Ha sido una muerte anunciada, aunque por desgracia precedida de un eclipse, un retiro más forzado que querido, como bien se notaba en la última entrevista que publicó Levante-EMV, con ocasión del homenaje del festival Inquiet. Y es que a Joan Monleón, artista de tantas facetas, le quedaba mucho por hacer. Le podemos oír con Els Pavesos en sus discos, que dan alegría al cuerpo todavía, como la daban sus espectáculos, da lo mismo si eran en El Micalet, en la Escalante o en el Flumen (la última vez que le vimos con su grupo). Y aunque fuera en la falla Bany de Pavesos donde le vería por vez primera con ocasión del Festival de Teatre Faller, de rapa i fuig, fue en el programa de Radio Peninsular, a las órdenes de Amadeu Fabregat, en donde disfruté de su colaboración en el espacio No es diu, cal dirÉ (que el PCPV copiaría para su revista luego, el título).

Monle era más que humano, tridimensional, y pronto le veía crecer, en escena, con sus huestes. Pero el Monle comienza para mi álbum con su gongÉ Como lo disfrutamos en los montajes que le dirigió Rafa Gallart, pensamos sobre todo en su vena cómica, y en cine, casi siempre, le iban a ofrecer ese tipo de papeles, fuera Ventura Pons, Carles Mira (quien mejor le comprendió) o Luis García Berlanga (que le quiso para varios filmes, como le dijo Azcona). Pero había otros Monles y le comprendieron todavía mejor Savary o Bonin, que le dieron papeles de mayor dificultad y complejidad. Y ahí viene uno de los Monles que hemos perdido, él quiso hacer Galileo Galilei de Brecht y jamás Teatres de la Generalitat con ninguno de sus responsables le ofreció la oportunidad. Ya es lástima.

Habiendo colaborado con él, en diversos espectáculos, de cerca, siguiendo su creación, viendo cómo trabajaba con sus maestros, viendo su capacidad de improvisación, o la claridad de su instinto, me apenaba que luego de un programa tan inmensamente popular como El show de Monleón no pudiera volver a verlo en escena en un cometido a su altura.

¿Fue su tragedia quedarse en Valencia y no emigrar a Madrid o Barcelona? No quiso, no pudoÉ pero ahí queda como un mundo de posibilidades, planes, proyectos que estaban en el aireÉ Son muchos años. Sin discos, sin una aparición siquiera en una tele.

Y ahora lo lamentarán, acá y acullá. Van a salir mil plañideras con lamentaciones oficialesÉ Monleón era siempre él mismo, guisando una paella, inolvidable, leyéndole a Terenci Moix las rayas de la mano y su futuro, o posando ante el fotógrafo, fuera este Bustamante, que le captó el adiós entre su vestuario, o Josep Vicent Rodriguez, que lo tomó arriba de El Micalet con Valencia a sus pies para Tiempo, en un número extra de cuyo contenido me siento feliz hoy.

Pero Joan Monleón era mucho Monleón, toda una persona de las mil caras, con amores, odios, miedos, soledades escalofriantes, egoísmos irredentos, cariño inconmensurable, ternura palpitante y fresca, tan vivo que daba gusto compartir su tiempo. ¡Ay, Monle, quedaba tanto por hacer! Nos lo hemos perdido. Te estarás riendo de todos y de todo, como nos has hecho reír, tantas veces en los tiempos más difíciles, sin ti y otros como tú, no hubiésemos aguantado. Como explicaba Eco, además de la tragedia, se echa en falta la risa saludable. Me río.