un servicio de referencia en la Comunitat Valenciana, no solo por su excelencia técnica en la atención integral de pacientes crónicos y oncológicos avanzados, sino también por haber aliviado el dolor de numerosas familias y pacientes en el final de la vida a través de un trato personal y humano.
¿Cómo recibe el premio?
No me lo esperaba. Yo me he limitado a hacer mi trabajo. Los enfermos me han agradecido mucho lo que he hecho y siempre me he sentido muy satisfecho con eso, pero pensaba que ya se había acabado. Cuando me llamó el alcalde, me sentí muy orgulloso y satisfecho. Me pilló por sorpresa.
El reconocimiento ha hecho palpable el cariño que le tienen muchas personas con las que ha tratado. ¿Es consciente de la huella que ha dejado?
He tenido mucha suerte, porque los compañeros que he tenido y el personal que ha estado trabajando conmigo siempre ha sido maravilloso, trabajador al 100% y muy implicado en el cuidado del enfermo desde una perspectiva muy humana, más allá de la técnica o la preparación metodológica de lo que es la medicina. A mí eso me lo ha enseñado la enfermería. Antes que médico fui enfermero y desde ahí me acerqué mucho a la parte humana de lo que era el enfermo. Ese aspecto lo continué cuando acabé Medicina y comenzamos a tratar enfermos, pero sobre todo en el aspecto de los cuidados paliativos y el final de la vida, donde el trato humano es fundamental. Si no transmites eso, no conectas con el enfermo.
"El trato humano del paciente es fundamental: hay que procurar una atención personalizada más allá de la patología que sufre"
A veces los pacientes echan en falta algo más de calidez en la sanidad. ¿Cree que ese trato humano debería exportarse a otros ámbitos?
Sin duda. Uno de los principales cambios de las últimas décadas ha sido intentar humanizar mucho más la medicina y el trato con el enfermo, que es fundamental. Hemos luchado mucho para pasar de una atención desde el paternalismo, desde las decisiones que se toman por parte de profesionales sin tener muy en cuenta la opinión del enfermo, a un modelo que da más autonomía al paciente. Nosotros solo estamos para explicar cuáles son los procesos a los que nos lleva la enfermedad y él, que es el que más sabe sobre su vida, debe decidir cómo lo quiere llevar y por qué camino quiere ir con la enfermedad. Desde el aspecto de la ética y la bioética es fundamental este trato humano del enfermo: hay que tener muy en cuenta su opinión. Eso ha costado mucho de cambiar desde el hospital y la atención porque siempre se ha pensado que los médicos y profesionales teníamos la razón y sabíamos qué era lo mejor para la enfermedad. Lo primero que se nos tiene que pedir es tener una preparación correctísima como médicos: saber las patologías, hacer un buen diagnóstico y conocer los mejores tratamientos. Pero lo segundo, que deberíamos colocar al mismo nivel, es esa atención personalizada que mire todos los aspectos del enfermo: saber qué necesita, qué quiere, cuáles son sus preferencias, sus valores...
El tiempo del que se dispone para la atención parece que juega siempre en contra...
El tiempo no tiene que ser un obstáculo. Ahora trabajamos con más estrés que antes. La sanidad está en un momento que te obliga a trabajar más rápido, pero hemos de intentar organizar el tiempo y saber cuándo esa persona necesita más tiempo y cuándo con otra persona puedes estar menos. Si no, la atención no va a ser buena. Si vamos con estrés y mi cabeza está pensando lo que viene después, el resultado será malo.
Los profesionales de la UHD se meten muy de lleno en la vida del paciente. Lo atienden en su casa, están con su familia, conocen sus manías... Es un trato muy personal. ¿Cómo se vive eso?
El enfermo en su casa está en su ambiente y el trato no es el mismo. Tú necesitas no solo apoyar y estar encima de la familia, sino aconsejarla, darle estrategias, informarla... Son nuestros ojos en la casa del enfermo y se implican. El cuidador principal es una figura fundamental en la hospitalización a domicilio, una persona a la que primero tienes que enseñar pequeñas técnicas que se pueden hacer en casa para solucionar problemas que pueden surgir, que pueden ser muy grandes pero muy solucionables con una sola llamada de teléfono. Por otro lado, es una persona con una sobrecarga de trabajo, porque tiene su trabajo de siempre y, además, cuida al familiar, por lo que tenemos que apoyarla muchísimo y muchas veces descargarla emocionalmente de todo lo que comporta el cuidado. También hay veces que las familias no han podido con esa carga y no ha habido ningún problema: nos vamos al hospital, descansas y en el momento que quieras que volvamos a casa, volvemos. Esa apertura a lo que necesita el enfermo, sea donde sea, es muy importante y da mucha tranquilidad al paciente y a la familia. La libertad de poder escoger.

Manuel Hernández, en Xàtiva. / Perales Iborra
¿Ese contacto constante con el sufrimiento humano le ha afectado emocionalmente en su vida cotidiana o de alguna manera uno se acaba insensibilizando?
Nosotros trabajamos mucho con las emociones, porque la propia patología que sufre el enfermo nos lleva a que nos impliquemos. La persona que no se implica pocos cuidados puede dar. La empatía, la dedicación, el escuchar, el poder decir estoy aquí para lo que necesites y me vas a tener... Todo eso es completamente necesario y cuando te implicas emocionalmente a veces te vas con mucha carga. El que no se implica es porque no se ha llegado a conectar con este tipo de enfermos y de trabajo. Siempre digo que quien más me ha visto llorar cuando he salido de las casas de los pacientes ha sido mi coche, porque en la propia casa tienes que arreglar las cosas y te tienes que aguantar. Pero sales y te viene todo. Hay una descarga emocional.
"El profesional que no se implica con el paciente pocos cuidados puede dar. La empatía, la dedicación, el escuchar, el poder decir estoy aquí para lo que necesites y me vas a tener... Todo eso es completamente necesario"
Una de las cosas buenas de la UHD es que, cuando nos hemos sentado en la mesa todos al llegar al hospital, allí todo el burnout lo hemos soltado porque hemos contado lo que ha pasado y nos hemos acabado riendo de las tonterías más grandes. Hemos sacado ese humor negro, blanco o gris que nos ha llevado a compartir y, si yo he estado más cargado, cuando lo he soltado en la mesa siempre he tenido gente que me ha apoyado. A la vez es muy satisfactorio cuando, al cabo de unos días en una casa, la familia se siente a gusto y agradecida. He tenido días muy difíciles y mi familia lo sabe porque he llegado a casa y mi mujer Mercedes o mis hijos me han dicho que he estado dos horas sin hablar. Tienes que gestionar eso que llevas, y soltar… Pero es parte del trabajo.
¿Cómo percibe la situación de la sanidad pública?
Creo que estamos en un momento muy difícil. Los usuarios, los enfermos, los compañeros, la población y la vida han evolucionado mucho y esta población demanda una atención sanitaria como antes, de una calidad grande, donde disminuyan lista de espera, las intervenciones no tarden tanto en realizarse, la tecnología esté bien relacionada con el momento en el que estemos y las infraestructuras y personal sean las necesarias. Hace 30 años teníamos un sistema sanitario maravilloso y comenzamos a hacer hospitales e infraestructuras. Pero las necesidades que hay ahora no son las que había hace 30 años: la expectativa de vida ha crecido mucho en poco tiempo y tenemos enfermos cada vez más mayores con enfermedades crónicas. Aunque nosotros nos llevamos muchos a casa, no podemos abarcar todas esas necesidades. Si queremos una sanidad como la que teníamos o mínimamente aceptable, no se trata de mantener lo que tenemos, porque eso llevará al deterioro. Hay que invertir en tecnología, en personal, en infraestructuras... Todo eso es necesario si queremos mantener una sanidad de calidad, donde la población se sienta bien atendida. Esta es mi opinión y no la hago desde ningún punto político, sino desde mi experiencia y lo que veo. Los políticos deben pensar seriamente en la necesidad de invertir para mejorar lo que tenemos.
"Los políticos deben pensar seriamente en la necesidad de invertir para mejorar la sanidad que tenemos"
La muerte sigue siendo un tema tabú en la sociedad. Desde su experiencia, ¿qué hace falta para que las personas tengan una mayor aceptación de la muerte?
La muerte es menos tabú de lo que era antes, pero necesitamos sacar más a la calle las necesidades y cuidados que necesita y cómo afrontarla y aceptarla. Hay que hablarlo más, por hablarlo más la gente no se va a morir antes o peor, al revés. En mi experiencia, hablar de la muerte de alguna manera nos ha enseñado a vivir los momentos más intensamente y mejor. Aunque quieras apartarla, está ahí. Hemos de aprender y sacar todo este tabú a todos los lugares: a los colegios, a la sociedad, a la población, a cualquier entorno. Es importante que cada uno se plantee su muerte, porque eso le va a ayudar a vivir mejor el momento que está y a aclarar que es lo que le gustaría a él cuando las cosas se pongan mal y cómo le gustaría ser atendido. De alguna manera, vivir ese final nos enseña a vivir mejor el ahora, el presente. Necesitamos aún seguir sacando la muerte a la calle para apreciar mejor la vida.
Usted ha formado parte durante muchos años del Comité de Bioética del Departamento de Salud. ¿La aplicación de la ley de la eutanasia está siendo la esperada?
Creo que es una ley muy necesaria. La hemos hablado mucho, la hemos explicado, la hemos tocado mucho y es una ley muy garantista. Se explica todo, se tiene en cuenta todo, se piensa en todo... El diseño de la ley es perfecto, a veces incluso pienso que es largo para las necesidades que hay. En el aspecto de los cuidados paliativos a lo mejor no es tan positiva porque, cuando atiendes a un enfermo que está entrando en el final de vida, a veces no necesitas que se plantee la eutanasia porque ya se está aplicando una sedación paliativa y la solicitud de eutanasia puede alargar mucho el proceso, pero hay muchas enfermedades que necesitan esta ley. Que alguien diga que no hace falta es una mentira grandísima, porque no sabemos el sufrimiento que tienen las personas cuando son capaces de pedir la eutanasia.
"En el hospital había gente que se moría muy mal, pero los inicios de la UHD fueron duros"
¿Cómo son los inicios de la UHD?
Fue una propuesta de la gerencia en 1993. Yo estaba trabajando como médico en Urgencias e Isidoro Rodríguez y Pepe Cambra, que estaba entonces como subdirector, me propusieron abrir una unidad de cuidados paliativos y comenzar un programa de hospitalización a domicilio. En aquel momento solo había tres unidades abiertas en Valencia. Estuve en Dénia, en València y me fui a ver otras unidades en Marqués de Valdecillas (Santander) y en Bilbao. Me gustó lo que vi, porque se trataba de traer el hospital a casa y eso era muy novedoso. Para mí era un entorno que podía dar mucha satisfacción al enfermo y comenzamos yo y el enfermero Ximo Gómez, que era supervisor de Urgencias en ese momento. Al principio llevábamos muy pocos enfermos, pero a los dos meses comenzaron a ponernos personal. En aquel momento, como el servicio era tan nuevo y no nos conocía nadie, había mucha suspicacia: sufrimos y nos costó un poco de arrancar hasta que demostramos que se podía. Nosotros planteábamos tratar en casa una neumonía, aplicando los antibióticos intravensosos, y creo que de alguna manera pensaban que no estábamos bien de la cabeza. Tenías que convencer tanto al enfermo y al familiar como al médico internista o al cirujano que los tenía a su cargo de que se podía hacer.
Poco a poco comenzamos a despegar, con más personal. Lo que comenzó como una cosa que en principio buscaba ahorrar camas al hospital para utilizarlas en otra cosa, llevando enfermos a sus casas, se pasó a una unidad que demandaba el propio enfermo. Muchas veces cuando estos llegan al hospital lo primero que dicen es que quieren pasar a la hospitalización a domicilio en cuanto sea posible. Eso es algo muy bonito. Comenzamos tratando neumonías de bajo riesgo, pero abrimos un campo muy grande de cuidados paliativos. En el hospital me di cuenta de que la gente se moría muy mal. Comprobamos que ese final de vida, si no necesitaba de la infraestructura del hospital, era mucho mejor tenerlo en casa, porque el enfermo y la familia se encontraban muy satisfechos y a gusto. Abrimos una gran parcela de enfermos que podíamos tratar en casa, a parte de los crónicos o las insuficiencias respiratorias.
Desde entonces se ha evolucionado mucho y la UHD de Xàtiva es ahora una referencia. ¿Qué recorrido le augura?
Además de en la parte humana, hemos avanzado mucho en técnicas. En aquel momento eran muy difíciles de colocar todos los aparatajes que hemos puesto en casa. Ha habido intervenciones que antes se pensaba que solo se podían hacer en el hospital y también las hemos sacado a casa. Los registros y el vuelco de tecnología que se hacen son muy grandes también. Hemos cogido una experiencia que nos ha hecho atender mejor. La hospitalización a domicilio es una vía de atención al enfermo que tiene un recorrido muy largo. Antes de jubilarme me propusieron tres o cuatro programas de atención a domicilio 24 horas con registros, parámetros, una monitorización continua... Aunque contratar este tipo de propuestas es complicado porque proceden de empresas externas, hay mucho futuro y mucho de recorrido.
¿Hay margen de mejora en los cuidados paliativos?
Muchísimo. La oncología cada vez tiene mayores avances y tratamientos muy particularizados que están yendo directamente a lo que es la enfermedad. Antes los cuidados paliativos comenzaban cuando acababan los tratamientos. Ahora de alguna manera parece que tendríamos que ir justo en cuanto un enfermo comienza ese tratamiento y al mismo tiempo estar ahí, porque este aspecto paliativo se necesita muchas veces antes de llegar a tener síntomas o a sentirse muy mal. No solo son importantes los tratamientos activos, sino la calidad de vida del enfermo. Hay que vivir ese momento desde la perspectiva del enfermo, sin esperar grandes cambios, porque a veces esos cambios no vienen y al final es muy doloroso. Cada vez utilizamos mejores técnicas y conocemos mejor el dolor. Tenemos muchos fármacos y aparatajes que antes no teníamos y es muy importante aprender a utilizar los opiodies para saber cuándo hacen falta en una medida y cuándo no hacen falta o hay que rebajar esa medida. El control de síntomas es importantísimo, porque de ahí depende la calidad de vida del enfermo. A continuación podemos trabajar con el enfermo sus emociones, su calidad de vida, sus valores, el significado de su vida y todo lo que le puede llevar a aceptar mejor el final. Es importantísimo coger la bibliografía de esa persona y decirle: "tú ahora eres lo que has sido toda la vida. Me dices que no eres nadie, pero no es así, necesitas vivir aún esto, porque lo que has sido aún lo eres y da sentido a este momento".
El diálogo y la información son claves.
Cada vez nos apetece entrar antes en la vida o la casa del enfermo para que el proceso sea mejor, cuando la enfermedad no está tan avanzada. Intentamos hacer un control de síntomas perfecto y, a partir de ahí, intentar controlar todos los aspectos del enfermo: familiares, económicos, espirituales, de valores…
"A los nuevos profesionales les diría que se formen muy bien para atender al enfermo desde todos los aspectos y ver qué necesita, no solo desde la patología, sino como un todo, como cuerpo"
¿Qué consejo darías a los nuevos profesionales que ingresan en la sanidad?
No me atrevo a dar ningún consejo a los profesionales, porque los que están en la unidad son una maravilla y no porque vengo de allí, sino porque sé como están formados, los aspectos con los que tratan, cómo tratan a los enfermos, lo que están haciendo y cómo lo hacen. Tenemos UHD para muchos años y es fuerte, con profesionales muy bien formados que saben lo que tienen que hacer. Mucho mejores que yo. Podemos estar tranquilos. A los otros profesionales de la medicina que entran, solo decir que esta es una de las profesiones más bonitas que hay en el mundo, no solo la medicina desde punto vista médico o enfermero, sino el cuidado de personas con necesidades sanitarias. Lo único que tienen que hacer es atender al enfermo desde todos los aspectos, formarse muy bien y ver qué necesita, no solo desde la patología, sino como un todo, como cuerpo.
Usted se ha jubilado y se ha puesto a estudiar Filosofía. ¿Qué le diría a quien se siente perdido o menos útil cuando deja de desempeñar el rol al que se ha dedicado profesionalmente casi toda la vida?
Tienen que tener aficiones y una ilusión de hacer cosas, lo que sea que les guste: leer, estudiar, el campo, la huerta, el conversar, el cine... Hay que intentar mantenerse en una actividad que a uno le guste, cualquier cosa. Para mí eso es fundamental. No se acaba el mundo cuando no hay trabajo: es un momento de hacer todo lo que no has podido hacer en todo este tiempo.
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