Alfons Garcia, Valencia

Cervantes y Nueva Valencia son dos huellas en la toponimia actual de Argentina del paso por aquellas tierras de Vicente Blasco Ibáñez. Los nombres no son casuales. Hacen referencia a dos de sus debilidades: el autor del Quijote, símbolo de su pasión y defensa del castellano, y la ciudad que lo vio nacer en 1867. Fue justo hace cien años cuando el escritor partió hacia Buenos Aires a bordo del Cap Vilano y diversas entidades argentinas y españolas preparan ahora actividades para conmemorar el centenario.

"Se llamará Cervantes", dijo el novelista y político republicano a su secretario ante las tierras que pretendía colonizar en la provincia de Río Negro, en la Patagonia argentina. Fue su primer proyecto colonizador, antes de lanzarse de lleno a la aventura de Nueva Valencia, en Corrientes, en la otra parte del país, en la que se dejaría muchos sueños y ahorros.

El viajero Blasco Ibáñez -había estado ya en 1907 en Turquía- embarcó el 14 de mayo en Lisboa en el vapor alemán Cap Vilano junto con otros intelectuales europeos, como Anatole France. Partían invitados por el Gobierno argentino para dar unas conferencias en aquel país con motivo del centenario de la Revolución de Mayo de 1809.

Recorrió el país durante meses e hizo incursiones en Chile. Paraguay y Uruguay. Aunque regresó a principios de 1910 a España, pronto volvería a Argentina y, salvo algunas breves etapas en Europa, allí permanecería hasta 1914.

Fue una época de vida de novela -una de las máximas blasquistas era aquello de que el mejor libro era su propia experiencia vital-, en la que, impulsado por el Gobierno argentino (y ansioso por emular las gestas de los conquistadores), levantó las colonias de Cervantes y Nueva Valencia. El cosmopolita y mundano Blasco se adaptó a la vida de los indígenas. Ni siquiera las fiebres lo hicieron desistir.

Al final, tuvo que sacrificar Cervantes (una pequeña villa hoy de 2.500 habitantes) para intentar salvar Nueva Valencia, un proyecto que justificaba como "una empresa seria de colonización para que el elemento español se haga dueño de la tierra y no vaya ésa cayendo en manos de italianos y alemanes como ocurre hasta ahora" (la cita es de un artículo de Carmen de Carlos).

Sin embargo, el idealista hombre de acción se vio superado por la vil realidad y el proyecto acabó en la quiebra. Él, arruinado, regresó en 1914 a París para iniciar una nueva y fecunda etapa literaria. Cervantes y Nueva Valencia continúan existiendo y en sus nombres guardan el sueño de Blasco Ibáñez.