Y hoy, académico. Un honor.

Por un lado es un reconocimiento y por otro sientes que has alcanzado una madurez profesional. Pero, ante todo, significa entrar en una institución noble.

¿Estando ya entre la elite, un artista cómo entiende un reconocimiento de este tipo?

Estas cosas animan, dan aún más ganas de seguir creando y continuar buscando. Pero no utilizo los reconocimientos para congratularme individualmente y tampoco me hacen falta para seguir trabajando porque pienso hacerlo toda la vida. Mientras esté bien trabajaré. No entiendo la palabra jubilación.

Habla de búsqueda, ¿de buscar qué?

Tengo aún algunas ideas que quiero desarrollar más. Quiero trabajar con la fotografía, con los montajes. Se me conoce muy básicamente por hacer ciudades que van a ras de suelo, pero tengo en mente un nuevo montaje que es muy distinto a lo de ahora.

¿Son ganas de romper con un pasado, de no aburrirse o quizás de intentar evitar repetirse?

Más bien diría de querer expresarme de otra manera, de ampliar horizontes. O, simplemente, de dar otra visión de lo que estoy haciendo ahora. En las ciudades algunos me han concretado porque tienen algo de insólito. Las ciudades son un elemento muy propio, pero no olvide que comencé a trabajar en ellas en los setenta. En ese momento puede que haya gente paralela a mí pero dentro de otro concepto.

¿Y qué cree que la diferencia del resto de su generación?

Que soy uno de los artistas que siempre ha caminado en solitario y que no pertenece a un grupo en sí. Sobre todo aquí en España. En el mundo quizás coincida con gente que empieza a descubrir que el elemento arquitectónico puede ser escultórico, aunque lo interpreten de otra manera.

¿Ese carácter de ir a su aire respondería a algo en concreto?

Viene condicionado por una niñez que es en lo que baso mi discurso de ingreso en la Academia, una niñez que se da de forma muy peculiar. Y una personalidad también muy peculiar. Cuando lo escuchen algunos se van a sorprender porque es algo atrevido y también muy íntimo.

¿Por ese carácter del que habla sus ciudades son solitarias y no están habitadas?

Siempre incido en que para mí las ciudades son muchas cosas. Es el pretexto de reunión, la confluencia de muchos elementos, obsesiones, manías y deseos. Es también, como resumen, una interrelación de formas. La ciudad es un tema metafórico y también, si no real, es figurativo, como mi obra.

¿Cual sería su ciudad ideal?

No existe.

¿Por eso las crea?

No, lo que estoy haciendo es un poema sobre la ciudad como suma y no como utopía.

¿Y su utopía?

No sabría decirle. Como todos las tengo, pero al final las aparto porque no son reales.

¿Pero sí tendrá retos personales?

Todo es producto de la búsqueda y nunca se sabe dónde está el final.

Y cuando a un artista, como es su caso, que debe tener la cabeza sólo en crear no hacen más que pedirle proyectos, esculturas, exposiciones... ¿no se llega a tener miedo de poder terminar convertido en una industria y, por tanto, dejar de ser un poco artista?

No existe esa posibilidad aunque hoy en día haya que aceptar que el arte tiene algo de industria. Lo que sí es verdad es que este oficio genera mucha ansiedad. Conduce a ella y la ansiedad tiene su doble filo. Tiene razón en que, en algunos momentos, la ansiedad pueda llevar a un estrés que no sea conveniente. Pero si un artista no trabaja de manera adecuada y ordenada y no se exprime cada día el cerebro nunca conseguirá un resultado importante. No me siento agobiado por nada ni por nadie. Hago lo que deseo. Soy yo quien marca los retos y se pone los deberes.

¿Tampoco se deja aconsejar ?

Toda la gente que hay a mi alrededor puede opinar.

¿Y aún tiene dudas a la hora de trabajar o incluso cierta inseguridad o miedo a no acertar?

Respecto a la obra sé que lo que estoy manifestando pertenece a mi yo más profundo. Ahí no tengo ninguna duda. Ahí tengo las garantías de mi autenticidad. Lo que sí es cierto es que un trabajo puede salir mejor o peor.

¿Dónde están los límites de la autenticidad de la que habla?

En preguntarse las cosas a uno mismo de forma clara. Si oculto algo hay que sacarlo.

¿Qué se pregunta?

Muchas cosas. Me pregunto por la propia existencia, si la sociedad en la que vivo podría ser más justa, por mi sexualidad, por mi deseo..

¿Y transmitir esas preguntas a su obra que respuesta le ha dado?

Muchas. Cuando, por ejemplo, creaba un elemento totémico no sabía que estaba haciendo un falo o casi no lo sabía, hasta que te das cuenta. Pero también he descubierto que había un tótem o que pertenece a la imagen del individuo, de la soledad, del poder.

¿Su obra es una respuesta de sí mismo?

Esa, al menos, es mi forma de trabajar. Otros artistas son diferentes. En todo artista hay una serie de razones básicas, aunque cada uno lo asuma de una manera. Pero la pregunta sobre la existencia aparece en todos los artistas porque el hecho de crear tiene como consecuencia una existencia.

¿Y por ello también cada material?

Sí. Pero es en la práctica del trabajo diario donde radican los secretos. Existen los pensamientos pero sin estar trabajando las ideas no se producen. Si estás hablando de orígenes de la vida o de la creación me ha venido muy bien trabajar con barro porque marca la conexión con la tierra; si estoy hablando de lo industrial son los metales: metal blanco, más frío; el hierro, más cálido...

¿Acceder a la Academia le ha llevado a mirar hacia atrás?

Siempre echas miradas hacia atrás y hacia el presente Atrás veo una infancia un poco dura, una época del franquismo muy triste donde se vivía con una parquedad de información, aunque otras cosas te compensaran. Por ejemplo, yo vivía en Mislata. Tenía dos mil habitantes y era una mezcla de todo y quizás sea de ahí, de mis propios juegos infantiles, donde comienza y se fragua mi discurso. Y recuerdas llegar a Valencia y quedarte deslumbrado.

Debe tener un peso muy importante para usted Mislata o Valencia cuando es un artista global pero permanece aquí.

Es que lo tiene. En el fondo soy un enamorado de donde vivo. Lo he sido por varias razones. En primer lugar porque el embrión de mis cosas está aquí. Siempre me ha condicionado mi entorno. La huerta ha sido un factor muy importante, y luego éste es un sitio con un clima fantástico. He vivido en Nueva York, Chicago y París. He tenido propuestas para quedarme allí y montar mi taller, pero mi madre vivía aquí. Aquí están mis pequeñas cosas, aunque sea una tontería. El otro día me llamo una amiga que está preparando una exposición sobre Miguel Hernández, que junto a Lorca es uno de mis poetas preferidos, y me recordaba que el arte ahora era menos humanista.

¿Ahora qué es el arte?

Seguramente más analítico. Es producto de un momento. Cada momento tiene sus manifestaciones artísticas y todas son validas como lo son también las maneras que utilices para expresarte...Todo es válido

¿Pasea mucho por "su" calle?

No (ríe). Me pilla un poco lejos. Y si quiere que sea sincero creo que aún soy joven para tener ya rotulada una calle en Valencia.

¿Cree que la "pantera rosa" marcará el recuerdo de su existencia?

A nivel popular sí. Pero es bonito que la gente se la apropie, aunque muchos limiten las lecturas que tiene. Para mí es un insecto que liba o un cargador de agua o un respiradero antiguo de agua. Y es posible que ahora se esté haciendo más moderna. Es como El parotet. Tiene un valor especial tener una escultura en la calle y que se convierta en un localizador o comprobar que tu pieza se suma a la ciudad. La lectura no es ella sola sino todo lo que la rodea, los coches que circulan por la rotonda, las fincas que le acompañan.

¿Y si le dieran a elegir un nuevo espacio para poner otra escultura urbana?

No lo he pensado, pero sí me gustaría diseñar un edificio. Y sería muy racional y muy diferente a mi obra. Creo que la arquitectura debe tener un deber de funcionalidad y lo artístico ha de quedar al margen. Cuando un edificio trasmite arte ha de ser por inconsciencia, como sucede en la ingeniería. Aunque hoy la arquitectura se haya convertido en algo ornamental y los arquitectos quieran destacar por encima de las funciones que sus edificios deben ofrecer. Pero como arquitecto creo que sería muy diferente a como soy como escultor

Algunos creen que muchos arquitectos son escultores frustrados y de ahí ciertas excentricidades.

Por eso sus edificios sólo se salvarán por la tecnología y no por el diseño.

¿Con que edifico se quedaría?

Con el Panteón de Roma. Es el no va a más. Y de Valencia, con el Mercado de Colón.

¿Y si tuviera que salvar a una obra de arte en el fin de mundo?

Salvaría El martirio de San Sebastián de Ribera. Lo encuentro de un humanismo y una sensualidad abrumadora. Todo Ribera es muy humanista. El Siglo de Oro no tiene un artista tan humanista como Ribera. Ya demás es muy moderno. Y claro, salvaría también algún Julio González.