Ricardo Rodríguez, Valencia Fueron muchas. Durante siglos, las mujeres supusieron más de la mitad de la población, pero su aportación artística, salvo en contados casos, no ha trascendido para la Historia. Si hace cincuenta años, James Brown no dudaba en cantar que este es «un mundo de hombres», no cabe imaginarse cómo sería ese mismo mundo hace siglos.

¿Por qué hay tan pocas figuras femeninas en la Historia del Arte Con ese punto de partida se inició la investigación del profesor valenciano Vicent Ibiza, que cristalizó en una tesis doctoral: Dona i art a Espanya: Artistes d'abans de 1936 , de la que ahora se acaba de publicar un libro casi homónimo, a cargo de la Institució Alfons el Magnànim. «El número de mujeres artistas anteriores al siglo XX no sólo es exiguo, es además difícil de rastrear. Resulta muy complicado completar biografías de artistas que apenas aparecen en alguna reseña aquí y allá» , asegura Ibiza, que se ha pasado años entre archivos y museos, documentando la actividad femenina hasta encontrar un total de 704 entradas, las que componen el Diccionari d'artistes d'abans de 1936 , y en el que conviven pintoras, bordadoras, ilustradoras y escultoras prácticamente desconocidas, auténticas heroínas en un mundo de hombres. «Resulta complicado -asegura el autor- imaginarse el ambiente en el que se desarrollaron aquellas carreras artísticas. Existen comentarios que, vistos desde la óptica de hoy, son auténticas barbaridades. De muchas pintoras se aseguraba que no pintaban nada mal para ser mujeres, e incluso algunas podían tener el "honor" de que se las llegase a comparar con un hombre. Hasta bien entrado el siglo XX no se normalizó esa situación».

Pese a las dificultades, el libro recoge biografías que arrancan en la Edad Media, alrededor del siglo X, y que se disparan en número con la llegada del siglo XIX, el de mayor abundancia. Se trata de una tipología específica de fémina, generalmente perteneciente a entornos pudientes, los únicos que permitían dedicarse a tales «veleidades»: «En la Edad Media eran sobre todo nobles, y posteriormente fueron llegando de un entorno más burgués. En algunos casos, estaba bien visto que una mujer se dedicara a este tipo de actividades, y además era útil, porque para enseñar a las futuras aprendices, sólo se podía hacer con otra mujer, con lo que se perpetuaba la tradición». Obras sin reconocimiento Otro vivero no menos importante es el de las propias hijas de artistas de renombre, desde Tintoretto a Sorolla o Joan de Joans. Muchas de ellas quedaron engullidas para siempre en la nebulosa de los «talleres», y su peso ha estado olvidado durante siglos: «En el caso del Tintoretto, su hija estaba en el taller, y curiosamente, cuando murió, la actividad decayó notablemente. La versión oficial es que se debió al duelo por la muerte, pero la realidad es otra» . Hay otros casos llamativos, como el hecho de que en un museo como el San Pío V de Valencia sólo se exhiba una obra femenina, La chula de María Sorolla, o de que existan serias dudas sobre la autoría de obras de Joan de Joans, que podrían haber sido pintadas por sus hijas, Dorotea y Margarida, acrecentando los misterios alrededor del auténtico papel de las mujeres en el arte, y abonando un campo en el que, según el autor, «queda mucho por investigar y muchas puertas por abrir» .