A lo largo de tres años el escritor Max Aub (1903-1972) sufrió detenciones, internamientos en campos de concentración y cárceles en Francia (1939-1942). Aunque de origen francés padeció la política represiva con el exilio republicano español del Gobierno de Vichy. Setenta años después, el Instituto Cervantes de Argel repara el agravio al escritor dándole el nombre de su Biblioteca a Max Aub.

El 1 de febrero de 1939 el escritor francés André Malraux y su equipo de filmación de Sierra de Teruel cruzan la frontera hispano-francesa. Entre ellos se encuentra el escritor Max Aub. Se inicia así el periplo carcelario del ?poeta, dramaturgo y novelista nacido en Paris y fallecido en Ciudad de México. El autor, tras fijar su residencia en Paris, sufriría los rigores del Gobierno de Pétain, tras una denuncia anónima contra él presentada en la Embajada de Franco en París.

El 3 de septiembre de 1941, Max Aub es enviado en un barco carguero a la colonia francesa de Argelia. El vapor tiene el nombre de Sidi Aicha. La experiencia de esa travesía inspiraría la pieza teatral San Juan (1943).

"Fui conducido esposado a través de Toulouse para ser transportado en las bodegas de un barco ganadero a trabajar en el Sahara y otras amenidades reservadas a los antifascistas."

Así a lo largo de un año permanecería en el Atlas del Sahara, en una zona desértica argelina de dominación colonial francesa. De nuevo Max Aub bajo la vigilancia de la gendarmería colonial francesa y las fuerzas bereberes a su servicio. Empieza el suplicio de los rigores de un centro de estancia vigilada, como llamaban sofisticamente los franceses, a los brutales campos de concentración en tierra argelina. Allí, Max Aub escribió los versos del Diario de Djelfa (1944), que conseguiría publicar nada más llegar a Ciudad de México.

El texto aubiano sobre esa experiencia en Djelfa, que publicó hace unos años Edicions de la Guerra, (Valencia, 1998), da fe, literaria de esa experiencia en Argelia.

Max Aub, en invierno, aparece con boina y una chaqueta de cuero, elaborando alpargatas típicamente valencianas. Max Aub, en verano, aparece, bastante delgado, en pantalones cortos, al lado de una tienda de campaña. El horizonte es desolador. El aspecto de sus compañeros no tiene nada que envidiar a los prisioneros de los campos de exterminio alemanes.

Estos vínculos de Max Aub con Argelia son los que, varias décadas después, hoy reconoce el Instituto Cervantes de Argel.