Alfons Garcia, Valencia

"Jo tindré una mort incolora, com un riu antic sense baladres". Así empieza uno de los poemas de Els jeroglífics i la pedra de Rosetta (Valencia, 1976), el mejor de los poemarios de Carmelina Sánchez-Cutillas (Madrid, 1927), en opinión de algunos compañeros y críticos, como Lluís Alpera o Jaume Pérez Montaner. La escritora, figura clave en la literatura en lengua propia de postguerra, falleció el pasado domingo en Valencia, esa ciudad que tanto amó y que "no la ha reconocido todo lo que se merecía", como señalaba ayer su hija, la periodista María Luisa del Romero. Su entierro tendrá lugar esta mañana en el Cementerio General de Valencia.

Sánchez-Cutillas se retiró de la vida literaria a principios de los años ochenta en silencio. "Es un misterio -comenta Alpera, quien en 1997 preparó la edición de su poesía completa-; se lo pregunté más de una ocasión".

Fue después de publicar el Llibre d'amic e amada (1981) sin demasiada notoriedad. "Se autoexilió, como María Beneyto. Creo que desembocó en cierto escepticismo tras la escasa repercusión de esta obra", comentó ayer Alpera a Levante-EMV. Lazos familiares, cuestiones de independencia intelectualÉ Fueron otros factores para el silencio, según quienes la trataron entonces.

En opinión de su hija, simplemente "se cansó de ver el ambiente de aquí. Con más estímulo, creo que hubiera escrito más".

Son las consecuencias de escribir desde "la periferia de la periferia", afirma el profesor de la Universitat de València Pérez Montaner. "En otras culturas se hubiera hablado mucho de ella", agrega. Y así, ella, que "no se preocupó de publicitarse ni de introducirse en ningún lugar", cuenta su hija, con la misma elegancia se apartó a su vida de familia. De familia de la alta burguesía local.

Elegancia, originalidad, vitalismo, erudición, ironía (con sus dosis de causticidad) fueron términos repetidos ayer en quienes evocaron su figura. Y además era mujer en un mundo de hombres; la amiga de Sanchis Guarner -uno de los que la impulsó a escribir-, Joan Fuster o Vicent Andrés Estellés era una de las pocas junto a Beneyto y Beatriu Civera.

"Su elegancia, clase social y y sensibilidad hacían de ella un personaje singular entre la gente que se dedicaba a la literatura catalana en Valencia", asegura el editor Eliseu Climent.

3i4 publicó las que son posiblemente sus dos obras más importantes: Els jeroglíficsÉ y la novela Matèria de Bretanya, ganadora del Andròmina en 1975, un auténtico boom en su momento con más de 20.000 ejemplares vendidos, en el que rememoraba su infancia en Altea. Josep Iborra dijo hace unos años que era nuestra Mercè Rodoreda, por sus paralelismos vitales y literarios.

Sánchez-Cutillas, historiadora, colaboró también en el suplemento cultural Valencia, que este diario editó entre 1954 y principios de los 70, y publicó varios ensayos históricos.

La autora dejó escrito en Matèria de Bretanya: "Cascun any en tornar al poble a l'estiu, tenia por que els amics s'haguessen oblidat de mi, aquells amics petits com jo, que corrien per les costeres descalços i sense adonar-se'n de les pedres del sòl. Els amics humils que jo admirava tant, i els quals mai no van tenir enveja de mi". Evoca bastante sobre su trayectoria.