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Biblioteca de familias

Paco Sanz, el mago de la ventriloquía, en el Gran Teatre

La sala de Xàtiva era «el único espacio que podía acomodar a la gran cantidad de público que atraía el considerado no como el mejor, sino el único en su género»

El ventrílocuo Francisco Sanz.

El ventrílocuo Francisco Sanz. / Levante-EMV

Salvador Catalá

Salvador Catalá

Xàtiva

La reciente noticia publicada en este diario sobre la rehabilitación de la casa natalicia de Francisco Sanz Baldoví sita en la localidad de Anna, nos lleva a escribir sobre las numerosas visitas que realizó a Xàtiva como artista, del considerado como mejor ventrílocuo del mundo, y recordar algunas de sus funciones en el principal espacio escénico de la capital de la Costera, que con el permiso del cine León y el Salón Setabense, fue el Gran Teatro de Xàtiva de la calle Sant Domènech, un coliseo a la altura de Paco Sanz, el maestro manejador de autómatas que hablaba con el vientre.

Una pareja de emprendedores lo van a convertir en residencia privada y hotel rural, aunque respetando su histórica estructura arquitectónica, y sin olvidar convertir algún rincón en un pequeño espacio de memoria que venga a recordar la figura de un artista único en su género y que fue declarado, a título póstumo, como hijo predilecto de Anna, en el año de 1972, gracias a que arraigó para siempre en la localidad con su familia, a pesar de sus múltiples giras y viajes, que no le hicieron renunciar a sus orígenes ni tampoco a su familia, que permaneció en ella, alejada de los escenarios y utilizando su hijo la misma como consultorio médico. Todo ello, permitirá perpetuar para siempre el recuerdo de los Sanz Baldoví en Anna.

Afortunadamente, Francisco Sanz Baldoví tiene ya escrita su biografía gracias a la labor del cronista de la localidad, José Izquierdo Anrubia, y de los esfuerzos del Ayuntamiento de Anna por divulgar la vida de uno de sus vecinos más ilustres a través de Internet. Hijo de los molineros Rafael Sanz y Dolores Baldoví, nació en Anna el 31 de mayo de 1872. Con veinte años fue socio fundador de la primera sociedad artístico musical del municipio, donde aprendió a declamar y tocar la guitarra, de la que luego fue un gran virtuoso. Hacia 1891, asistió por primera vez a un espectáculo de ventriloquia y quedó tan impresionado que se interesó en el aprendizaje de la técnica, y consiguió comprar unos muñecos articulados. Con 22 años, hacia 1894, abandonó el pueblo para labrarse una carrera como artista de varietés, capaz de montar sus propios espectáculos, donde compaginaba sus tres aficiones: la guitarra, la lírica y la ventriloquia.

En sus comienzos triunfó como tenor cómico de zarzuela en el teatro Ruzafa de Valencia y monologuista capaz de imitar voces e interpretar diversos personajes de época, hasta que conoció a un ventrílocuo francés que le orientó en la difícil técnica de hablar sin abrir la boca, lo que le permitió iniciar su carrera en este difícil género de las artes escénicas y cobrar tal fama que, hacia 1918, protagonizó un documental cinematográfico bajo la dirección de Maximiliano Thous, titulado Sanz y el secreto de su arte.

Fue en plena cresta de la popularidad, cuando documentamos sus primeras actuaciones en el Gran Teatro, único espacio que podía acomodar a la gran cantidad de público que atraía el considerado no como el mejor, sino el único en su género. A principios de enero de 1918 compartió cartel con la cupletista la Diosa Gheisa y la compañía teatral del actor y director Ernesto Vilches. Aprovechó, Paco Sanz, para presentar a Frey Volt, «el orador», considerado por la prensa como «el muñeco que está sólo en escena, el más acabado y perfecto». Sorprendió a todo el público, ya que daba la impresión que cobraba vida en escena, al tener cierta aparente autonomía lejos de los brazos de su creador, con capacidad para desplazarse por el escenario sólo, a lo que añadía la novedad de poder mover los dedos por separado, lo que acrecentaba la impresión de que era un ser humano parlanchín que jugaba a ser un muñeco. Junto a él, Paco Sanz puso en escena a otros «autómatas» de su creación, como Juanito, el niño prodigio y Don Liborio, el amo del barrio.

Poco tiempo más tarde, en noviembre del 1918 compartió cartel con la cupletista setabense Carmen Casesnoves, que interpretó el papel de doña Inés en el drama de Don Juan Tenorio. Entre cada cambio de escena, actuó D. Paco haciendo hablar a Don Liborio, el tío más figón y desvergonzado. En aquella actuación, se anunció que el artista Sanz iba a comenzar una larga gira por América y por los mejores espacios escénicos, para acabar siempre volviendo a su tierra, a su querida Anna, y a su referente más cercano, el Gran Teatro de Xàtiva.

Así, a lo largo de los años veinte documentamos dos nuevas funciones, en febrero de 1926 y marzo de 1928. En la primera, se le presentó como el maestro manejador de los autómatas, ameno monologuista, con la virtud de llenar todos los teatros. Presentó un espectáculo exclusivo, propio, independiente de las varietés, sin tiples, ni zarzuelas, protagonizado en exclusiva por don Liborio, de guion propio, con una escenografía extraordinariamente cuidada, rescatando así la ventriloquia de los humildes tablaos de feria, o de ser un complemento más de los teatros de varietés, o del cine mudo, hasta llevarla a los teatros más exclusivos del mundo como espectáculo independiente, aunque no significase que actuase a partir de entonces en solitario, ya que en el 1928 compartió escenario con la cupletista Conchita Leonardo.

Seguramente debió realizar en el Gran Teatro muchas más funciones, y más cuando su esposa era de raíces setabenses. Tal vez en Xàtiva se inspirase para desarrollar su etapa como guionista y escritor de los monólogos que realizaba con sus autómatas, que representaban todos los tipos de retórica de los diferentes roles sociales de las primeras décadas del siglo XX, como: el abogado, el cura, el poeta, el miembro del ateneo, o el parlanchín de feria, no exenta de mordaz crítica, ironía y dosificada con un gran sentido del humor, que convertían su oratoria en todo un arte del hablar bien. La fama de sus funciones fue global y maravilló a todo tipo de público. Murió en la cúspide de su éxito, y sus hijos mecánicos se resguardan en el Museu Internacional de Titelles d’Albaida, donde tal vez algún día encuentren a otro ventrílocuo que les pueda insuflar una nueva vida.

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