En una entrevista concedida a Efe Preston asegura que "muchas de las creencias populares con respecto a Franco son falsas: no fue el general más joven de Europa desde Napoleón, ni el valiente artífice de la neutralidad española en la II Guerra Mundial, ni el arquitecto del crecimiento económico español de los años 60".

Atribuye ese sentir colectivo benévolo hacia Franco a "una combinación de ignorancia, indiferencia y la determinación de no volver a sufrir una dictadura".

La publicación de "El gran manipulador. La mentira cotidiana de Franco" (Ediciones B/Editorial Base) constituye asimismo, confiesa Preston, una estrategia para que una versión más reducida de su biografía de Franco se puede traducir a idiomas como el francés o el alemán.

Preston, autor de una biografía de Franco de más de mil páginas publicada en 1994 por Random House Mondadori, vuelve a incidir en uno de sus temas preferidos como historiador porque siente que "está instalada en la gente una idea de Franco benévola, hasta el punto de que con al menos 130.000 muertos por la represión, tiene mejor imagen que Pinochet, que asesinó a 3.000 chilenos".

A pesar de que intelectualmente Franco era una persona de poca cultura y, en definitiva, un "mediocre", el historiador británico cree que tenía otras "habilidades" o de lo contrario "difícilmente se habría mantenido en el poder durante 39 años".

Pudo detentar el poder, único objetivo del régimen, "a través del terror impuesto tras la Guerra Civil; por su capacidad para manipular y torear a sus colaboradores y su habilidad para saber el precio de su silencio; y por la suerte de un contexto internacional en el que británicos y norteamericanos difundían con pleno conocimiento las mentiras del régimen".

Un ejemplo claro de esta connivencia pasiva son las declaraciones de Churchill en 1944 en las que daba las gracias a Franco por haber sido neutral durante la II Guerra Mundial, "a pesar de no haberlo sido".

Preston califica algunas de las mentiras de Franco de "infantiles" y se siente "escandalizado" cuando ve que el 'Caudillo' justifica el bloqueo al que Estados Unidos sometió a España en los primeros años de la autarquía en "la envidia de los norteamericanos, que en realidad querían abrazar el sistema falangista español".

En su nuevo libro Preston se ocupa asimismo de los militares que potencialmente pudieron poner en dificultades la jefatura de Franco, entre ellos Antonio Aranda, Queipo de Llano, Yagüe o Alfredo Kindelán.

En muchos de los casos se trata de oposiciones verbales y quizá de todas ellas la más llamativa es, recuerda Preston, la de Aranda, "un general que mantenía contactos con los británicos, con los alemanes e incluso con la oposición izquierdista".

El potencial peligro de Queipo de Llano explicaría, admite Preston, que Franco decidiera enviarlo a Italia y no le permitiera volver a Sevilla.

Al contrario de lo que sucedió en la Alemania nazi, con el caso notable del coronel Stauffenberg, que intentó atentar sin éxito contra Hitler, en España, sostiene el historiador inglés, "no se conocen casos de atentados militares" y la única posibilidad de golpe interno pudo llegar cuando Hitler expresó su frustración con Franco "porque no acababa de entrar en la guerra".

Hitler, continúa Preston, se había mostrado impresionado por el general Muñoz Grandes, quien "tampoco estaba mucho por la labor de derrocar a Franco".

Preston comenta que sí se conoce que el gobierno británico destinó trece millones de dólares de la época a sobornar a los generales españoles para que se opusieran a la entrada de España en la contienda junto al Eje, pero "tampoco se tiene constancia de los recibos en la parte española, de quiénes eran los beneficiarios ni si lo sabía Franco".