Un memorable «Anillo del Nibelungo»

Thielemann

supera la versión del año pasado

y ofrece una Tetralogía gloriosa

tercer acto.

 Escena final de «El ocaso de los dioses».

tercer acto. Escena final de «El ocaso de los dioses». / bayreuther festspiele

Manuel Muñoz, Bayreuth

(Alemania)

La versión de Der Ring des Nibelungen (El anillo del Nibelungo), de Richard Wagner, que se puede oír este año en Bayreuth, bajo la dirección musical del alemán Christian Thielemann es sencillamente memorable. Eso explica que este fuera literalmente aclamado por un público puesto en pie que se resistía a abandonar el Festspielhaus el martes pasado por la noche, tras concluir la representación de la última jornada de la Tetralogía, Götterdämmerung (El ocaso de los dioses).

Este año, pues, los dioses se han despedido con grandes cantidades de gloria. Además la producción de Tankred Dorst, que se estrenó el pasado año con Thieleman como responsable musical, ha introducido modificaciones que mejoran el conjunto. Resulta muy efectiva para presentar la historia que narra Wagner y tiene momentos de gran belleza plástica. En la edición de este año, por ejemplo, la escena final del fuego es más contundente y rotunda que en la presentación que el montaje de Dorst hizo en 2006.

El público de Bayreuth, de gustos conservadores en lo escénico, aplaude sin reservas la producción de Dorst, con la colaboración de Ursula Ehler, decorados de Frank Philipp Schlössmann y vestuario de Bernd Skorzig. Especialmente por contraste con la muy provocadora de Katharina Wagner, bisnieta del compositor, para Die Meistersinger von Nürnberg (Los maestros cantores de Núremberg), que este año se ha estrenado con sonoros pitos y abucheos, también dirigidos hacia la parte musical, poco lograda bajo la dirección del alemán Sebastian Weigle, responsable musical del Gran Teatre del Liceu. Y también coincide con el último año del muy abucheado Parsifal de Christoph Schlingensief en lo escénico, cuya brillante dirección musical a cargo de Adam Fischer es muy celebrada.

Así pues, los vítores del público buscan, por una parte destacar lo que le agrada frente a lo que no. Pero también dedicar calurosas ovaciones a la nueva estrella de Bayreuth, Christian Thielemann, que realmente cerró el martes un segundo ciclo del Anillo espléndido en lo orquestal.

El director alemán cuida al milímetro los detalles: subrayar musicalmente las frases con gran efecto dramático, dosificar los silencios, equilibrar los planos sonoros. En El ocaso de los dioses la Marcha fúnebre fue verdaderamente memorable, y la orquesta estuvo brillantísima y delicada a un tiempo en toda la escena final, como si no llevase a sus espaldas las casi cuatro horas y media de representación que habían transcurrido. Ni que decir tiene que el coro, preparado por Eberhard Friedrich, estuvo espléndido en su única aparición en el Anillo, como conjunto masculino en El ocaso.

Pero además también las voces se han superado este año con respecto al pasado. La pareja Siegfried-Brünnhilde, cantada por los estadounidenses Stephen Gould y Linda Watson, estuvo muy acertada y fue por ello celebrada reiteradamente por el público. Pese a que el primero tuvo algún apuro en los agudos, salvó con brillantez el dificilísimo papel en que tantos tenores se han estrellado.

También Linda Watson, segura y espléndida de medios vocales, emocionó en su escena de la inmolación.

En cualquier caso la estrella de la última jornada fue el muy perverso Hagen de Hans Peter König, quien exhibió un vozarrón que se dejaba oír sin dificultad por encima de los más estruendosos tutti de la espléndida orquesta del festival. En la jornada anterior, Siegfried, representada el domingo, König despidió también un rotundo Fafner.

Espléndida Mihoko Fujimura como Waltraute y Erda, y muy bien cantada la Gutrune de Edith Haller, que, además de cantar también la tercera Norna, superó con creces la algo floja de Gabriele Fontana el año anterior.

El Alberich de Andrew Shore se despidió con merecidos aplausos, al igual que el Mime de Gerhard Siegel el día anterior. Y el estado de gracia alcanzó a las Hijas del Rin (Fionnuala McCarthy, Ulrike Helzel y Marina Prudenskaja), así como a las otras dos Nornas (Simone Schröder y Martina Dike).

El gran protagonista de la Tetralogía, Wotan, pieza clave de este Anillo memorable, se despidió el domingo tras su última aparición como el Caminante en una muy brillante y matizada interpretación de Albert Dohmen.

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